Buenos y lluviosos días. Hoy estoy algo calentita y es que de un tiempo a esta parte me vengo topando con madres y padres que han sido propiciadores de situaciones nada favorables para sus hijos por medio de la victimización de estos.
Primero os contaré algo que no suelo contar ni en las redes sociales ni en el blog y es mi experiencia personal victimizando a mi propio hijo.
Suena raro, ya, pero siempre aprendo de todo y de mis errores más todavía.
Mi experiencia
Fui madre muy joven, eso dicen, yo fui madre cuando quise ser madre y eso ocurrió con 20 años.
No siento haber tirado mi juventud a la basura, ni por asomo, porque mi hijo mayor supuso para mí un golpe de madurez y una fuerza de superación que no habría encontrado de cualquier otro modo.
Cuando mi hijo tenía ocho meses me hice consciente gracias a él de que mi pareja, su padre, me hacía más mal que bien.
Estaba metida en una guerra psicológica en la que llevaba las de perder, pues yo siempre era la que debía pedir perdón, la estúpida, la cría y a la que nadie quería, sólo él.
Supongo que fue ver que ese pequeño bebé dependía de mí y de nadie más, lo que me hizo darme cuenta de que todo eso que me estaban contando y con lo que me estaban destruyendo era una enorme mentira.
Era fuerte después de todo: podía, valía y quería, así que dejé al que por entonces era mi pareja y me aparté de su sombra tóxica.
Entonces todo el mundo se compadecía del niño: “pobrecito, los hijos que se crían sin padres tienen muchos problemas” y yo, que por entonces no había aprendido a desescuchar fui creciendo compadecida de mi hijo que crecería sin padre.
“Pobrecito, es que esta historia le afecta, es que debe ser duro para él, es que soy egoista…”
Ahora miro atrás y me veo estúpida.
Que un niño crezca con el mensaje de “pobrecito” grabado a fuego si que es jodido, que crezca con una percepción de pena en sí mismo, de víctima, es un ancla y un problema que le sirve para justificar situaciones en las que no se siente cómodo y argumentártelas con un victimismo que no es real.
Hasta que no entró en primaria no se vieron sus problemas de inseguridad y todos esos problemas, de no atreverse a, de “no puedos” y “no se”, eran el resultado de lo que yo le transmitía sobre sí mismo. “El pobrecito de mi niño que ha crecido en una situación confusa”
Por suerte topé con una psicóloga muy clara que me dijo: “no te digo que no le escuches, pero no des más importancia de la que tiene las cosas negativas que te cuente, él solo te está dando lo que tú le haces ver que quieres de él”
La hice caso y entonces, por arte de magia todos esos: Fulanito me ha dicho y Menganito me ha hecho y todos esos malos días en el colegio… desaparecieron, porque nunca habían sido reales del todo, sino situaciones magnificadas por la victimización.
Si hubieran sido reales no habría querido pisar la escuela, algo que no ha pasado nunca ya que siempre ha ido y va muy feliz al colegio.
Casos de victimización
Siendo monitora nos enfrentamos a un caso de victimización muy bestia.
Un niño que pasaba muy poco tiempo con sus padres por temas laborales, fue a toparse con una niña que un desdichado día le dijo que era tonto.
Al transmitirle a sus padres que esa niña le había llamado tonto el niño había añadido algo de drama al asunto, una misteriosa patada que nadie vió y un bocadillo que “le había tirado la niña al suelo”.
Y esto se hizo una bola tan grande que tuvimos que separar en dos grupos a los niños para que no estuvieran juntos y prevenir así más desafortunados incidentes.
Entonces, cuando a pesar de estar en grupos separados los padres volvieron quejándose sobre más ataques de esta niña a su hijo se destapó toda la historia.
El niño había descubierto un modo de que sus padres estuvieran atentos a él y le prestaran la atención que necesitaba.
Y no le iba mal, bastaba con decir que la niña le había pegado para ser colmado de besos y abrazos y tratado como un bebé.
Sólo necesitaba sentirse protegido y esa fórmula le funcionaba.
Estos padres ya venían hablando de acoso, de bullying, de maltrato… y es que la difusión de temas como este a menudo causan este daño, sobretodo en familias cuyos progenitores son excesivamente sobreprotectores.
No todo es acoso.
A veces los niños discuten, a veces se insultan y a veces se pegan. De modo aislado.
Pero si los padres juegan al juego de los niños y se meten por medio intercediendo por sus hijos o recriminando a los padres del otro niño, lo que es algo aislado se convierte en algo desmesurado y sin sentido.
Victimización
Cuando un niño, debido a un conflicto aislado encuentra que es arropado por sus padres de especial manera, relaciona que su papel de víctima le aporta beneficios.
Pues si, los niños aprenden relacionando y esta es la conclusión a la que llegan.
Aceptan su papel de víctima y lo utilizan, que para eso está.
Si quieren tu atención y tus mimos te dirán el mal rato que han pasado en el colegio, te vendrán llorando diciendo que Fulanito le ha pegado sin motivos, que Menganito no le ha dejado jugar y ya en casos exacerbados que la profesora le tiene manía, que odia el colegio, llorará, pataleará y exagerará cuanto pueda.
El bullying existe y es un grave problema, pero hay que tener claro qué es bullying y qué no.
La RAE define el bullying o acoso escolar de esta manera:
“Toda forma de maltrato físico, verbal o psicológico que se produce entre escolares, de forma reiterada y a lo largo del tiempo.”
Destaco en negrita un factor importante que es su reiteración y su continuidad en el tiempo frente a lo que no es bullying que sería un conflicto aislado.
También me gustaría destacar tres factores importantes que se repiten en una situación de acoso escolar que son:
la no defensa del agredido
su silencio por miedo o por vergüenza
el silencio de los compañeros.
Sobre todo se debe escuchar a los maestros que son quienes ven desde fuera o deberían ver lo que ocurre, y digo desde fuera, porque obviamente tu hijo nunca va a contarte una versión de los hechos en la que él sea culpable.
Los culpables siempre serán los demás, no él, ni su actitud, ni sus burlas hacia los demás, ni sus provocaciones, sólo contará la respuesta de los demás y sólo lo negativo de los compañeros hacia él.
Mi consejo:
Contrasta lo que te cuentan tus hijos con las maestras, cuidadoras y testigos de lo ocurrido.
Frente a ellos dale la importancia justa, no aceptes lo que cuentan como la verdad absoluta.
Acusar a otro niño sin saber si el conflicto es real o ficticio es algo que como madre/padre no te corresponde. Un adulto intimidando a un niño sí que es acoso.
No te metas y sobretodo no metas a los padres del otro niño si ha sido un accidente aislado.
Acepta que en el patio los niños tropiezan, se arañan, caen, se gritan, intercambian insultos, pelean jugando aunque a veces vaya a más y que no van a volver a casa ni limpios ni sin rasguños.
Acepta que tu hijo puede no caerle bien a todos sus compañeros.
Habla con tus hijos sobre el acoso, sobre la violencia, las burlas continuas y las ofensas hacia los demás…
Dedica tiempo de calidad a tus hijos ya que no solo la victimización, sino a menudo el acoso hacia otros niños y el mal comportamiento, se pueden convertir en una herramienta eficaz para llamar tu atención.
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