Es algo muy habitual ver a los adultos agarrando de las manitas de los bebés para que caminen y éstos sin tan siquiera apoyar bien los pies, unos zapatos de suela triple y sonriendo.
Lo mismo que un bebé de tres meses apoyado en el respaldo del sofá con cojines por los lados…
Tenemos prisa. Por verles crecer, que se sienten, caminen – y si se saltan el gateo mejor, fíjate que listo mi chico que no quiso gatear – que corran, jueguen… pero luego si corren nos entran los miedos. Ten cuidadooooo que TE VAS A CAER. No te subas ahíiiiii…
Cada ser humano es diferente y los niños no tienen por qué voltear todos el mismo día del mes. Es más, hay un margen bastante amplio con meses de diferencia. Algunos niños voltean sobre los cuatro meses y otros tardan algo más. Y eso no quiere decir que sean retrasados ni que tengan algún problema de desarrollo. Cada uno lleva su ritmo y si les obligamos entonces sí se les puede provocar problemas no sólo de desarrollo sino de seguridad en sí mismos.
Existe un orden establecido para hacer las cosas y no porque se haya decidido así, sino porque es el orden natural que permite la fisionomía humana. Voltear, sentar, gatear, caminar, trepar… Nosotros estamos para darles apoyo, para ayudarles cuando lo necesiten, pero son ellos quienes lo tienen que hacer.
Pongo un ejemplo. Un niño siempre está sentado, no porque lo haga él sino porque lo colocan ahí, entre 135 juguetes, con la espalda encorvada y sin moverse demasiado para coger uno de esos cachivaches que le rodean no vaya a ser que vuelque… Y mamá tenga que volver a sentarme porque yo no se hacerlo. Son niños que como ya ven lo que ocurre a su alrededor seguramente harán menos esfuerzo por moverse, no se sienten seguros, adoptan posturas incorrectas y no se desarrollan correctamente.
Niños que se mantienen sentados pero que no saben sentarse por sí mismos, no tiene ningún sentido. Estamos obligando a su columna vertebral a soportar un peso para el que no está acostumbrada y los músculos y tendones no son lo suficientemente fuertes para soportar la cabeza.
Irene se agarraba a los barrotes de la cuna a los cinco meses. Un día fui a por ella y estaba “de pie”. No, no estaba de pie, sino que estaba literalmente colgada de las manos. Sus pies no sostenían su peso ni las piernas se mantenían rectas, aún quedaba muchísimo para eso. Jamás le hemos puesto de pie, si ella quería agarrarse y colgarse, perfecto, ella misma. Nosotros no se lo íbamos a impedir, pero sólo caminaría cuando ella estuviese preparada.
Los niños que se han saltado el gateo no son más listos ni más rápidos. Tampoco son más torpes, nada más lejos de la realidad. Sencillamente se han saltado un paso, justamente el que contribuye al desarrollo de la coordinación entre otras cosas… Cada paso tiene su utilidad y aunque no veamos las consecuencias inmediatamente, están ahí y se manifestarán en un momento u otro.
Cuando un niño sigue su ritmo natural, sea el que sea, se consiguen ciertos beneficios que de otra manera no serían así. En el plano físico, su cuerpo realizará una movimiento cuando esté realmente preparado, no cuando a nosotros nos parezca oportuno. En el plano emocional, conseguir algo por sus propios medios les aportará seguridad y confianza en si mismos. Caerse y levantarse es un ejercicio obligatorio para la autoestima de los niños, se caen 1.000 veces, pero se levantan 1.001. Aprenden a caer, a levantarse y a continuar. Nosotros debemos estar para asegurarnos de que no se parten la crisma, pero tienen que caerse para poder aprender.
Somos su apoyo para cuando ellos lo necesitan, no su acelerador ni su freno.
Os dejo varios consejos para fomentar la autonomía de vuestros bebés, para que crezcan sanos y fuertes y con toda la confianza en sí mismos.
