El embarazo y el parto de mi hijo fueron un regalo tan tan grande que no sé si voy a encontrar la manera de explicarlo sin ser demasiado emotiva, pero voy a intentarlo. Rebobino atrás y ¿por dónde empiezo?
Empezaré por mi Blessingway que fue el inicio de todo.
La ceremonia de maternidad
Un 20 de mayo en un bosque de Mallorca celebraba junto a unas mujeres maravillosas mi Blessingway o ceremonia de maternidad (aquí te expliqué un poco en que consistió). Aquel día tan emocionante conecté con mis ancestros a través del ritual del hilo rojo.
Todas las mujeres poderosas que estaban allí, unidas mediante un hilo rojo en la muñeca, creando ese gran círculo de poder femenino y a la vez invocando a nuestros ancestros, a nuestro clan de mujeres para que nos brindaran también su protección y fuerza.
Aún recuerdo las palabras que pronuncié con gran emoción: “Yo, Maribel, hija de la tierra. Hija de Paquita, nieta de Felicidad, bisnieta de Ana, honro mi linaje”.
Esperando el parto
La fuerza que sentí en aquel ritual se quedó conmigo todos los días siguientes que esperaba con gran ilusión el inicio del parto. Durante dos semanas fui teniendo contracciones irregulares, y cada día pensaba que el parto podía iniciarse.
Fue un tiempo que recuerdo con cariño porque todos los días me encontraba con personas que nos quieren preocupándose por nosotros y transmitiéndonos sus buenos deseos.
Aquellos días me dediqué a que la vida fluyera, nada más que a conectar con mi cuerpo e intentar desconectar la mente.
El gran día llegó, entre tambores y cánticos
La noche antes de que se iniciaran las contracciones de parto tuve un sueño muy vívido. Las mujeres de mi clan vinieron a visitarme. Me levanté y escribí esto en el diario de embarazo:
7 de junio de 2017
<<Escucho los tambores, los cánticos de la tierra. Las mujeres me preparan con flores y sedas. Sonrisas y alegría, el momento ha llegado.
Escucho los tambores, siento el umbral brillante que se abre ante nosotros. Vamos a cruzarlo, te voy a guiar, juntos podemos cabalgar esto y todo lo que vendrá, desde este amor completo, y el apoyo de la energía de vida.
Te quiero bebé, pronto estarás en mis brazos.>>
Entonces empezaron las contracciones. Por eso llamé a una amiga, para que viniera a casa y acompañara a Sunflower al cole, ya no podía conducir.
Como esa mañana tenía visita de monitores en el hospital, F. había pedido un permiso en el trabajo y pudo venir pronto. En monitores solo tuve dos contracciones pequeñas. El ginecólogo que me exploró me aconsejó que fuese a caminar y así nos veríamos seguramente en unas horas pues ya estaba dilatada de 2 centímetros.
Por la tarde paseamos en familia varios kilómetros por las Fonts Ufanes (un bosque que nos gusta especialmente para ir a pasear), rodeada de animales y naturaleza, donde pude conectar con la tierra.
Me gustó mucho hacerlo con mi marido y mi hija, bailábamos cada contracción y la cantamos, fue mágico. Creo que al final caminamos unos cinco o seis kilómetros.
Las contracciones eran cada vez más rítmicas, cada 8-10 min. Eran intensas pero no dolorosas, todas las acompañaba con respiración consciente, canto y visualización.
Llegamos a casa, cené y antes de ir a la cama e intentar descansar un poco, escribí a mi grupo de amigas, las que me acompañaron en mi blessingway. Mi bebé iba a llegar pronto.
Un parto placentero y respetado
Pude dormir hasta las 2 de la madrugada, soñaba con las contracciones y cantaba en sueños. Volví a estar con el grupo de mujeres. Me veía como en una cueva, rodeadas de una cascada de agua, había mujeres mayores y más jóvenes, y me ponían flores en el pelo, y cantaban conmigo. Un portal abriéndose. Me sentía acompañada.
Al despertarme, llena de dicha, las contracciones eran cada 5 minutos pero seguían siendo totalmente llevaderas, por no decir placenteras.
