En estos tiempos en los que estamos este problema con las groserías sucede más de lo que usted cree. A medida que van creciendo los niños copian las rutinas que ven en la casa y en otros ambientes en los que tienen que interactuar. Es decir, si en el hogar papá se la pasa gritando malas palabras y mamá le replica con otras peores, el niño va grabando todo. Por eso la recomendación principal siempre será prestar la suficiente atención a qué hace tu hijo y cómo lo hace.
El comportamiento correcto
Se da el caso de hogares en los que el niño o niña dicen groserías y en la familia lo celebran o les causa gracia. La gracia le dura hasta que lo hace en público y todos dudan de la buena educación que recibe el menor, tildándolo de grosero. Lo más recomendable es que cuando los niños actúen así hay que corregirlos. Además de hacer la corrección se le debe explicar que eso ofende a las personas, las hace sentir mal, es algo que no nos gustaría experimentar en carne propia.
Prestar atención
Enmendar el error va más allá: ¿dónde escuchó mi hijo esas malas palabras? Y se debe hacer lo propio, indicar a otros adultos en la casa u hermanos mayores que no deben usar ese lenguaje inapropiado y menos delante de los pequeños.
También se debe revisar qué programas ve el niño en la televisión e indagar en su interacción con otros niños en la escuela o la casa.
La educación en los niños
La educación de los hijos no es solo en la escuela, es un proceso que se refuerza en casa. Toca a mamá y a papá modelar en cuanto a valores y normas de cortesía. Enseñarles a decir «Por favor», «Gracias», «De nada», «Disculpe» hará de ellos grandes personas y también les recordará que no están solos en el mundo y que hay reglas que cumplir en la sociedad.
Si el caso es extremo y se toca a un punto de rebeldía o el niño más allá de ser grosero, agrede a sus padres cuando estos le corrigen, se sugiere la ayuda de un especialistas en conducta para determinar la raíz de todo, es importante tocar base con terapeutas y ser consecuentes con los límites, también dar el ejemplo es determinante, no podemos tener hijos respetuosos si no proyectamos una imagen congruente de lo que esperamos de ellos.