Cuando dejas de trabajar con niños especiales sientes un vacío grande, al menos a mi me ha pasado. Es muy difícil hacer tu día a día sin realizar lo que más te gusta para recibir a cambio lo más maravilloso del mundo, una sonrisa completamente sincera y adorable. Para mi el no poder disfrutar de esas sonrisas es tan duro como aquel que no tiene algo que tanto quiere, y esto es debido a que lo que comúnmente llaman trabajo yo no lo consideraba trabajo, lo consideraba mi pasión que a día de hoy lo sigue siendo.
Sigo manteniendo el contacto con las madres y padres de estos niños especiales, cosa que agradezco enormemente. Pero no es lo mismo estar con ellos a diario, ver su evolución, su pasito a pasito, sus grandes sonrisas de agradecimiento. Es difícil seguir hacia adelante sin una sonrisa motivadora, a mi me ha cambiado la vida. De hecho muchas de las tareas diarias que hacia en mi vida, lo hacia por ellos, mis niños. Ellos han sido mi motivación durante mucho tiempo y el no tener esa motivación hace sentirte vacío, incluso llegar a pensar si verdaderamente valgo para ser monitora de educación especial, porque cuando es por un factor ajeno a ti por el que dejas de hacer lo que más te gusta, te lo cuestionas todo y entre todas esas preguntas esta la de ¿Lo habré hecho todo bien? ¿Se han sentido mal sus papás por algo que he hecho? ¿En que he fallado? …
Es una situación difícil pero a la vez pienso que si el futuro tiene algo guardado para mí, algún día me llegará y lo recibiré con los brazos abiertos, porque aunque me encuentre fuera del mundo especial laboralmente, lo sigo teniendo presente todos los días y hablo a diario de todos mis niños. Sigo formándome y leyendo todo lo que encuentro para poder hacer de mi profesión lo mejor que haga en mi vida.