Javier Urra es Dr. en Psicología con la especialidad de Clínica y Forense, primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, autor de El pequeño dictador (un bestseller en tema de educación), e impulsor del proyecto de reeducación Recurra-Ginso. Esperto en educación y relaciones familiares, Urra explica cómo ayudar nuestros hijos a no caer o bien a salir de la espiral de la violencia, sea física como verbal o psico-emocional.
Un niño dictador no nace, se hace.
” Su principio filosófico es primero yo y después yo. Cree que el mundo gira a su alrededor, no se pone en el lugar del otro y empieza por insultos, rompe objetos y puede llegar a agresión física. Lo que hace es machacar al otro de una u otra forma ”. Urra explica además que esta actitud es un bumerán: “daña al otro y se vuelve contra sí mismo pero el deseo de estos niños es querer, solo no saben cómo querer”.
¿Por qué es tan difícil corregir e impulsar el cambio de actitud?
Cualquier cambio que implique su pérdida de poder, su dominio, conlleva tensiones en la vida familiar; el niño se vive como difícil, se deprime o se vuelve agresivo. Las pataletas, los llantos, sabe que le sirven para conseguir su objetivo. Son niños caprichosos, consentidos, sin normas, sin límites, que imponen sus deseos ante unos padres que no saben decir no.
¡Quiero ver los dibujos, ya!
¡No te quiero, eres mala porque no me compras chuches! ¡Pues ya no soy tu hijo!
¡No quiero hacer los deberes y tú no me puedes obligar!
Hacen rabiar a sus padres, molestan a quien tienen a su alrededor, quieren ser constantemente el centro de atención, que se les oiga solo a ellos, son desobedientes, desafiantes. No toleran los fracasos, no aceptan la frustración. Echan la culpa a los demás de las consecuencias de sus actos.
La dureza emocional crece, la tiranía se aprende, si no se le pone límites.
Hay niños de 7 años, y menos, que dan puntapiés a las madres y éstas dicen «no se hace» mientras sonríen, o que estrellan en el suelo el bocadillo que le han preparado y, posteriormente, le compran un bollo.
En otros casos, el hijo o hija entra en contacto con la droga y es a partir de ahí cuando se muestra agresivo/a. Algunos hijos utilizan a sus padres como “cajeros automáticos”, los chantajean, o manifiestan un gran desapego hacia sus progenitores.
Tipología de hijos tiranos y patrón psicopatológico
Cabe diferenciar los siguientes tipos:
Hedonistas-Nihilistas (“egoístas“): el más amplio en número. Su principio es “primero yo y luego yo”. El no cumplimiento de sus exigencias supone un altercado que acaba en agresión. En gran número no realizan ninguna actividad educativa o formativa.
Patológicos: por una relación amor-odio madre-hijo o por problemas con las drogas, lo que les impulsa, en muchos casos, a robar en casa para comprar sustancias psicotrópicas.
Violencia por aprendizaje: menores que han vivido situaciones de maltrato entre los padres o han sufrido de pequeños maltratos en su propio cuerpo, junto con la falta de control de los padres con pautas educativas poco coherentes o inestables. En la adolescencia, cuando su edad y físico lo permiten, “imponen su ley” tal como la han interiorizado.
Todos los tipos tienen puntos comunes, como los desajustes familiares,
la “desaparición” del padre varón, que, o bien no es conocido o está separado y despreocupado, o no es informado por la madre etc.; no se aprecian diferencias por niveles socio-económico-culturales. Generalmente el hijo es único o el único varón, o el resto de los hermanos mayores han abandonado el hogar. En la casi totalidad de los casos, no niegan su participación; es más, la relatan con tanta frialdad y con tal realismo que impresiona sobremanera.
La tiranía se convierte en hábito o costumbre que va en aumento. Las exigencias cada vez mayores obligan necesariamente a decir un día NO, pero esta negativa no es comprendida, pues en su historia vivida no han existido topes, ni aceptada.
¿Dónde residen las causas?
Respecto a los medios de comunicación, y primordialmente a la televisión, es incuestionable que el exceso de actos violentos, muchas veces sexuales, difuminan la gravedad de los hechos.
Las funciones parentales clásicamente definidas se han diluido, lo cual es positivo si se comparten obligaciones y pautas educativas, pero resulta pernicioso si hay un cierto abandono con desplazamiento de responsabilidades.
¿Cómo prevenir y/o solucionar el problema?
Para prevenir este problema, hemos de educar a nuestros jóvenes desde la primera infancia, enseñándoles a vivir en sociedad. Han de ver, captar y sentir afecto, y es preciso transmitirles valores. Formarlos en la empatía, motivarlos sin el estímulo vacío de la insaciabilidad, educarlos en sus derechos y deberes, instaurar un modelo de ética que priorice el razonamiento, la capacidad crítica y la responsabilidad de asumir las consecuencias que la propia conducta tendrá para los demás. Enseñarles a diferir las gratificaciones, a tolerar frustraciones, a controlar los impulsos y a relacionarse respetuosamente con los otros. En definitiva: fomentar la reflexión y el diálogo como contrapeso a la acción.
“Lo primero que le trasladaría a un niño es seguridad, lo segundo es te quiero, y porque te quiero te pongo límites, te enseño la solidaridad y es a partir de que lo importante no es el yo, es el nosotros que cambia tu mentalidad y así es imposible que un chaval se vuelva contra los demás”.
Fuentes: Gestionadohijos.com; Javierurra.com
Imágenes: Shutterstock.com; imagen destacada: Gettyimages.com
Revisiones y aportaciones: Vittoria Veri Doldo ~ Health Coach
Bibliografía: “El pequeño dictador: cuando los padres son víctimas. Del niño consentido al adolescente agresivo” y “Educar con sentido común” - Javier Urra
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