Tomar una helado siempre es una gran opción, o lo era … hasta que Gael decidió que, si no agarraba él solito ese cucurucho gigante , el plan de mamá era una porquería…(sí, tengo el sí fácil, lo sé…o la paciencia al lìmite, pónganse en mi lugar un poquito). Le dije: “Si lo agarras solito se te va a caer….dejame que te ayude… ¡bastaaaaa! ¡Bruno, basta, cuando digo NO-ES-NO!”…. pero claro, el muy psicópata lloraba a los gritos, todos me miraban con cara de “¿qué le habrá hecho esa loca a ese pobre angelito? (que les aclaro que de angelito: ¡nada!)
Y así, una vez más, me hizo su despreciable truquito de siempre: lloró, lloró, lloró hasta que le di ese maldito helado. No sé cuál es la fibra íntima que te mueven esos enanitos poderosos, pero generalmente terminas peleando con ellos de igual a igual. Ellos grtitan, tù también. Ellos lloran y tù gritas como una loca. Siempre pierdes….y lo que es peor ¡siempre en público!
Una pelea que es un clásico pre caos es la que sigue al tan temido momento de: “MÁÁÁ, ¡QUÉ HAY PARA COMEEERRR?”, frase pronunciada por Abigail (la mayor) siempre desde lejos con un símil grito sin dejar de mirar alguna pantalla de turno (tele, compu ò tablet ). Hay algo que debes saber: CUALQUIERA SEA TU RESPUESTA SERÁ OBJETADA. Pescado, carne, pollo, ensalada o brócoli siempre les parecerá mal…igual de mal. Los chicos adoran sus rutinitas de “megustasiemprelomismo”, en el ámbito que sea: el mismo canal de dibujitos, la misma serie 100000000 veces, la misma canción, el mismo cuentito de noche, la misma comida.
Si bien hay madres perfectas (les juro que no es mi caso) que educan gastronómicamente a sus niños haciéndoles probar la más amplia gama de sabores (yo lo intenté, déjenme decir a mi favor) teniendo un éxito medianamente positivo en unos pocos casos, la mayoría de los niños AMAN LO MISMO: harinas, grasas y saborizantes…la vida misma. Y todos ODIAN LO MISMO: ¡probar algo nuevo!
Reconozco que debo hacer una salvedad antes de que me ataquen las “Mamis Naturalis” que le dan “dulces de quínoa” a sus niños desde que gatean….al principio los chicos aceptan probar todo, cuando son bebes. Hasta el año 2 parece que “lo estás logrando”: tu hijo como verduras de todos los colores, frutas y yogur…y no quiero ser pájaro de mal agüero, pero eso se corta en un momento y empiezan a pedir siempre dos o tres cosas y a ODIAR el resto. Ahí todas caemos en una de las famosas PREGUNTAS CLICHÉS DE LAS MADRES DE TODOS LOS TIEMPOS: “¿Pero cómo sabes que no te gusta si nuuuuunca lo probaste?”.
Cuando entran en la primaria, solo quieren comida chatarra y, con buena voluntad, se aguantan un pastel de acelga , un choripán y hasta una empanada pero sino: solo pizza, hamburguesas, lo que sea que venga frito o que provenga del congelador. En fin, tipo 10 años se relajan y vuelven a probar todo. A los 13 te saquean la refrigeradora. No sé qué es peor.
Igual les cuento que gané una batalla gloriosa: eliminé la gaseosa de casa y al mismo tiempo los hice probar algo nuevo: Agua de membrillo. Porque la maternidad será un sacerdocio, pero todos nos merecemos lo mejor, que sea rico, divertido y que se prepare con amor.