Dicen que un 80% de las palabras que escucha un niño al cabo del día son negativas. ¿podéis poneros por un momento en situación e imaginaros a vuestros jefes o familias diciéndoos con voz autoritaria lo que NO podéis hacer, ni tocar… y que el motivo es “porque lo digo yo”?
Los problemas de autoestima, de falta de personalidad, de coraje, decisión, miedos o ansiedades vienen de una infancia en la que no se ha aportado la seguridad suficiente y esta seguridad no proviene de los piropos o las adulaciones, sino de no dejarles llorar “para que aprendan”, por ejemplo. El aprendizaje que hace una persona cuando se siente mal y nadie está para ayudarle es que está sólo, pues un niño no va a ser diferente. Se me haría raro no consolar a mi marido por ejemplo si estuviese enfermo o triste la verdad…
La primera fase de la infancia consiste en cubrir sus necesidades básicas, ni más ni menos. Comer, dormir, limpiar, mimos y vuelta a empezar, ¿Lo veis? No es tan difícil. Tan sólo hay que observar cada gesto, ellos se explican bastante bien.
Para que un niño se sienta seguro consigo mismo primero tiene que sentir que todas sus necesidades han sido cubiertas y muchas veces sus necesidades son simplemente, mamá, cógeme en brazos. Si les negamos constantemente lo que nos piden como si fueran soldados que necesitan disciplina, aprenden que no son importantes para sus familiares, que por muy mal que lo pasen o mucha angustia que tengan, nadie va a ir a ayudarles. Que aprendan… ¿no?
Lo que hoy vengo a contaros no me lo ha enseñado ninguna carrera ni doctorado, sino el sentido común y como siempre digo, el dejarme llevar por el instinto. Existen ciertos comportamientos que pueden minar la moral de cualquier niño, que se sientan todavía más frustrados y que luego no sepan gestionar sus sentimientos, ni cómo salir de la sensación de inferioridad y eso puede condicionar muchísimo su vida adulta.
Cubrir absolutamente todas sus necesidades. Y con esto no me estoy refiriendo a darles todos los caprichos del mundo, sino a abrazarles cuando lo necesiten, a entender por qué no quieren comer o dormir, a jugar si nos lo están pidiendo o a llevarlos en brazos si están cansados.
No les grites para que no griten. Esto es sumamente difícil cuando has sobrepasado tus límites de la paciencia, pero es muy importante ya que ellos aprenden por imitación. Si alguna vez le grito yo a la Xena ella va detrás y hace lo mismo y me da una pena tremenda que se le pueda quedar grabado ese comportamiento tan negativo.
Ese tas tas en el culete tan “constructivo”, exactamente igual que en el punto anterior. Si le pegas, pegará. Así de fácil. A ver con qué cara le dices luego que no pegue a sus amiguitos del parque.
Reduce los “no” que dices al cabo del día, pero no me refiero literalmente, sino a las prohibiciones. Si le gusta abrir los cajones, ingéniatelas para que sólo abra los que no te preocupa. Si no quieres que se pille los dedos, enséñale a cerrar las puertas y cajones con la manita bien abierta. Si no quieres que se caiga fastídiate porque se va a caer, enséñale a bajarse de los sitios con cuidado y no seas alarmista si se hace un rasguño.
Razona, razona y razona, aunque creas que no te entiende, porque te entiende. Reduce a la mayor sencillez posible las explicaciones y no te extiendas demasiado si crees que no te escucha, porque te escucha. Si tu razonas con tu hijo, conseguirás que aprenda a mantener conversaciones, a entender lo que le dicen (o por lo menos a intentarlo) y a mantenerse calmado mientras tenéis un intercambio de palabras. Aprenderá que es más productivo razonar con alguien que discutir y se sentirá menos frustrado.
Déjale que se explique y acepta sus explicaciones como si de un adulto se tratase. Déjale claro que es tu casa y que tú decides sobre la mayoría de las cosas, pero procura abrir los ojos si resulta que él lleva la razón y dásela.
Si está repitiendo un comportamiento negativo sólo para llamar la atención y estás diciéndole que no todo el tiempo, cambia de tercio. Trata de ignorarle o de distraerle con otra cosa, así verá que no consigue tu atención persiguiendo al perro o estirando de la cortina.
Manten la calma (fíjate que esto es complicadete) y piensa que a lo mejor estás tan nervioso por otras cosas que no tienen que ver con tu hijo.
Pequeños gestos como escucharles, argumentar cualquier decisión o darles la razón si la tienen, harán que sean personas capaces de valorar sus propias decisiones y valorarse como persona
Esto son cosas que se dan día tras día y que forjan la personalidad de tu hijo. Con tu comportamiento y lo que le enseñes, conseguirás reducir sus niveles de frustración y enseñarle a que los maneje mejor, que se sienta más seguro de sí mismo porque tú le das la importancia que merece y aprenderá que tomar decisiones con seguridad le facilitará el camino.
Estoy segura que incluso tú (o yo) nos sentiremos mejor al no contribuir para que cada día haya momentos tensos.
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