Cumplidos los tres años de edad, Rodri pasó de sesiones de estimulación temprana a un programa similar al pre-nido o pre-kinder, con sesiones interdiarias de tres horas de duración cada una. Las instalaciones hacen posible que los padres puedan observar cuanto deseen, sin perturbar claro, el desarrollo de las actividades. El programa es variado e incluye trabajos manuales para niños, cuenta-cuentos y hasta clases de natación. Rodri lo disfruta muchísimo y hasta hace poco el papá y yo estábamos felices de haber encontrado este programa; sin embargo mi apreciación está cambiando y no por la institución o el programa en sí, sino por las profesoras o misses a cargo de los pequeños, algunas de ellas con actitudes o “descuidos” que a mi parecer no deben pasar por alto.
Primera señal de alerta.
El programa está dirigido a niños de 3, 4 y 5 años, cada grupo de edad en su respectiva aula y dos misses a cargo y para determinadas actividades reúnen a los tres grupos en un gran salón. Un día en el que estaban todos reunidos y los niños jugaban cada uno con un globo que ellos mismos habían decorado sucedió que un niño más grande le quitó a Rodri su globo (yo observaba el hecho desde el exterior a unos 15 m) Cuando el niño se dio media vuelta con claras intenciones de no devolverle tan preciado objeto, Rodri lo tomó del hombro sin decir nada, solo lo tomó, no lo jaló ni empujó, pero de seguro con intención de reclamar lo que era suyo, de pronto alguien gritó: ¡Rodrigo! de tal forma que hizo que mi hijo se quedara como estatua, momento en el que el otro niño aprovechó para irse con el globo. Rodri después tomó un globo del piso y continuó jugando solo. El grito fue tan fuerte que lo pude escuchar desde el exterior del aula cerrada y con aproximadamente 35 niños jugando todos alborotados con sus globos, y fue lanzado por la miss de otro grupo.
¿Qué hice? Pues me contuve, porque ya se acercaba el término de la clase y me preocupaba más conversar con mi hijo a fin de indagar si se sentía molesto, triste o asustado por lo sucedido, por fortuna, todo parecía estar en orden. Esperé a la siguiente clase para manifestarle mi queja (lo más tranquila posible) a la miss de Rodri, a lo que ella me respondió: "¿Sí? ¿En qué momento? Si yo estaba atenta" (Sí claro, muy atenta). También conversé con la coordinadora del programa, un poco molesta por la respuesta de la miss y es que ¿no deben las profesoras estar atentas a cualquiera de estos incidentes por más pequeños que sean para convertirlos en oportunidades para guiar a los niños en el respeto y compañerismo? ¿Acaso no se había cometido una injusticia?
Segunda señal… tercera y cuarta.
En Perú estamos en pleno invierno y Rodri lleva más de un mes lidiando con un resfrío y faringitis. En el colegio, para las diferentes actividades del programa los niños atraviesan un pasadizo sin techo de unos 50 m. de longitud, en el que se siente mucho pero mucho frío. Pasó en dos oportunidades que vi a mi hijo cruzando ese pasadizo con sus amiguitos, todos ellos bien abrigados con casacas y gorras mientras que mi hijo sólo llevaba una camiseta. Las dos primeras veces corrí a buscar a las misses para pedirles que le pongan su casaca y en ambas ocasiones“me complacieron”, sí, sin más explicación, solo me dijeron “está bien señora, ahora le traemos su casaca”. Pero la última vez fue el colmo, con viento y garúa y mi niño nuevamente atravesando el pasadizo en camiseta, sólo él, pues los demás niños andaban bien abrigados. Ya casi molesta pero mucho más preocupada por la salud de Rodri, le exigí a la profesora que le coloque su casaca y me salió con un “pero él dice que tiene calor y suda”. ¿Acaso las profesoras a cargo de niños tan pequeños no deben tener un criterio mínimo para su cuidado o al menos evitar situaciones que pongan en riesgo su salud y seguridad?
En todas estas situaciones Rodri no me vio. Todas las conversaciones con las misses fueron en la puerta o exterior del aula y Rodri para siempre muy entretenido con sus amiguitos. Trato de ver todo lo sucedido como eventos aislados y no pensar en que si esto pasa sabiendo que los padres pueden observar el desarrollo de las actividades ¿qué pasaría si no se nos permitiera o si simplemente yo no estuviera tan al pendiente de mi hijo?. Situaciones como éstas, que algunos padres podrían considerar sin importancia, no le brindan a muchos otros como yo, la confianza necesaria de saber que sus hijos quedan en buenas manos.
Al día de hoy, Rodri continúa con una ronquera que nos ha llevado en varias oportunidades a la clínica por la acumulación de flemas especialmente durante la noche que hacen que el pobre se ahogue y no pueda dormir bien, y por primera vez está usando un inhalador.
Evalúo la situación de la manera más objetiva posible, sabiéndome madre protectora y que quizás pueda estar exagerando, ordeno mis pensamientos y sobretodo mis expectativas, preparándome para el pronto ingreso de mi hijo al nido, en donde se quedará todos los días, cinco horas diarias, sin mamá cerca, y me pregunto:
¿Qué espero de las misses de mi hijo de pre-nido o pre-kinder?
Que el desarrollo del programa de actividades se de en el marco de la valoración de sus habilidades, iniciativa y curiosidad.
Que se le brinde un trato justo y respetuoso, que contribuya al desarrollo de su autoestima y confianza.
Atención a sus requerimientos básicos: alimentación, abrigo, deseos de ir al baño, etc. La lonchera no debiera volver intacta a la casa, el niño debe estar abrigado si así lo exige el clima y el sentido común.
Comunicación conmigo, no solo para quejarse o excusarse, sino para sugerirme métodos que contribuyan a su formación y autonomía.
¿Qué espero de mí?
No cruzar la línea que separa la protección de la sobreprotección, aunque seguramente más de una vez lo he hecho. Soy madre primeriza y de personalidad protectora para complicar la situación, pero sé que sobreprotegiendo a mi hijo no lo ayudo.
Brindar la confianza a mi hijo para que me comente cualquier situación o actitud de otras personas de su entorno, que puedan considerarse inapropiadas.
Brindarle mayor seguridad para expresarse ante personas con “autoridad” de la forma tan natural como lo hace en casa, en la que argumenta, discute, se queja, reclama y me deja con la boca cerrada, admirada por su madurez a sus cortos tres años.¿Has detectado alguna actitud por parte de las profesoras de tu pequeño(a) que llamó tu atención? ¿Cómo lo afrontaste? Cuéntame tu experiencia. Nos encontramos pronto, un abrazo enorme.