¿Existe alguien a quien no le guste la música? No creo, no conozco. Estamos conectados a ella y de una forma u otra la vivimos. Hay quienes prefieren escucharla, otros bailarla, otros hacerla, otros descubrirla, unos algo y otros más. Yo no puedo vivir sin ella: bailo como una loca cuando estoy sola en casa y canto a grito pelado cuando conduzco, también cuando friego los platos; cuando voy con auriculares por la calle siento que vivo con banda sonora y que la aleatoriedad de las situaciones que pasan delante de mí conforman un vídeo clip musical bastante bien montado. Moi produce música en casa en su tiempo libre, Ainara se encierra en su cuarto con su flexo-reproductor a todo volumen y Gael vive cantando, literalmente, acompaña su vida con cantecitos permanentes, canta, canta y canta. Ponemos música clásica, jazz o relajante para hacer tareas que requieren concentración y creamos climas adecuados para cada actividad. También hacemos conciertos caseros, con lo que sea que suene y, por supuesto, guiados por el/la director/a de orquesta que dirige la obra a punta de batuta.
Eso en la vida libre y diaria de cada quien, luego, de manera más formalita, Ainara aprende a tocar la guitarra y Gael juega mientras aprende las notas, su nombre y duración, experimenta con muchos y variados instrumentos. También procuramos asistir a espectáculos en vivo como el que ves en las fotos, donde además de disfrutar de la música fresca creada in situ, aprendimos sobre los instrumentos, su origen y su función en la banda.
Es parte de nuestra naturaleza, la música existe en todo, pero ¿en qué nos beneficia disfrutar de ella?
Es un elemento socializador por excelencia. La música nos une, es el idioma universal. Nos hermanamos al tocar en un grupo, cantar en un coro, arrimarse a una guitarra, asistir a un concierto, pararse a escuchar a un músico callejero… Nos da ese sentimiento de pertenencia que nos ayuda a sentirnos arropados en la seguridad de ser correspondidos.
Por tanto, nos da seguridad y confianza en nosotros mismos, en las posibilidades personales y con los demás.
Al generar muchísimos estímulos cerebrales incide en el desarrollo de muchas áreas, tanto intelectuales, como artísticas y afectivas.
De acuerdo con esto: ayuda al desarrollo del lenguaje, enriquece el vocabulario y la pronunciación.
Beneficia la capacidad para aprender otras lenguas, ya que en sí la música es un idioma alternativo.
También promueve el desarrollo, la gestión y la expresión corporal, la conciencia del propio cuerpo, el control del ritmo y de los ritmos propios, y la coordinación física.
Ayuda a mantener la concentración y agudiza la memoria.
Desarrolla una rica sensibilidad artística y
Promueve la expresión emocional, a través de esa sensibilización, la seguridad personal y el control sobre sí mismo.
Beneficia y alimenta la diversidad y el respeto por otras manifestaciones culturales.
Es una fuente inagotable de conocimiento y de experiencias humanas.
Nos divierte y nos permite liberar tensiones.
La música también nos permite viajar en el tiempo, y transportarnos a aquel lugar donde tanto disfrutamos, a revivir aquel encuentro que nos marcó para siempre, a volver a vibrar en aquel concierto…
Así que, donde sea que estés, dale al play o empieza a golpear con el palito, solo puedes provocar cosas buenas.
Gracias Dixie Kings, lo pasamos genial!
Por cierto, se me pasaba, si conoces a alguien que tenga alguna relación con el diseño y desarrollo del currículum de la escuela, invítale a que lea esto, porque no lo sabe o se le ha olvidado…
Y te dejo un vídeo sobre nuestro cerebro y su actividad cuando creamos música, muy chulo e ilustrativo.
Ya sabes que si te ha gustado, te parece interesante o quieres completar el artículo con lo que se te ocurra, tienes las opciones de compartirlo y de comentar. Besillo…