Dejar que se desarrollen. Existen artilugios como por ejemplo los cojines antivuelco que todavia no he conseguido encontrarles una utilidad positiva. ¿Cuál es el motivo por el que no quieres que tu hijo se mueva? Es decir, si querías un reborn de esos no tenías más que pedirlo al Olentzero o a Papa Noel… Los bebés tienen que explorar su entorno, tocar, experimentar, ver el mundo desde diferentes perspectivas y si siempre ven dos cojines, barrotes, la red de un parque o el techo de la capota, se desatarán como bestias pardas en la adolescencia y entonces querrás volver a ponerle los cojines antivuelco. Cuando esté tranquilo y despierto, colócalo sobre la alfombra o el sofá con cuidado que no se caiga y déjale que toque objetos, texturas, tu cara, tus manos…
Nacen con más terminaciones nerviosas en manos y pies de las que tenemos en la edad adulta. Necesitan tocar y sentir sobre todo a mamá y papá, pero también todo lo que tienen a su alrededor. Anular esa capacidad no hará sino perjudicarles. ¿para qué necesita un niño que no camina ir calzado todo el día? ¿Para qué las manoplas? Los arañazos se curan y las uñas se pueden cortar. Prueba a colocar la punta del dedo bajo sus deditos de los pies. Verás que los encoje como si fuera un monito que se agarra a su mamá… eso es naturaleza pura. Restos de nuestros antepasados que en unos meses desaparecerán para dejar paso a unos pies que son capaces de caminar. Disfruta de esos momentos y con los pies descalzos pásale objetos como mantas, un trozo de madera, una piedra… para que note las diferentes texturas.
Prepara el salón para cuando ya sea capaz de salir a explorar el mismo. Que no haya zonas peligrosas y dale cancha libre para que se arrastre, gatee y disfrute de su propia movilidad. Verás cómo te pide ayuda si la necesita y eso te hará sentir muy bien.
Llegará un momento que querrá abrir cajones. Es hora de quitar tiradores, pero puedes dejar algunos y dentro de esos cajones cosas que pueda tocar y revolver. Así se entretendrá, no tendrás que decir que “no” innecesariamente y le ayudarás a desarrollar su curiosidad. Cada cierto tiempo cambia los objetos de ese cajón. Algo que puedes hacer enseguida es enseñarle a cerrar cajones sin pillarse los deditos: “pon la mano abierta y empuja”. Le enseñas psicomotricidad a la vez que le ayudas a no hacerse daño. Lo mismo ocurre con bajarse del sofá. Puedes enseñarle a darse la vuelta y poner las piernas. En un par de veces o tres que se lo expliques te sorprenderá haciéndolo.
Si se cae, no vayas corriendo como si te persiguiera un oso. Se ha caído, ya no puedes hacer nada. Observa esa milésima de segundo en la que él te mirará para ver qué haces… Eres madre, te vas a dar cuenta enseguida si se ha hecho daño. La mayoría de las veces no se hace daño y aprenderá a caerse bien y levantarse rápido. Comunícate con él. No le digas “lo ves! Ya te has caído! Te lo había dicho!” No tiene ningún tipo de utilidad ese sermón. Es mucho más productivo que le digas: “Te has caído porque no has puesto bien la mano. Acuérdate de ag arrarte bien antes de bajar y así no te caerás otra vez. ¿Te duele? Cura sana…”
No te comportes de manera egoísta para que no te moleste mientras haces cosas. Sé que hay que hacer cosas en casa y sé cómo tienes todo de desordenado. Lo padezco. Lo sufro. Lo vivo. Y vivo un esposo maniático con la limpieza. Pero prefiero vivir entre ratones que impedir a mi hija que experimente y que aprenda. Si por ejemplo utilizas la trona para que se esté quieto mientras haces la comida, corres el riesgo de que un día tenga la suficiente fuerza como para tirarla al suelo. Puedes portear en este caso…. (cuña) jajajajaja.
Tírate al suelo, gatea con él, haz la croqueta, manchaos, mojaos, que note las diferentes temperaturas… Los niños aprenden por imitación y tú eres su referente. Consigue que aprender sea algo divertido.
Seguro que tenéis alguna anécdota digna de oír… ¡os leo!
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