Aquí me encuentro, en mis 23 semanas, seis meses de embarazo ya, avanzando semanas como quien no quiere la cosa y disfrutando plenamente de la mejor etapa de todo el embarazo, el segundo trimestre.
La verdad es que no se si se me está pasando rápido o lento. El hecho de que mis dos anteriores se hayan producido en la misma época del año hace que en este me sienta desincronizada, como si fuera a destiempo, ya que en el segundo embarazo sabía lo que me esperaba en cada momento, al haberlo vivido exactamente igual en el embarazo anterior.
Sin embargo ahora es como si fuera a paso más lento. Si en mis otros embarazos a estas alturas estaría ya de 32 semanas aproximadamente, en pleno tercer trimestre, en la recta final, ahora siento que de momento solo estoy de 23 semanas. Es raro.
Lo que me pega a estas alturas es tener la barriga ya tamaño "esto va a explotar" y, aunque la barriga sigue ahí, yo la miro y me parece pequeña. Pequeña para lo que me era en este momento hace 4 y 7 años, porque pequeña, lo que se dice pequeña, para mi tiempo de embarazo no lo es.
Por eso, aunque debería tener ya un nivel cuasi experto en esto de la preñez, siento mis anteriores embarazos lejanos, tan lejanos que hay cosas de las que ni me acuerdo, ¿cómo puede ser eso?.
Y aquí me hallo, bicheando por la red consejos para embarazadas como si fuera primeriza novata, porque ya se sabe, lo que hace cuatro años era muy recomendable ahora puede no serlo tanto, y viceversa. Siempre hay descubrimientos, nuevos cuidados a aplicar, y una no puede darlo todo por hecho y por sabido.
Lo que sí siento es que el final aún me queda lejos. Y que, definitivamente, el segundo trimestre es el mejor momento del embarazo sin duda.
Es obvio que estoy embarazada. Quiero decir, hasta hace pocas semanas las miradas hacia mi zona abdominal eran confusas, "¿estará embarazada o se abrá pasado con las palmeras de chocolate?" y poca gente se atrevía a felicitarme por mi estado.
Ahora es más que evidente, mi barriga de embarazada no deja lugar a dudas, es indisimulable y se nota que ahí dentro "hay algo". Muy útil para que me dejen pasar en la cola del cuarto de algún cuarto de baño público, todo hay que decirlo.
Esta sensación me gusta, no puedo mentir. De alguna manera hace que vuelva a sentirme especial, aunque se que durará poco.
Mis achaques siguen ahí pero, será que ya me he acostumbrado a ellos, que no me resultan tan molestos. Sigue siendo una odisea el simple movimiento de flexionar las piernas para subirme las bragas -algo que, dada las frecuentes micciones diarias, hago repetidamente- pero he adoptado el dolor como normal y lo voy sobrellevando. No, de reposo nada, imposible con el marido casi expatriado y los niños only for my full time.
Aunque tengo más barriga no me siento tan cansada y echa polvo como en el primer trimestre, es como si simplemente llevase la barriga puesta. También es que me he acostumbrado a hacer las cosas en modo embarazada, o sea, a mi ritmo, dosificando, sabiendo dónde puedo llegar y dónde no. Es fundamental.
Y ya padezco el síndrome de la mano en la barriga. No puedo evitarlo, cuando me doy cuenta estoy con la mano apoyada sobre mi tripa o acariciándola. Imagino que será porque los movimientos de mi Polvoroncillo son ya de bebé que va ocupando un espacio considerable, no esas pequeñas y esporádicas pataditas de hace unas semanas. Ya puedo ver cómo mi barriga se mueve con mi bebé, se en qué posturas voy a sentirlo más y por fortuna me acompaña día a día, se que está aquí conmigo.
Es algo que estoy disfrutando mucho con mis peques, que cada dos por tres me ponen la mano sobre la barriga y me pregunta "¿mamá, se está moviendo el hermanito?" y hasta pueden sentirlo, cosa que les hace muchísima ilusión. Cuando no me levantan la camiseta en plena calle para plantarme un besazo en la tripa, somos un espectáculo.
Me encanta que mis hijos se sientan conectados con su futuro hermanito, creo que es fundamental a la ahora de preparar su llegada, sentirlo como real, como que existe y que pronto será un miembro más de la familia, y sobre todo sentir que ellos son parte fundamental en todo esto.
A estas alturas aún no he preparado nada para Polvoroncillo. Por tener, no tiene ni nombre -aunque estamos en ello-. No he hecho ninguna compra. Entre que la economía no acompaña y que aún visualizo el momento del parto muy lejano, me veo a punto de parir y sin un triste body para él, ¡tengo que ponerme a ello ya!. Y no puedo demorarme ya que septiembre aquí puede ser caluroso, o fresco, no se sabe, y lo más probable es no encontrar nada adecuado a la época en las tiendas.
Soy una tri-embarazada desastre. Con estas cosas pienso que ya soy malamadre antes de tener a mi bebé en brazos. Cuando recuerdo cómo preparamos todo con la llegada del mayor, a estas alturas tenía medio ajuar comprado y ya estábamos preparando su habitación con toda la ilusión del mundo... Es algo que solo viví con el primero, con mi niña en eso también me relajé, aunque no tanto.
No tengo prisa por nada. Voy viviendo el día a día, intentando no volverme loca con mis dos terremotos -que no se qué les ha entrado por el cuerpo pero están terribles-, disfrutar el embarazo lo que pueda -o lo que me dejen-, tomarme las cosas con tranquilidad si quiero salir viva cuerda de esta etapa... Lo que viene siendo "be water, my pregnant friend".
En el fondo se que a mi bebé no le va a faltar nada cuando llegue porque tendrá mis brazos para cogerle, mi pecho para alimentarlo y una familia deseando darle todo el amor y cuidados del mundo. Para todo lo demás... Ya sabéis ;)