He tenido serias dudas sobre si abordar el tema de las vacaciones o no, pero lo bueno de este blog es que ha reunido a un montón de padres y madres de BADs (Bebés de alta demanda) y muchos de ellos me han pedido que cuente nuestra experiencia. Y tampoco es cuestión de defraudarlos. Sé además que hay algunos papis con escapadas en mente y fijadas en el calendario para las próximas semanas, así que este post igual sirve para que se replanteen las cosas y se dejen de viajes. ¿Qué es eso de viajar y querer hacer cosas? ¡Que tenéis un BAD entre manos! Entiéndase la ironía, por supuesto. Al final de todo se sale. Con más o menos ganas de vivir. Pero se sale xD
La verdad es que me costaría encontrar un adjetivo para nuestras primeras vacaciones en familia: ¿Caóticas? ¿Estresantes? ¿Infernales? Puede que lo suyo sea una mezcla de todos estos adjetivos. Y de alguno más. Pero no os vayáis a creer, que también hemos tenido nuestros momentos de risas, “relax” y aparente normalidad. Han sido escasos, pero los ha habido. Y creo que con eso nos debemos quedar. Con eso y con la certeza de que es casi imposible ir a peor dentro de un año. Así que al menos sacamos algún mensaje positivo.
Para empezar reconoceremos que la culpa ha sido nuestra y solo nuestra. Tenemos tantos cambios vitales en mente que se nos fue el santo al cielo y pillamos las vacaciones una semana antes de irnos. Y eso ya es un mal comienzo. Las cosas con prisas no se hacen bien. Primero porque decidimos viajar en coche, aún a sabiendas de lo poco que le gusta a nuestra pequeña saltamontes estar sentada y atada con cinturones. El resultado fue el esperado. 5:30 horas para viajar a Valencia en la ida. Y casi seis para volver desde Alicante a la vuelta. Paradas cada pocos kilómetros, algunas de hasta 45 minutos para conseguir dormirla. Lloros. Berrinches. Estrés.
Segundo por elegir mal el apartamento. Y en general por coger un apartamento para las vacaciones. Las intolerancias alimentarias de la peque nos hicieron decantarnos por él, pero al final es como estar en casa sólo que en otra parte del mapa. Pillamos uno que tenía buena puntuación y aparentemente estaba bien. Una vez que llegamos allí nos dimos cuenta de que estaba
Bebé de alta demanda + crisis de crecimiento + viajes en coche a todas horas + calor infernal= Éxito asegurado.
Tal fue el éxito que nos volvimos un día antes de lo que teníamos previsto. No os digo más. Perdimos dinero, pero eso era lo de menos. Un día más allí, con Mara en plena ebullición y nosotros sumidos en la más absoluta desesperación, era un viaje garantizado a la locura. La última semana la pasamos en casa. Ya más tranquilos. Y desde la tranquilidad que da el hogar recordamos momentos chulos. Como el primer baño en la playa de Maramoto, nuestro paseo por el casco antiguo de Altea aderezado por el “agradable” sonido de los gritos de Mara, nuestra comida infernal en Moraira, las carcajadas de la pequeña saltamontes cuando el calor le daba un respiro, las risas tontas que sucedían a los momentos de desesperación y la certeza de que las cosas saldrán mejor o peor, pero que da gusto hacerlas juntos. En familia.
El año que viene lo volveremos a intentar. Con más tiempo. Eligiendo mejor. Cambiando de destino en busca de un clima más fresquito. Seguro que entonces conseguimos que la ecuación cambie de factores.