Antes de ser madre, me doy cuenta de que mi día a día puede que fuese demasiado simple. La mayoría de las decisiones eran sencillas de tomar y contaba con el tiempo necesario para ello. Los planes podían surgir en cualquier momento sin que ello supusiera ningún obstáculo. La jornada solía repartirse equitativamente en relación a las actividades que llevaba a cabo. El tiempo se medía en horas, en minutos. Todo seguía su orden, su lógica, su curso. O eso parecía.
Sin embargo, algo se tambaleó a modo de torbellino con su llegada. Desde ese momento, cada decisión la intento valorar en base a su beneficio. Nunca antes había sentido el peso de tanta responsabilidad. Y eso puede costar. Incluso doler. En determinados momentos asustar. Nuestros ritmos en familia han cambiado, se ha vuelto necesario intentar planificar lo extraordinario con el tiempo suficiente como para que ello no suponga ningún cambio brusco, como para que nada se desestabilice. Los horarios han dejado de ser rígidos, se combinan de forma caótica, improvisada, espontánea. Los ritmos vienen marcados por un reloj que en lugar de números marca momentos, logros, recuerdos.
Reconozco que mis prioridades han ido cambiando, en realidad, mi prioridad ha pasado a ser solo una. Soy consciente que mi cuerpo también lo ha hecho, y es el encargado de cubrir sus necesidades más innatas. También las mías.
A lo largo de este camino que hemos comenzado a recorrer, me he ido encontrando con determinadas dificultades a nivel físico, pero fundamentalmente a nivel emocional y social que me han puesto contra las cuerdas. Me han hecho replantearme ideas que tenía creadas y hacer frente a realidades que no tenían cabida hasta el momento de experimentarlas.
En relación a las trabas a nivel social, y más allá del constante cuestionamiento a la que una madre se ve expuesta, sin duda, es la de lograr una conciliación real que permita hacer frente a la vida familiar y laboral sin que ello suponga el tener que renunciar a ninguno de esos ámbitos.
Según la RAE, conciliar es hacer compatible dos o más cosas en lo que se refiere a la conciliación de la vida familiar y laboral. Creo que si a las madres, si a las familias, nos encomendaran la tarea de definir tal concepto, aportaríamos una serie de matices que hicieran visible las realidades a las que nos enfrentamos y las necesidades concretas para que ni siquiera fuese necesario redundar la palabra definida en la definición.
¿Qué entiendes tú por conciliar? ¿A qué situaciones te has ido enfrentando a la hora de hacerlo?
Sin embargo, no me quedaría sólo en eso, en las aportaciones de lxs que cada día luchamos por mantener la productividad a nivel laboral y no abandonar el mercado laboral a la vez que hacemos cábalas de criar a nuestrxs hijxs y de disfrutar de sus etapas, sin delegar sus cuidados de forma obligada en recursos externos. Lo llevaría más allá, le propondría a lxs políticxs, que hicieran sus aportaciones a la definición, ya que por lo que parece, las medidas que se toman parecen estar todavía lejos de promover la flexibilidad laboral, el establecimiento de horarios adaptados, las iniciativas que conlleven cambios de los roles tradicionales de género para fomentar la corresponsabilidad… Puede que de este modo entendamos algo. Puede que no. De lo que no cabe ninguna duda, es de lo mucho que queda por hacer.
Estamos a las puertas de un verano más en el que tengamos que hacer números para compaginar guarderías, campamentos, abuelxs, viajes… para “regalar” el tiempo de nuestxs hijxs. Como probablemente hemos tenido que hacer muchos más días. Puede que hoy.