“Sin rezos no hay rodaje”
Si tuviese que poner título a ese día de mi vida, sin lugar a dudas este sería el más adecuado. He vivido muchos rodajes, pero ninguno tan surrealista como aquella mañana de domingo. Por aquel entonces aún teníamos tiempo para dedicarnos a nuestros proyectos y no solo a encargos, disfrutábamos dando forma a nuestros sueños y apuntándonos a todo concurso que nos resultase llamativo. Lo más divertido de presentarse a un concurso de Videoclips en Genero TV es que ellos solo te facilitan la canción, por lo qué eres tú quien pone la imaginación y crea imágenes de la nada.
¡Qué tiempos aquellos! Papidire que por aquel entonces no era Papi solo Dire, solía grabar la canción y ponerla a todas horas en modo bucle en cualquier lugar que nos encontrásemos. Era una manera de activar las neuronas o de volverme loca (aún no me queda claro) para conseguir que las imágenes llegasen a mi mente y escribiese posesa de mis alucinaciones un buen guion. Aquella vez la canción escogida era “Calling the maker” de Aimee Allen, nos costó poco visualizar el videoclip y rápidamente nos pusimos a ello.
Necesitábamos una iglesia para el rodaje, tras visitar variopintas localizaciones decidimos que lo mejor era rodar en una de las Iglesias del pueblo donde vivimos. Tras un par de reuniones con el Párroco concretamos fecha y hora. Fue un fin de semana intenso, pero el domingo a primera hora de la mañana allí estábamos, trastos en mano y todo el equipo en la puerta.
La mañana se presentaba nublada y lluviosa, por lo que estábamos deseosos de poder acceder a la capilla que nos habían dejado para la grabación. Y es aquí donde comenzó la mañana más extraña de casi toda mi existencia. Avisé al Párroco de nuestra llegada, su casa colindaba con la Iglesia y el buen hombre se apostó en el balcón con su batín para explicarme que en unos minutos venía La Feligresa encargada de abrirnos, esta no tardó en presentarse y la recibí con una sonrisa, pero su gesto era bastante hosco y llaves en mano venía diciendo que no con la cabeza.
Al parecer días antes habían rodado en aquella misma Iglesia un capítulo para una conocida serie, con tan mala pata que vendieron una idea sobre lo que allí se iba a rodar y resultó ser otra. Conclusión, nosotros pagábamos el pato y la Feligresa decidió que en la Casa del Señor no se metía ni una cámara más. Domingo a las 9 de la mañana, todo el equipo en la puerta, el Párroco desde el balcón diciendo que era lo que la Señora dijese, y aquella buena Señora negándonos la entrada con un portazo en las narices. Con tan mala pata que a la par que yo empezaba a suplicar que nos dejasen grabar y que era lo que habíamos acordado, comenzó una suave lluvia de esas que en dos minutos se ha convertido en torrencial, solo faltaba música de violines para convertir aquel momento en el más trágico de la historia (no soy melodramática noooooo)
Papidire finalizó la entrevista discutiendo con la Feligresa que nos impedía el acceso, el resto del equipo buscó refugio en una cafetería cercana. Por mi parte conseguí introducirme como pude por la puertecilla, perseguir a la buena Señora entre los bancos de madera mientras sorteaba los jarrones de flores que iba repartiendo por las capillas, a la par que la suplicaba en cinco idiomas que nos dejase rodar que era cuestión de un par de horas. La Feligresa casa omiso a mis plegarías se arrodilló frente a una imagen de la Virgen y comenzó a rezar. Me senté a su lado y esperé ansiosa viendo correr los minutos.
A estas alturas del relato cabe decir que no soy católica, respeto todas y cada una de las religiones siempre que no atenten contra los derechos humanos, y aunque sí llegué a hacer la comunión por eso de criarme en un pueblo y el qué dirán, confieso que no volví a pisar una iglesia hasta ese momento.
─ Reza a la Virgen para que os deje rodar. ─ me soltó de sopetón.
Ahí es cuando comprendí aquello que decían mis profesores de que “todo lo aprendido bueno es”, rescaté de mi memoria mis aburridos años de catequesis y comencé mis rezos.
─ Más alto que no te oigo.
Y allí me veis, a mí, que con tan solo pisar una Iglesia ardo en llamas cual bruja de cuento, arrodillada, con los ojos cerrados y la ropa empapada rezando algo que ni me acuerdo el qué, pero que debí de hacerlo muy bien porque a los 15 minutos aquella Señora se apiadó de mí y me dio permiso. Eso sí, actriz, una cámara y poco más, ni travelling, ni grúa, ni maquilladora, ni nada por el estilo. ¡Pero al menos lo había conseguido!
El rodaje fue visto y no visto, incómodos ante las miradas de la Feligresa y el Párroco que se había dignado a bajar, trabajamos lo más rápido posible y nos fuimos de allí pintando. No sin antes dar las gracias y recibir un….
─ ¿Pero ya está? ¡Pues si qué habéis sido rápido! Si teníais toda la mañana y pensamos que traeríais más material.
A la salida comprobé la fecha por si era el día de los inocentes, y a pesar de los años de aquello, aún Papidire y compañía se ríen de aquella mañana en la cual me vieron rezar a la Virgen para conseguir rodar en aquella Iglesia. Eso sí, bendije tener una buena memoria y aprendí que todo lo aprendido es válido al menos una vez en la vida.
¡Buen fin de semana!
Mami Productions