Me fui al salón de casa, yo sola, encendí la vela de mi altar del parto y vi lucecitas en mi móvil, un montón de mensajes . Todas mis amigas me habían enviado fotos de las velas que habían encendido para darnos luz y fuerza. Ver esas fotos y sus mensajes me inundó de amor, sentí una ola de energía que me hizo llorar de emoción.
Permanecí un rato tumbada, casi en estado meditativo, conectando con mi bebé y con mi cuerpo.
Al rato se despertó F. y viendo que las contracciones eran tan rítmicas decidimos avisar a los abuelos para que vinieran a casa y quedarse con Sunflower.
A penas tardaron media hora en llegar y entonces ya eran cada 3-4 minutos y nos fuimos al hospital (a 2 kilómetros de casa).
Con el cambio de escenario y la agitación de irnos al hospital, me descentré. Lo noté perfectamente.
En el coche ya tuve una contracción muy fuerte que me paralizó y me hizo gritar de dolor y empezaron a ser muy seguidas.
En aquel momento no tenía referencias del nivel de dolor que se puede alcanzar en un parto porque con Sunflower tuve un parto anestesiado, pero pensé que como el dolor fuese a más, no sería capaz de soportarlo.
Ese pensamiento me desanimó bastante. Si las contracciones que había tenido durante todo el día y toda la noche no me habían dolido y era ahora cuando empezaban a ser dolorosas, es que tenía todavía mucho camino de dilatación por delante. Me vine un poco abajo.
¡Pero qué equivocada estaba! El trabajo de dilatación ya estaba hecho.
Cuando la matrona me pidió que me quitara la ropa para explorarme, al desvestirme sentí un clac, era la cabeza del bebé y con eso llegó una necesidad de empujar muy grande. Se lo dije y entramos a toda prisa en la sala de dilatación. Me tumbé de lado, hacia donde sabía que estaba su espalda y como había pasado casi toda la noche. F. me levantó una pierna. Eran las 5 de la madrugada y a las 5.15h nacía mi hijo.
Nació por sí mismo. La matrona no lo sacó, ni lo estiró. Respetó las contracciones y que él saliera al mundo a su ritmo, con mi mano acariciando su cabeza.
No hubo tiempo de llenar la bañera (para un parto en el agua) ni de hacer nada de lo que llevaba preparado (música, velas, esencias…) y sin embargo fue perfecto.
Parir sin dolor se puede
Valorándolo después con el equipo médico solo tuve unas 12-15 contracciones dolorosas (los 20 minutos desde que salí de casa hasta que entraba en la sala de partos) porque el expulsivo, el empujar, fue un alivio tan grande que lo viví como una gran liberación. ¡¡Es que no sabía que empujar no duele!! ¿Tú lo sabías?
Dicen que cada parto es único, que todos nos traen algún mensaje divino, pero realmente puedo decir que el mío fue un parto sin dolor y que fue un verdadero regalo.
Las pocas contracciones que me dolieron lo fueron seguramente porque el cambio de lugar y los nuevos estímulos me hicieron desconectar. Empecé a estar atenta a lo que me tenía que llevar, a dónde íbamos a aparcar, a quién me iba a encontrar en el hospital… Y ahí el neocórtex gana la batalla.
Estoy segura de que si hubiera estado en casa todo el tiempo, ni siquiera esas contracciones me habrían dolido.
De hecho cuando entré en la sala de dilatación, que estaba prácticamente a oscuras, y sentí que ya podía estar tranquila y a gusto, empezó el expulsivo y se acabó el dolor.
Más tarde, leyendo a Leboyer en su libro “El parto, crónica de un viaje”, entendí un poco mejor lo que había vivido pues cita 2 tipos de contracciones: las dolorosas y las placenteras.
En las contracciones dolorosas el útero se contrae de golpe y se suelta también de golpe.
Y en las placenteras, la contracción y la distensión son movimientos lentos y suaves con una leve pausa entre medias.
Lo interesante es saber que cuantas más contracciones tengamos de este tipo, facilitamos el parto, pues el movimiento del útero empuja al bebé hacia el camino de salida, y sabemos que el bebé en un momento dado, tiene que hacer una rotación para encajarse y poder pasar por el canal pélvico. En ese momento es clave el tipo de contracción, si es suave y pausada, para ir girando y colocándose, o si el bebé es empujado bruscamente, en cuyo caso irá rebotando contra los huesos pélvicos y tendrá dificultades para lograr encajarse.
