Los niños son imprevisibles, eso lo sabemos. Te das la vuelta dos segundos y ya te la tienen liada. Pero hay veces, que realmente dan a tu mundo la vuelta, como ese fin de semana que pasé de organizar un cumpleaños infantil a un entrar a mi hija en un quirófano. Nada de preocuparse, que la enana está mejor que nunca y la recuperación, como buena terremoto, fue casi más rápida que la operación en sí.
Pero empecemos por el principio. Estábamos celebrando esos maravillosos 3 (lo digo por lo de dejar atrás los terribles 2) de la Enana, que si en el colegio, que si con la familia, que si con sus amigas. Tarde del sábado y está ella saltando en su charco de barro muy DIY pero que a ella le pareció muy Peppa Pig que era lo que contaba (aquí la foto)
Niñas agotadas, domingo de jugar con todo lo nuevo y de celebrar el día de la Palma y nos vamos a dormir agotados pero tras un fin de semana muy aprovechado.
4am. La enana se despierta chillando como si le clavaran un cuchillo (no se donde viene esta expresión ni sé que se siente, pero chillaba de una forma que no creo haberla oído nunca). Visita al baño, cambio de postura…se le pasa…y volvemos. Se dobla entera, se estira, se gira, le saltan las lágrimas,..
Primera impresión: ya estamos con la intoleranica/alergia/comida que me sienta fatal ¿ha comido algo raro? No que sepamos. ¿Muchas chuches? Tampoco…y tampoco sería para tanto. Los chillidos van y vienen, parecen cólicos. Se le pasa, se duerme, y a los 10 minutos otra vez como si no pudiera más. Un poco de apiretal que hace milagros. Pero nada. Pasamos el resto de la noche entre llantos, cambios de postura, y cabezadas.
Amanece, ella que quiere su leche pero no la quiere, los dolores parecen más espaciados pero le siguen saltando las lágrimas cada vez que le duele. Yo (y no soy adivina) le tenía hora en el pediatra para la revisión de los 3 años ese día, pero a última hora de la tarde. Y no sé qué me dio: no sé si fue la forma en que chillaba cuando le dolía, o la zona que se tocaba…pero me pareció que era muy tarde. Llamé y pedí una hora para el pediatra que estuviera disponible a la primera hora posible. Había en 4 horas más, así que pensé que así podíamos evitar ir a urgencias.
Llevamos a terremoto mayor al colegio, la enana se quedó al cuidado de la abuela y yo fui al trabajo casi que a saludar, porque un ratito más tarde volvía para llevarla al médico. Salí del trabajo diciendo “la llevo a consulta y vuelvo” Cuando la recogí no quería ni caminar, y en el camino al médico me di cuenta que, aunque los dolores eran aun más espaciados que antes, parecían ser más intensos.
Y entonces…una entra en al consulta pensando que va a salir con el medicamento de turno que lo cura todo. El pediatra le hace el chequeo, a la enana no le había dado ningún dolor, pero termina…y suelta: es una apendicitis o una invaginación intestinal (WHAAAT???) con mi cara lo dije todo, porque ahí me explicó mejor.
La enana, que se tocaba la parte inferior derecha del abdomen y por eso el dolor no me molaba nada, tenía inflamada la zona al tacto, además reaccionaba con un quejido al palparle la zona. Por como describía yo el dolor que ella mostraba, podía ser una apendicitis poco desarrollada aun (porque sino el dolor no hubiera sido intermitente) o una invaginación intestinal, que consiste (quien no quiera saber más que no siga leyendo) en el intestino doblándose sobre si mismo. El intestino grueso se inflama y atrapa parte del intestino delgado. Esto impide el correcto funcionamiento del intestino (si quieres saber más, Wikipedia) Yo no sabía ni que existía! Pero estaba a punto de familiarizarme más con ella. También me dijo que existía una posibilidad que solo fuera una infección.
Necesitábamos una ecografía urgente para descartar los dos diagnósticos. Así que de la consulta, a rayos. Llámame previsora, pero ya avisé al trabajo que no volvía ese día. En este momento, y sin preguntar nada más, ya tenía claro que de infección nada. El ecógrafo, que sí escuchó los chillidos de la pequeña en un ataque de dolor (él y toda la sala de espera que alucinó con su chillido agudo), nos confirmó que se trataba de una invaginación intestinal. Él estaba contento, porque nos dijo que así evitábamos la cirugía que se requiere en caso de apendicitis.
