Para unos, la familia (institución más antigua de la Humanidad) está cambiando y precisamente por eso, por permitir que cambie, el desorden social está llegando. Sin embargo, es importante señalar que el modelo de familia que todos conocemos hoy es algo innovador del siglo veinte. Con lo cual, no se puede argumentar que la causa de los males sean los nuevos modelos de familia.
Tal vez, parte del problema resida en la economía o, más concretamente, en el mercado laboral. La incorporación de la mujer al trabajo ha traído numerosos cambios, ¿quién cuida de los niños ahora?, ¿está dispuesto el hombre a asumir el rol de “amo de casa”? De ser así, ¿puede vivir una familia media desahogada económicamente con un sólo salario?.
Ahora no es necesario un único coche en la familia, se requiere uno por cada miembro mayor de edad. Comprar un mueble ya no es para “toda la vida” sino que se trata de una fase en la que “está de moda” determinado color y que, en dos años, será sustituido por otro trasto.
Los padres quieren lo mejor para sus hijos, pero hay otros elementos además de los táctiles, que no pueden tocarse, y nunca pueden recuperarse, como es el amor. Sin embargo, parece ser eclipsado por la felicidad que una videoconsola o ropa cara produce. ¿A qué precio? Fácil, más horas de trabajo, menos tiempo con los pequeños.
En muchas ocasiones los menores llegan de la escuela y pasan algún tiempo solos en casa hasta que uno de los padres acude. Estudios han demostrado que no existe relación de esto con el fracaso escolar (como el del sociólogo Gerardo Meil, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid). Pero, a pesar de estos datos “positivos” de las investigaciones, no deja de ser un tema que causa problemas.
Pasan los años y un sentimiento de culpa invade la conciencia de los padres por no haber disfrutado más de la compañía de los pequeños, el niño comienza teniendo un televisor en su habitación (se pierde el contacto con la familia en el salón), poco a poco va demandando y los padres van cediendo. Un domingo, los papás despiertan, el “pequeño” aun no ha llegado, se preocupan y, tras llamadas que nadie contesta, aquel joven que nunca daba problemas, siempre callado en su cuarto, entra por la puerta. Tras fallidos intentos de conversar con el hijo, él da la vuelta y se dirige a lo que ha sido su “seno familiar” los últimos quince años de su vida, su habitación.
Ahora os pregunto a vosotros, padres y madres del siglo XXI, que, en general, trabajáis fuera y dentro de vuestros hogares ¿os parecen mis observaciones/argumentos, muy negativos? ¿realistas? ¿qué opináis del nuevo modelo de familia?
M.Ángel Sevilla. Sociólogo y periodista.