¿Enseñar conceptos matemáticos básicos a bebés de seis meses? ¿Pero en qué estarían pensando? Disculpadme si mis palabras suenan algo duras o incluso bordes, pero es que sigo sin salir de mi asombro. Los bebés de seis meses no están preparados para adquirir ni asimilar dichos conocimientos (madre mía, que están aprendiendo a gatear y todavía no saben hablar) y los niños de un año tampoco (otra cosa que en algunas escuelas infantiles y algunos padres se empeñen en que tienen que aprenderlo y utilicen eso de “la letra con sangre entra” pero esta vez con los números).
Para que os hagáis una idea es a los dos años cuando se da la etapa preoperacional de Piaget que continuará hasta aproximadamente los siete años. Entre los dos y los cuatro años, aparece el pensamiento simbólico y preoperacional. Así, los símbolos se manifiestan por medio del lenguaje y del juego. Entre los cuatro y siete años aparece el pensamiento intuitivo y los niños empiezan a desarrollar la clasificación. ¿Qué quiere decir eso? Pues que comienzan a agrupar todos los cubos rojos, todos los cubos verdes y todos los cubos amarillos.
Cuando tenía dos años (hasta los tres) estuve en una escuela infantil alrededor de cuatro horas al día en la cual no me enseñaron en ningún momento a sumar ni a restar. Mis compañeros y yo, nos pasábamos toda la mañana fomentando nuestra imaginación, dibujando gatos rosas, árboles amarillos y perros naranjas.
Conocimos lo que era la pintura de dedos, y más de uno se los quiso llevar a la boca para descubrir si la pintura se podía comer. Salíamos al parque de al lado a recoger hojas en otoño, aprendimos a “tocar” nuestros primeros instrumentos musicales (dícese dar pequeños golpes a un xilófono), saltábamos, bailábamos, aprendimos a compartir el material de la clase y algunos se echaban la siesta a pierna suelta.
Recuerdo que eran momentos de diversión, de creatividad, de risas, de experimentación y de un mundo lleno de descubrimientos, sorpresas y asombros (porque cualquier cosa que no hubiésemos visto antes nos parecía fascinante y llamativa). No teníamos fichas, pero sí colchonetas, murales en blanco, música y muchísimas pinturas y material artístico (llámese pinturas de dedos, rotuladores, y plastilina) para dar rienda suelta a nuestra imaginación.
Si os soy sincera, no recuerdo a ningún compañero triste ni infeliz en la escuela infantil a la que fui. Y todos salimos de allí sin haber aprendido a sumar ni a restar ¿Podemos decir que en la actualidad los niños que acuden a estos centros hacen lo mismo? Aunque la respuesta debería ser un sí rotundo, en muchas ocasiones la contestación es un no.
He visto con mis propios ojos a niños de tres años llevar mochilas con las fichas escolares que han tenido que hacer en casa. Sé de padres que en estas edades se han tenido que gastar una cantidad excesiva de dinero en material escolar. Y se de escuelas infantiles que se olvidan que quién acude a sus aulas no son niños de ocho años, si no muchos más pequeños y pasan por alto la creatividad, la imaginación, la experimentación y los descubrimientos.
Parece ser que antes de los cuatro años, los niños ya tienen que hacer operaciones matemáticas básicas, haber comenzado con la escritura y tener un nivel medio de lectura. En mi opinión, creo que se están adelantando conocimientos, se están adelantando aprendizajes. Y de esta manera, los niños más pequeños ya empiezan con el estrés con una temprana edad.
Ojo, no estoy diciendo que todas las escuelas infantiles sean así y tengan programaciones que no están adaptadas a los niños, ni mucho menos. Hablo de esos centros y de esos padres (porque hay algunos padres que también son increíblemente impacientes) que quieren que sus alumnos e hijos (bebés incluso de seis meses) lo sepan todo y hayan adquirido el mayor conocimiento antes de incorporarse a educación primaria.
A mi parecer, creo que poco a poco se va perdiendo la esencia de lo que es la educación infantil. Se va perdiendo eso de ilusionar a los más pequeños, de emocionarlos, de estimularlos, de ofrecerles oportunidades para que experimenten, descubran y se sorprendan. La infancia, es una etapa increíblemente importante. ¿Qué sentido tiene si con tres años un niño ya sabe sumar pero no ha tenido momentos para imaginar y dar rienda suelta a su creatividad?
.