Te tengo que confesar algo: tengo miedo. Si, tengo mucho miedo y lo descubrí ayer en la playa. Miedo del tiempo, que se escapa velozmente como se escapa la arena entre mis manos cuando llega una ola.
Recuerdo la primera vez que vinimos de vacaciones a Galicia. La Princesa tenía solo 3 años. No sabía nadar, hacía castillos en la playa y dormía con nosotros porque le daba miedo esa casa nueva. Hoy no sale del agua, baila al ritmo de Meghan Trainor o Sweet California y duerme con su primo, como si tal cosa. Trata de hacerse la cama, recoge el desayuno y se ocupa de colgar al sol su bañador cuando llega de la playa. Y viendo todo esto me pregunto, ¿cuándo ha crecido mi bebe?
Pues mientras yo estaba enfrascada en el trabajo, en el día a día, en las cosas cotidianas y en problemas absurdos la Princesa ha crecido. Y ahora ¿qué hago? Pues he decidido que a partir de hoy me pararé a escuchar con detalle todo lo que me cuente, le dedicaré tiempo para ver ese baile sin sentido que ha preparado, me bañaré con ella, pasearé, me reiré de sus chistes (muy malos) y, si me deja, le volveré a contar un cuento por la noche como cuando era más niña. Porque no quiero que el verano que viene, o el siguiente, vuelva a sentir ese vértigo que he sentido en estos días y entonces, con la Princesa en plena adolescencia, ya no haya nada que hacer.
¡¡FELIZ LUNES!!