Pero la invaginación hay que tratarla de forma urgente para liberar la obstrucción intestinal. Así que…a urgencias a esperar consulta con un cirujano pediatra. Lo primero que se hace es una desinvaginación pneumática (introducen aire en el colón esperando que la presión del aire libere el intestino delgado) Funciona en el 90% de los casos. A nosotros no nos funcionó y, ahora que he visto lo que es, es una tortura!!! Sin sedación, sin calmantes, sin nada…el dolor de la prueba lo pude sentir yo a través de la enana, que aunque es de pocas palabras le dijo claramente al doctor “me duele mucho no quiero más por favor”
A mi se me partía el corazón, nunca la había escuchado hablar tan claro; y al parecer a la doctora que le hizo el procedimiento también, porque no siguieron intentando. No había funcionado, pues tenía una invaginación de 8cm y ahora quedaban 4cm. Nos lo confirmó el mismo ecógrafo de antes, a quien se le veía apenado que no se hubiera resuelto sin cirugía. ¿Siguiente paso? De vuelta a urgencias…a esperar habitación.
Dos horas más tarde estábamos ya en la habitación, la enana había jugado un rato con su hermana y no entendía por qué no podrá irse a casa (y su hermana estaba algo nerviosa al verla ahí, retorciéndose de dolor y con una vía en la mano) Desde que habíamos confirmado el diagnóstico no le habían dejado tomar agua. Así que llevaba la pobre unas 5 horas sin beber nada. Ella parecía tranquila, quería sacarse la vía pero una vez pasada la prueba de desinvaginación pneumática, todo le parecía bien. Hasta se dejaba medir el pulso y la temperatura. Le daba igual estar en una cama de hospital mientras la dejaran tranquila.
Quisieron ponerla en una cuna. Era obligatorio para pacientes menores de 5 años. Y me negué. La primera noche que la pequeña duerma en una cama separada de mi no sería una noche en la clínica. Insistieron e incluso tuve que firmar un papel que me hacía responsable si se caía, pero nos dejaron la cama.
Pero cuando su hermana, el padre y la abuela de las criaturas se fueron a casa, ella me miraba, como si quisiera preguntar qué iba a pasar después pero en realizad no quisiera saberlo. Yo le decía que el doctor iba a curarle el dolor y dormiríamos ahí. Recuerdo perfectamente el rato que estuvimos solas, viendo la tele, comentando los dibujos, pero recuerdo sobretodo como ella me miraba a veces fijamente a los ojos, buscando saber si de verdad todo iba a ir bien. Siempre he pensado que tiene un sexto sentido para esas cosas.
Cuando nos vinieron a buscar para ir a quirófano, en el camino si que se asustó. Yo la acompañé hasta el pabellón, pero cuando me vió ponerme el gorro y la bata…me miró con autentico terror. Estuve con ella mientras le ponían la anestesia, y vi como peleaba para que no le pusieran la mascarilla…hasta que se quedó dormida. Ver como tu pequeña se queda así, anestesiada y lánguida, es una sensación muy extraña, da mucho nervio…no me gustó nada. Así que pregunté si podía irme y me largué de allí.
1 hora después ya estaba en recuperación y nos dejaron entrar a acompañarla. Dormía profundamente, ya con su intestino curado y sin apéndice (por si las moscas) Supimos que se encontraba bien apenas se despertó y empezó a dar patadas para que le sacaran la vía (que ahora le habían cambiado al pie con la esperanza que no se la quisiera sacar)
Por supuesto pasamos la noche durmiendo ambas en la cama de hospital. Las enfermeras se sorprendían al entrar a darle la medicación, pero agradezco que nadie se metiera ni dijera nada. Ella durmió bien, no pidió ni siquiera el calmante extra que le tenían por si acaso. Estaba aliviada sin el dolor que la había agotado todo el día. La recuperación fue rápida, y si pasamos dos días en el hospital fue solamente porque se negaba a comer la comida que le daban, y sin comer no le podían dar el alta. Cuando le sacaron el suero y siguió sin comer más que galletas y zumo, el cirujano tuvo que convencer a las enfermeras que en casa comería mejor que allí y el miércoles nos dieron por fin el alta.
El alta con indicación de reposo…(aun me rio de eso) reposo del que no hizo ni caso, y el jueves ya corría, el viernes ya saltaba, y el sábado hasta se cayó de la cama por hacer el loco con su hermana. Pero no hemos tenido más síntomas (un 1% de los casos reinciden) y las heridas apenas se le notan.
Este post es mi pequeño homenaje a esta parte de la maternidad, a todas esas experiencias inesperadas y no siempre agradables que nos suceden como madres, y que hacen que el amor por nuestros hijos se haga (si se puede) aun más fuerte.
¡Feliz semana!