¿Pero y lo bonito del caos cotidiano de viajar con niños? Porque yo he aprendido que teniendo niños puedes pasar de una tarde tranquila en el parque a estar en urgencias tomando de la mano a tu hija mientras le ponen unos cuantos puntos ¿pero qué pasa cuando estos pequeños percances cotidianos te pasan en vacaciones?
Este año, en nuestra visita a Barcelona, hemos tenido alguna que otra “anécdota para contar” que hace que viajar con niños, además de ser vacaciones que no son vacaciones, se convierta en un bueno motivo para escribir un libro de anécdotas de viajes. Y eso que ha sido un viaje tranquilo a nuestra “otra casa”. Pero es que, como decían en el Equipo – A, a mi “me encanta que los planes salgan bien” pelero, o siempre sale todo como uno lo espera.
¿Por dónde empezamos? ¿Por el vuelo de ida?
Llegamos al aeropuerto tres horas antes, puesto que hay que facturar maletas, hacer checkin y pasar el control de policía internacional, etc etc. Igual nos pasamos de exagerados pero siempre es mejor ir con tiempo al ir con niños ¿no?. Bien, faltando hora y media para nuestro vuelo, la compañía nos anuncia (por email no por pantalla ni altavoz ni nada) que el vuelo ha sufrido un pequeño retraso. Cuando tienes que tomar un vuelo de conexión eso te hace revolver el estómago. Cuando media hora más tarde te mandan otro e-mail, anunciando un retraso de otras 2 horas (y anulando toda posibilidad de poder llegar al vuelo de conexión) ya empiezas a sudar.
En el aeropuerto nadie de la compañía sabe nada ni hay mostrador de información por ningún lado. Las niñas ya preguntan cuando sale el avión, pues venían demasiado emocionadas por subirse, llevamos mucho rato, y el único juego infantil del aeropuerto con una mesa y una especie de juego ya se lo saben de memoria (y ni se nos ocurre dejarles ningún entretenimiento electrónico pues hay 16 horas de vuelo por delante). Finalmente, por teléfono nos dicen que el vuelo de conexión DEBERIA esperarnos (lo cual no me dio ninguna seguridad, la verdad) y media hora más tarde, el e-mail es para avisarnos que nuestro vuelo de conexión también se retrasa otro par de horas.
¿Resultado? Llegada a nuestra escala en Buenos Aires con varias horas de retraso, con dos niñas dormidas, con un voucher para comer algo y sin saber si eso significaba que en el vuelo no darían cena (más que cena…resopón). O sea, más de 2 horas acarreando niñas durmiendo del avión al restaurante, de ahí a la sala de espera, de ahí al avión (Gracias Boba Air por existir!!) cargando además con 4 maletas de mano. Ellas durmieron en las sillas del aeropuerto, en el suelo o donde fuera que estuviéramos parados…
y aun quedaba un vuelo de 13 horas que en vez de salir a las 23 de la noche salió a las 3 de la mañana…
Por supuesto, nuestras idílicas y esperadas 8 horas de sueño de las niñas en el avión de convirtieron en apenas 5 (y aun tuvimos suerte)…lo que nos dejó 8 horas de entretención paterna en la lata de sardinas que son hoy los aviones de vuelos transoceánicos.
“Mami cuando falta” era la pregunta temida. Pintamos, pegamos pegatinas, jugamos al quien es quien, al memory, al dominó, contamos cuentos, vimos una película, escuchamos música, jugamos con el ipad y el teléfono….y aun nos “sobraron” 3 horas de YA NO SE QUE HACER! Y si, nosotros no dormimos mucho la verdad…
Año tras año me doy cuenta de la importancia de la maleta de mano llena de juegos y juguetes…a veces no la usas pero sabes que ahí la tienes…y en casos como el de este vuelo, es esencial para tantas horas encerrados.
Seguramente todo esto si viaje uno solo no ni siquiera lo notas, pero cuando viajas con niños pequeños hace que un viaje largo se haga muuuuuuyyy largo.
Pero también hace que el momento que ves el Mediterráneo y sabes que ahora si que ya llegas, sea aun mejor
¿que fue lo mejor? Aterrizar a las 9 de la noche en Barcelona, con dos niñas que después de la dormida y el encierro del avión, todo lo que querían era juerga…la mayor quería salir, ver a todo el mundo, visitar lugares…y nosotros todo lo que queríamos era UNA CAMA!! Llevábamos 1 día entero de viaje…
Además, ese vuelo de ida con sus retrasos y desajustes horarios, contribuyó a nuestro particular ajuste/desajuste de cada año. Pasar de invierno a verano, de 9 a 30 grados, y con 5 horas de diferencia horaria se nos tradujo en lo siguiente:
Niñas que caen rendidas a partir de las 2 de la madrugada, ni un minuto antes
Imposible hacer planes temprano
Si se te ocurre despertarlas temprano las siestas eran maratónicas y las noches, muy largas
Desayunos inexistentes porque nuestro estómago seguía durmiendo, aperitivos como si no hubiéramos comido en días porque nos tocaba desayunar…y todas y cada una de las comidas completamente fuera de hora
Niñas que comen aun menos de lo habitual
Todos con una sed….
Terremoto pequeña que me preguntaba porque no tenía que ponerse ni calcetines ni chaqueta, y por qué podía ir a la piscina en Julio!
Y padres que madrugan y trasnochan, y no saben si están de vacaciones o en una maratón…pero de lo que seguro desconectan…es del trabajo.
Pero bueno, todo esto solo nos duró…una semana! Prácticamente nos terminamos de ajustar cuando estábamos haciendo las maletas para la vuelta…
….el jueves sigo con el siguiente capítulo!
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