Parece difícil, pero es "alimentando su alma". Apreciando las pequeñas cosas que hace en el día a día. Como por ejemplo, levantarse a saludar a mamá o papá cuando llegan a casa, ayudar a mamá con las bolsas de supermercado, cuando nos pide amablemente por favor y da las gracias. Nada más maravilloso que un beso de buenas noches y para qué decir del "buenos días", de cuando nos ayudan a poner o retirar la mesa, en fin. Son estos detalles, que se han ido perdiendo en muchas familias y son los que nos unen y nos dan el sentido de pertenencia. Sin embargo, lo que necesita un niño más que cualquier regalo material, es el "aprecio de sus padres". Una palabra de estima, que se sienta importante.
Pensar como el niño, qué desearía en su lugar. Si voy de pesca, lo lógico es que como carnada ponga algo que sea atractivo para los peces. Por mucho que a mí me gusten las frutillas con crema, nada sacaré si lo pongo como carnada. Lo mismo ocurre con nuestros hijos.
Paul Harvey, en una de sus transmisiones radiales, El Resto de la Historia, cuenta cómo una apreciación sincera puede cambiar la vida de una persona. Contó que años atrás un maestro de Detroit en Estados Unidos, le pidió a Stevie Morris que lo ayudara a encontrar un ratoncito que se había escapado de la sala de ciencias. El maestro apreciaba el hecho que la naturaleza le había dado a Stevie algo que ningún otro alumno tenía. La naturaleza le había dado a Stevie un notable par de oídos, para compensar la ceguera de sus ojos. Pero ésta fue la primera ocasión en que Stevie sintió que se apreciaba la fineza de su oído. Ahora, años después, dice que ese acto de aprecio de su maestro fue el comienzo de una nueva vida. Desde aquel entonces desarrolló su don del oído hasta volverse, bajo el nombre artístico de Stevie Wonder, uno de los grandes músicos populares de la década de 1970 y admirado hasta el día de hoy.
De esto se trata, del aprecio y no de la adulación. Ya que la adulación hace más mal que bien. La adulación es falsa , y es como el dinero falso.
La diferencia entre la apreciación y la adulación es sencilla. Una es sincera y la otra no. Una procede del corazón; la otra sale de la boca. Una es altruista; la otra es egoísta. Una despierta la admiración universal; la otra es universalmente condenada.
***Plan de acción: cuando su hijo realice una buena acción, algo que le cueste, tan solo una vez: elógielo. Verá cómo comenzará a mejorar. Que reciba el reconocimiento que merece. La apreciación honesta logra resultados allí donde la crítica y el ridículo fracasan.
Herir a la gente no sólo no la cambia, sino que es una tarea que nadie nos agradecerá. Hay un dicho muy hermoso que dice:
"Pasaré una sola vez por este camino; de modo que cualquier bien que pueda hacer o cualquier cortesía que pueda tener para que con cualquier ser humano, que sea ahora. No lo dejaré para mañana, ni lo olvidaré, porque nunca más volveré a pasar por aquí".
"Seamos calurosos en la aprobación y generosos en el elogio" y la gente acogerá con cariño nuestras palabras y las atesorará y las repetirá toda una vida, años después de haberlas olvidado nosotros.
Demostremos aprecio honrado y sincero.