La camiseta de unicornio de mi hijo no era en principio para mi hijo. Las cosas como son. La compré online para un cumpleaños de una amiga suya, pero llegó fuera de fecha. Así que cuando abrí el paquete, reconozco que, en un principio, pensé en regalarla a alguna niña cercana.
Entonces la vio.
-¡A ver mamá esa camiseta! ¡Qué chula! ¿Para quién es?
Le expliqué que la había comprado para su amiga pero había llegado tarde.
Me miró.
– ¿Y me la puedo quedar yo?
-¿A ti te gusta? Bueno hijo, pues quedatela.
La camiseta es gris y tiene un unicornio de esos de lentejuelas reversibles. Por un lado es plateado. Por otro es blanco y rosa.
Y es verdad, es muy chula.
Después de un buen rato vino y me dijo:
-La camiseta es muy bonita pero ¿sabes mamá? He estado pensando y no la voy a llevar al cole.
-¿Y eso por qué?- aunque me temía ya la respuesta.
-No te lo quiero decir.
Mi hijo me conoce muy bien y ya sabe que algunos temas me ponen de mal humor si se trata de desigualdades, pero insistí.
-Porque va a haber niños que se metan conmigo.
Respiré tres veces.
Le expliqué que era libre de llevar lo que quisiera y que no debía dejar que los demás tuviesen esa influencia en él. Pero que si solo la quería llevar los fines de semana, lo hiciese.
Durante unos meses así ha sido. Se la ha puesto para ir de paseo o para lo que fuese pero en fin de semana.
Yo no he insistido, ni le he vuelto a preguntar. Es una camiseta más. Como la que tiene del mismo estilo pero con un dinosaurio o la del tiburón.
La semana pasada la llevó al cole. Cuando volvió no pude evitarlo y le pregunté.
-¿Qué te han dicho de la camiseta cariño? ¿Les ha gustado?
-A casi todos si mamá, pero fulanito me ha dicho que es de niña.
Vaya, uno de 25, pensé, pues ni tan mal.
-Y tú sabes que eso es una bobada¿no? Ni los gatos, ni los perros, ni los unicornios o los dinosaurios son de niños o niñas, no?
-Pues no.
Y ahí quedó el tema. No insistí, seguimos jugando sin volver a mencionar el tema.
No porque no me apeteciera o no me molestase que se cortara por la opinión de los demás, si no porque tampoco creo que los niños deban ser hiper abanderados de nuestras causas. Creo que deben ir poco a poco empapándose y hacerlo como algo normal. No se trata de lanzarlos contra viento y marea a la batalla por un mundo libre de micromachismos, si no de educarlos para que lo asuman con la mayor naturalidad.
Esta semana ha vuelto a llevar la camiseta. Y así,como de pasada,le volví a preguntar.
-Mamá, les encanta la camiseta. Me han dicho que qué chula es y todos querían tocar las lentejuelas.
-¿Sí cariño? ¿Quienes?
Aquí me soltó una lista de nombres, de niño y de niña. Indistintamente.
Y aunque sé que no deja de ser algo casi anecdótico, me alegré tanto.
Por él, porque ha sido capaz de elegir libremente, sin dejarse influir ni por sus compañeros ni por mí.
Por otros niños de la clase que quiero creer que si les apetece harán igual y se pondrán lo que quieran sin temor a lo que digan sus compañeros.
Por haberle dejado a su ritmo aunque me hubiesen dado ganas de pelear desde el primer minuto.
La camiseta de unicornio de mi hijo no es más que una camiseta, pero me gusta pensar que ha supuesto algo más en su pequeño mundo.