Toda esta introducción viene a cuento porque una vez que comenté el post, me di cuenta de que podría haber propuesto un tipo de llanto más. Posiblemente el llanto más común en el caso de nuestra pequeña saltamontes. Que dicho sea de paso, reniega y refunfuña mucho (haciendo palpable desde bien pequeña su carácter), pero llorar lo que es llorar, llora más bien poco. Desde que salió disparada del interior de su mamá, Mara la Exploradora ha mostrado siempre un rechazo evidente a estar sentada. Ella es una bebé de acción y, como tal, estar con el culo quieto lo lleva mal. Muy mal. No hay peluche o mordedor que le haga cambiar de opinión. Apenas hemos utilizado el carrito porque a la señora no le gustaba estar ahí (y porque a los papás les gusta ser canguros). Y lo mismo pasa con la sillita balancín (nunca ha aguantado más de 15 minutos) y con la trona. Más de una vez he mirado con detenimiento por si tenían chinchetas o pequeños marcianitos imperceptibles a la visión humana que pellizcaran a Mara en el culete. Pero no.
Lo malo, sin embargo, es que este rechazo a estar sentada se multiplica por mil cuando hablamos de la sillita del coche. Si en los artilugios antes mencionados aguanta 10 minutos antes de pedir, por las buenas o por las malas, que la levantemos, en la silla del coche no aguanta ni 30 segundos. Es sentarla y saltar como un resorte. Primero con chillidos. Luego con lloros desgarradores. Hace casi cuatro meses os contaba ya en un post nuestras dificultades para salir de casa. Dificultades que se han incrementado porque cuatro meses después la peque tiene más fuerza para moverse y dificultarnos ponerle los cinturones de seguridad. Pero también para llorar y gritar y hacernos un estropicio en los tímpanos.
Como no podemos (ni queremos) hacerla llorar, cogemos el coche lo menos posible y apostamos siempre que podemos por el transporte público. Pero hay veces en que resulta imprescindible. Y entonces nuestros pequeños desplazamientos se convierten en pequeñas odiseas diarias. Puede que para ir de casa al centro comercial, que está a menos de cinco minutos en coche, tengamos que parar dos veces por el camino. Y puede que si se nos ocurre desplazarnos más de veinte kilómetros, tenga que parar el tráfico y estacionar mi coche en el carril central de la M30. Eso si no funcionan los movimientos de contorsionista de la mamá jefa para darle el pecho sin bajarla de la sillita.
Como no todo es drama, os diré que un 1% de las veces conseguimos que se duerma en el coche. Y que otro 1% la subimos ya dormida y rezamos a todos los dioses en los que no creemos para que no se despierte durante el trayecto. ¿Dónde están esos bebés que se duermen en el coche? ¿A alguien le ha pasado algo similar? ¿Cómo afrontasteis/superasteis el problema? Este no es un post más. Este artículo es un SOS paterno en toda regla.
Nota a pie de página: Este post lo tengo escrito desde hace tres semanas. Como los bebés cambian a pasos agigantados, os diré que en este tiempo hemos conseguido normalizar la situación. Si se corroboran los avances, os contaré en un post cómo lo hemos conseguido :-)