¿Te has preguntado alguna vez qué hacer para que la relación con tus hijos mejore?
Si te lo has preguntado alguna vez seguramente haya sido después de decir: es que mis hijos no me hacen caso, se portan fatal, les dan igual los castigos, hacen lo que les da la gana, no me escuchan, etc etc. ¿Has dicho alguna de estas frases hace poco?, ¿te identificas?.
Todas esas frases y otras muchas nos vienen a la cabeza cuando la relación con nuestros hijos no funciona todo lo bien que nos gustaría. Cuando llega ese momento normalmente tenemos dos opciones, una es seguir haciendo lo mismo que estamos haciendo funcione o no funcione y otra es cambiar lo que hacemos. ¿Qué es lo que harías tu?
Si decides seguir haciendo lo mismo que hasta ahora lo más probable es que obtengas los mismos resultados que hasta el momento tienes y no salgas de ese círculo en el que la mayoría de los días todo son conflictos y frustraciones tanto por tu parte como por parte de tus hijos.
En mi caso elegí cambiar hace ya un tiempo y ha sido una de las mejores cosas que he podido hacer. Nada fácil por otra parte, ni por supuesto con resultados inmediatos, que es lo que nos gustaría a todos, que al tomar la decisión de cambiar como nos relacionamos con nuestros hijos al día siguiente fuera todo un camino de rosas. Pues no es así. Necesitamos un tiempo y sobretodo necesitamos actuar y movernos hacia esa mejora.
¿Cómo lo hacemos?
Lo primero tomar conciencia de qué y cómo nos comportamos con nuestros hijos.
Después ser realistas y ver lo que estamos dispuestos a cambiar.
Lo siguiente comprometernos al 100%.
Y cambiar hábitos. Además conseguir que esos hábitos se conviertan en costumbres normales de cada día y que no tengamos que hacer un esfuerzo monumental para poder llevarlos a cabo.
Uno de los hábitos que más nos cuesta cambiar y establecer es el de mejorar la comunicación con nuestros hijos.
¿Podrías mejorar la comunicación con tus hijos?. Me atrevería a decir que el 100% de los conflictos en las relaciones familiares se debe a que la comunicación no es lo eficaz que debería ser.
Hay 3 aspectos muy comunes y cotidianos que a menudo ocurren en nuestras casas y nos cuesta ser conscientes de ellos:
- Ordenar. Muchas veces lo que ocurre es que nos dirigimos a nuestros hijos básicamente para dar órdenes del tipo, "vamos a la ducha", "vamos a cenar", "vamos a la cama", "vamos los deberes" y un largo etc. Pero son muchas menos las veces en las que realmente lo que hacemos es tener una conversación con nuestros hijos como la que tenemos con otro adulto cualquiera al cabo del día. Lógicamente los temas no van a ser los mismos, o sí, pero a nuestro hijo le va a reconfortar, se va a sentir importante y valorado y va a dar más importancia a lo que queramos decirle. Si solo lo que le llegan son órdenes y obligaciones al final y como algo muy normal que todos haríamos si nos pasara eso mismo, dejaríamos de escuchar y haríamos oídos sordos.
- Distancia. Otras veces lo que hacemos es hablar con nuestros hijos desde otra habitación. Estamos en la cocina y mientras preparamos la cena le estamos preguntando qué tal le ha ido en el cole. No sé vosotros pero a mí si mi marido desde la otra habitación mientras está preparando su ropa de trabajo me pregunta qué tal el día, le contesto un "bien" y sigo hablando con mi grupo de amigas de whatsapp con las que me comunico mucho mejor.
- Falta de atención y distracciones. Ya puestos que sale el móvil a relucir y para terminar aunque este tema daría para más de un post ¿cuántas veces vienen nuestros hijos a hablar con nosotras y estamos "enganchadas" al móvil? Y además les decimos un "sí cariño ahora voy", sin casi mirarle.
¿Te ha pasado?
Luego nos extrañamos que ellos ni nos miren cuando les queremos decir algo y sigan a lo suyo. Es lo que les enseñamos. Imitan lo que ven.
Esto no significa que cada vez que se nos acerquen y tengamos el móvil en la mano lo tengamos que meter corriendo al bolsillo y actuar como si de una emergencia se tratara, pero sí podemos mirarle, parar un segundo, cogerle la mano, preguntarle si puede esperar un minuto mientras le miramos su carita, y en cuanto acabemos prestarle la atención que se merece.
Cuando decimos eso de “mi hijo no me escucha, no me hace caso, se hace el sordo” y tenemos un gran cabreo además por ello, nos llega la desesperación, pegamos el grito o el portazo y lo solucionamos de la manera que podemos en ese momento. Manera que luego en frío nos hace sacar el látigo contra nosotros mismos y llega la culpa.
Culpa que por otra parte si no apareciera no nos haría reaccionar y cambiar, así que no pasaría nada por empezar a cambiar ese concepto tan negativo que tenemos de la culpa. Si no fuera porque de vez en cuando aparece no cambiaríamos nada. Así que si en tu caso ha aparecido la culpa y has sacado el látigo, guárdalo, porque estás de enhorabuena, sólo es cuestión de buscar cuál es el nuevo hábito que puedes adquirir para mejorar. Siempre hay un camino y siempre hay opciones.
Este tema da para mucho hablar y mucho leer pero como tenemos hábitos que mejorar es el momento de que cada uno se ponga a ello.Si lo que haces no te funciona, deja de hacerlo y haz otra cosa
Puedes informarte aquí de mis servicios como Coach y contactar conmigo si necesitas un cambio en tu vida y quieres dar el primer paso.
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