Mamá, apagamos la tele y hablamos entre juntos
“Entre nosotros” quiere decir.
Y sí, es una de las lecciones más valiosas que me ha enseñado mi hijo.
Todo comenzó hace unos meses. Javi y yo estábamos moviendo los muebles para limpiar cuando se nos cayó la tele de la cocina y se rompió. En total, en mi casa había en ese momento tres televisores, tres ordenadores y dos tablets, además de nuestros móviles: Así que, como te imaginarás, somos una familia 2.0 en toda regla.
Como nos pilló en verano y en vacaciones, decidimos que lo de la tele de la cocina iba a esperar. Nos pasamos el verano cocinando largas horas con un chato de sidra entre los dedos y con la música de fondo y decidimos que de momento, no compraríamos una nueva tele para la cocina.
El niño la demandaba cada vez más porque echaba de menos ver los dibujos mientras merendaba así que al final sucumbimos, y tres o cuatro meses de ausencia después, la “caja tonta” volvió a nuestras vidas de nuevo.
Las cenas se sucedían semana tras semana con “Bob Esponja” de fondo al que seguían los “Súper mini héroes” y tontunas por el estilo hasta que un día de la semana pasada, muy serio él, nos dijo:
“Mejor apagamos la tele y hablamos entre juntos”
Así que lo hicimos. Apagamos la tele y comenzamos a hablar por turnos sobre cómo nos había ido el día.
Él nos cuenta que juega en el cole por rincones, que siempre escoge el de las letras porque es el que más le gusta pero que le toca pasar por todos. Que hay que coser una tira larga en los abrigos porque las perchas son anchas y que mañana no le pongamos plátano en el almuerzo porque prefiere salami que está más rico.
También nos cuenta que se duerme la siesta en la clase de música y alguna que otra vez en la clase de la profe y que para rezar la canción del Padrenuestro, hay que poner las manos así y cerrar los ojos muy fuerte.
Luego nos llega el turno a su padre y a mí y nos pregunta por nuestro día en el trabajo. Dice que tengo que hablar con mi jefe para que me ponga una cocina en mi oficina y así coma yo también en el comedor como él lo hace en el colegio.
El otro día le conté que se me escapó Peter y que una vecina consiguió ponerle la correa para traerlo de nuevo a casa. Que lo tuve que bañar por segunda vez en una semana porque se había ido rebozando con cacas y animales muertos y olía fatal. Entonces él, muy seriamente, dijo: “Hay que ver este Peter. A veces es muy malo”.
A su padre le pregunta porqué tiene que trabajar algunos fines de semana si lo que él quiere es que se quede en casa construyendo aviones y autobuses de Lego.
También le dijo: “Papá, hay que leerlo todo” porque su padre se presentó con un año de antelación a una consulta médica prevista para el 2017.
También nos cuenta que se levanta muy contento por las mañanas pero que la luz le molesta mucho en los ojos. Que hay una niña que le arrea de vez en cuando galletas de las que no se comen y que odia el pescado con “cáscara” que le ponen en el cole.
Y así, entre filete y filete, nos vamos contando nuestro día a día.
Sí, amigos. A pesar de los madrugones, los dolores post-parto, las comidas del tipo “cómete el pollo de una vez” y los “te voy a quitar los juguetes como no me hagas caso”, la maternidad/paternidad tiene estas cosas. De repente la lección de tu vida te la da un enano de 5 años y no nos queda más que cuadrarnos, agachar la cabeza y rendirnos. Así es la vida dijo aquel, y así se aprende.
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