La verdad es que cuando tengo algo de tiempo, últimamente las series me llaman más. Pero me gusta tanto leer (y no solo leer lo libros del rincón lector a las niñas…) Este año, después de un 2017 que casi pasó de largo por la lectura, me propuse leer más este año y lo estoy logrando. Llevaba apenas unas páginas del libro que te voy a contar hoy, pero tuve una tarde relajada con una de las terremoto…y logré terminarlo! Me encantó! Por eso quiero compartir un pequeño resumen del libro aquí, porque para mi, es un libro que merece mucho la pena leer.
Educar en el Asombro
Este libro de Catherine L’ Ecuyer te hace reflexionar. Reflexionar sobre lo que los niños realmente necesitan en su infancia, sobre todas esas cosas que los sobre estimulan y que en realidad, no son necesarias. Tantas de las citas de este libro sencillamente me encantaron, como ésta:
Cuando muy niños, no necesitamos cuentos de hadas, sino simplemente cuentos. La vida es de por sí bastante interesante – G. K. Chesterton
¿Por qué nos preocupamos tanto de crear cosas emocionantes para los niños, si cuando son pequeños se maravillan de cualquier detalle de su alrededor? Se maravillan con su papá que aparece y desaparece tras sus manos, con una mariposa posando en una flor, con las hojas cayendo, con las burbujas de jabón, con todo.
Catherine nos cuenta en el libro del gran sentido del asombro que tienen los niños pequeños, y que nosotros no nos paramos a contemplar con ellos. Se maravillan con detalles cómo los que te comentaba arriba, y ese asombro y esa curiosidad les lleva a investigar, descubrir. Es algo natural que tienen los niños adentro. No les quitemos eso.
Catherine también menciona como “el asombro es el deseo para el conocimiento” Viendo las cosas con asombro, las veamos por primera vez, o las veamos de nuevo pero con otros ojos, nos hace maravillarnos con ellas. Esto me recordó al mindfulness, y a cómo nos enseña a no pasar de largo en el día a día, sino a observar y asombrarnos con las pequeñas maravillas con las que nos vamos encontrando.
Cuando crecemos, nos olvidamos que hemos sido niños. No sé por qué, no se porqué ir corriendo a todas partes pasa a ser más importante, porque todo tiene que ser tan estricto, correcto e hiper ordenado. Pocos mantienen el espíritu de peter pan, pocos recuerdan. ¿Y si lo intentamos? Y si antes de cortarle las alas a los niños, antes de despertar sus sueños, antes de tildar de desastre sus inventos, intentamos ponernos en su lugar y ver la importancia de lo que están haciendo.
Todas las personas grandes han sido niños antes. Pero pocas lo recuerdan. – El Principito
Una de las reflexiones que hace el libro es cómo en vez de respetar la infancia, la acortamos, convirtiendo a los niños en mini adultos, quemando esas etapas de la infancia cada vez más temprano, o exigiéndoles cosas que aun no les corresponde por madurez o por la etapa que están viviendo. Un ejemplo, es el momento en el que rompemos la magia de los reyes o del ratón pérez. Como dicen en el prólogo del libro
Los niños no son el futuro porque algún día vayan a ser mayores, sino porque la humanidad se va a aproximar cada vez más al niño, porque la infancia es la imagen del futuro
Una reflexión que hace la autora sobre los castigos e incentivos me parece también interesante:
Tampoco son soluciones adecuadas los castigos y las imposiciones….porque acaban generando anticuerpos que tienen el efecto opuesto al deseado. Y tampoco son sostenibles los incentivos, porque son recompensas que generan comportamientos condicionados, no libres, y crean dependencia hacia quienes los promueven….No hay voluntad sin motivación que nace desde dentro. Pero tan solo será sostenible la motivación si es auténtica, si irradia desde el interior de cada ser humano, si nace en el corazón…movida por el asombro
Yo no he castigado nunca a las niñas. Siempre he intentado reflexionar con ellas, hablar, razonar, y que entiendan las consecuencias de sus actos. Pero no las he castigado nunca. Han aprendido lo que es un castigo, cuando sus amigas les han contado cómo las castigaban y por qué. Recuerdo cuando mi hija mayor me preguntó qué era un castigo, cuando iba a primero, y al explicarle lo que era, ella misma reflexionó que yo no la castigaba nunca, pero porque le explicaba qué había hecho mal para que no lo repitiera. Ese día, lo confieso, fui infinitamente feliz.
Por ahora…voy a dejar hasta aquí las reflexiones sobre el libro.
El miércoles la segunda parte, reflexionando sobre el juego, el aburrimiento y demás.