Son muchas las parejas que ven truncadas sus esperanzas de tener descendencia después de intentarlo durante mucho tiempo.
Aunque la infertilidad es un trastorno que no se puede negar, hay multitud de factores externos que impiden o dificultan la concepción.
La vida actual, donde prima el trabajo sobre la familia, la prolongación de la juventud y las dificultades económicas de muchos jóvenes, han hecho que la edad de plantearse tener un hijo se retrase más allá de los 30 años, cuando la mujer empieza a ser menos fértil y las posibilidades de engendrar son más reducidas.
Tampoco el hombre está exento de su parte de culpabilidad. En algunos casos, el esperma masculino no es de la calidad óptima para poder fecundar el óvulo. No obstante, independientemente del miembro de la pareja que tenga los problemas de fertilidad, existen multitud de programas de ayuda a la concepción que dan esperanza incluso a los casos más complicados.
Un problema de pareja
Se puede pensar que hay problemas de fertilidad cuando se ha estado más de 12 meses intentando la concepción sin éxito. Este tiempo se reduce a la mitad cuando la edad de la mujer supera los 35 años. La infertilidad se puede dar tanto en hombres como en mujeres, aunque sí que es cierto que el porcentaje de mujeres que la padecen puede ser un poco más elevado.Entre las causas más importantes que motivan los trastornos reproductores en cada sexo, en la fémina inciden la posible esterilidad total, la disfunción ovulatoria, posibles patologías de las trompas de Falopio o anomalías uterinas y el síndrome ovárico poliquístico; por parte del varón, una calidad baja del esperma es el indicio que más se conoce, aunque también hay malformaciones del sistema reproductivo que pueden incidir en que la producción de espermatozoides sea ínfima o nula.
Asimismo, no hay que olvidar que hay factores de índole psicológico que pueden afectar en la actuación de nuestros sistemas reproductivos, como el estrés, la ansiedad y la depresión. Tampoco debemos pasar por alto ciertos problemas relacionados directamente con la vida en pareja, como las disfunciones sexuales, que hacen que se reduzcan las posibilidades de fecundación.
Cuando empezamos a preocuparnos
La mujer debe conocer cuáles son los días de su ciclo menstrual en los que está ovulando y que, por tanto, son los de mayor posibilidad de quedarse embarazada. Los ciclos varían mucho de una mujer a otra, para ello, si no somos capaces de conocer cuando estamos ovulando, existen métodos como kits de ovulación o termómetros de temperatura basal, que nos permitirán saberlo. Es importante mantener relaciones sexuales esos días, pero hacerlo de manera alterna, para asegurar una buena cantidad de esperma.
No obstante, si se cree tener dificultades para concebir y pasado un mínimo de intentos fallidos, lo mejor es ponerse en manos de especialistas, que realizarán las pruebas pertinentes para diagnosticar el origen del problema e intentar paliarlo en la medida de lo posible. Los procedimientos más sencillos para la mujer se basan en analizar el estado del útero, los ovarios y las trompas de Falopio, para conocer dónde radica esa incapacidad de engendrar.
Para ello, pueden ser necesarios varios análisis: de sangre, pruebas de endometrio, biopsias de tejidos o ecografías. Aunque también existen otras fórmulas más avanzadas como la histerosalpingografía, la laparoscopia o la histeroscopia, pero que resultan más complicados y costosos.
Las investigaciones que se le requerirán al varón son menos complejas. La mayor parte de las veces con una simple evaluación del estado del semen será suficiente, con el que se medirá si todos los parámetros son los normales. En algunas ocasiones, también se puede pedir una pequeña biopsia de tejido testicular.
Ayudas más viables
Afortunadamente, para aquellas personas a las que las pruebas auguren el peor de los resultados, existen varias técnicas médicas que pueden hacer posible su gran deseo de tener un hijo:
- Inseminación artificial: se trata de una técnica muy sencilla e indolora, en la que se introduce directamente al útero el esperma masculino en el momento de la ovulación, de manera que se garantiza la llegada de todos los espermatozoides a este órgano reproductivo. Precisamente este hecho es el que provoca que se produzcan más embarazos múltiples que con una inseminación normal.
- Fecundación in Vitro: es una de las técnicas con más éxito. Se trata de la fecundación del óvulo en un laboratorio, para lo cual se incluyen unos 200.000 espermatozoides. Una vez fecundados los embriones, se introducen mediante un catéter en el útero de la mujer, para que se pueda seguir un embarazo normal. El problema principal también se presenta antes la posibilidad de que se produzcan gestaciones numerosas, ya que se suelen introducir más de tres embriones para asegurar que al menos uno pueda sobrevivir al proceso.
- Ovodonación: se trata de seguir una Fecundación in Vitro pero con óvulos procedentes de una donante anónima. Se utiliza en los casos que la mujer es incapaz de producir óvulos sanos, pero su sistema reproductivo funciona adecuadamente como para poder tener un embarazo normal.
Si se estás pensando a llevar a cabo alguna de estas técnicas de reproducción asistida, lo más importante es asesorarse bien y conocer adecuadamente los pros y los contras, así como qué técnica es la más apropiada para cada caso. Hay que tener en cuenta que se trata de procedimientos muy costosos y que no siempre son exitosos al 100%, pero si finalmente funcionan habrán merecido la pena.