¿Qué me ayudó durante la dilatación?
Después de haberme preparado mucho durante el embarazo (mira mi post de preparación consciente al parto) y haber atravesado una experiencia de parto tan positiva, puedo decir que lo que realmente me ayudó en la dilatación fue:
(1) La respiración consciente, destensar y relajar toda la parte de la boca (zona refleja del canal del parto) y por supuesto, el canto carnático (mira este post donde explico qué es y cómo lo practiqué durante el embarazo).
(2) Conectar con la naturaleza y enraizar
Pasear en plena naturaleza, fuera de la civilización y enraizar con la energía de la tierra, con calcetines rojos incluidos (algo que me aconsejó mi maestra de Qi Gong y que aconsejan los médicos tradicionales chinos porque ayuda a enraizar).
(3) Movimientos con la pelvis
El movimiento de infinito y de espiral con la pelvis para bailar cada contracción me ayudaron mucho. En lugar de tensarme y contener la respiración, acompañaba cada contracción con movimientos circulares de la pelvis y me centraba en mi respiración y en todo el oxígeno que estaba enviando a mi útero y a mi bebé con cada inspiración.
(4) Visualizaciones y afirmaciones positivas
Me ayudó mucho visualizar en ese momento mi útero como si fuese una flor que se abre, imaginando a la vez cómo abría el camino a mi bebé para que llegara al mundo. Afirmando en todo momento que soy capaz.
(5) Recibir el apoyo y la luz de otras mujeres
La importancia de sentirte querida, apoyada y acompañada por la fuerza del círculo femenino. Soñé con las mujeres de mi clan que venían a apoyarme, ¡eso ya fue increíble! Y al despertar, el recibir los mensajes de cariño de todas mis amigas, madres conscientes, eso ya fue un chute de oxitocina brutal.
Además durante todo momento llevé el collar de parto con las piedras cargadas de energía que ellas me habían regalado.
(6) La oscuridad y el silencio
Poca luz, y calma. Algo imprescindible para parir.
(7) No tener miedo
Fluir sin miedo entregándome a la sabiduría de mi cuerpo y de la naturaleza. Sin resistencia. Confiando.
(8) La infusión de hoja de frambuesa
Me olvidaba de este punto, pero creo que también me ayudó. Esta infusión ayuda a tonificar el útero, por lo que las contracciones son más eficaces, lo que puede ayudar a que el parto sea más rápido y menos doloroso. También ayuda a reducir la hemorragia postparto. Empecé a tomar dos tazas al día las dos últimas semanas y creo que esto ayudó también a que mis contracciones fuesen tan efectivas.
¿Cómo fue tu parto? ¿Qué te ayudó para que la dilatación fuese más placentera? Si dejas algún comentario puedes ayudar a muchas mujeres que pasan por aquí.
¡Seguimos de campaña en Verkami!
Para acabar me gustaría recordarte que seguimos en plena campaña de crowdfunding para conseguir editar las Cartas de la Maternidad Consciente. Motivadas en gran parte por la experiencia de embarazo y parto de mi hijo.
Estamos alucinados con la buena acogida y por eso nos planteamos llegar a los 500 ejemplares. Nos encantaría que fueses una de nuestras mecenas, ¿te pasas por la campaña? Mira aquí todas las recompensas que tenemos preparadas.
—”Yo sé parir.
Como parieron las mujeres que me
precedieron.
Mi madre, mi abuela, mi bisabuela, mi
tatarabuela,
Y así hasta la primera mujer.
Lo llevo grabado en mis células.
Es su legado.
Mi cuerpo sabe parir.
Como sabe respirar, digerir, engendrar,
andar, hablar, pensar.
Está perfectamente diseñado para ello:
Mi pelvis, mi útero, mi vagina,
son obras de ingeniería
al servicio de la fuerza de la vida.
Yo soy la que sabe.
Y la que sabe me susurra:
Cabalga la energía de las contracciones
como si fuera el éxtasis,
Loba, leona, hiena, yegua, zorra, gata,
pantera…
Encuentra tu hembra de poder y
conviértete en ella.
Y siendo ella, mamífera todopoderosa, doy
a luz.”
Mónica Manso.
Mantra para la mujer embarazada
Aguamarina