Y es que nos guste o no, el ser humano suele tener un miedo casi patológico al dolor, y se sabe que el parto es uno de los dolores más intensos que puede sentir, en este caso, las mujeres.
Por eso una de las dudas que acucia a las embarazadas es la de epidural sí, epidural no. Por supuesto, es una decisión muy personal en la que intervienen muchos factores, y donde lo ideal sería estar bien informada, conocer sus ventajas e inconvenientes, para poder decidir con una perspectiva más allá del miedo al dolor.
No es mi intención ofrecer en este post información detallada sobre este tipo de anestesia durante el parto, porque considero que hay lugares más adecuados para ello. Al fin y al cabo yo no soy profesional del embarazo y el parto, solo soy una mujer que ha vivido tres embarazos y tres partos. Y es desde la perspectiva personal desde la que te quiero hablar, de tú a tú.
MIS TRES PARTOS SIN EPIDURAL
He parido tres veces sin epidural. A pelo. Sí, tal cual, aunque a mucha gente cuando lo cuento le parezca increíble. No me creo más fuerte, ni más valiente por haberlo hecho, que conste, creo que un parto es un momento demasiado sensible y vulnerable como para que una mujer sea una campeona - como me suelen decir al hablar del tema - por el simple hecho de parir "a dolor".
Mi proceso hacia la decisión de no usar la epidural comenzó durante el embarazo, empapándome de toda la información posible, bien a través de fuentes especializadas - libros, webs, mi matrona, mi ginecólogo - como a través de experiencias personales. Lo cierto es que no recuerdo ahora mismo tener una idea clara al respecto al comienzo del embarazo, como sí la tenía sobre la lactancia materna decidiendo desde un principio optar por biberón, y cambiando mi decisión a medida que me informaba más sobre ella. No se en qué momento decidí que quería parir, o al menos intentarlo, sin epidural.
Una vez valoré las ventajas e inconvenientes de la epidural, creo que la idea fue esa, no crearme expectativas, intentar parir sin epidural, si podía bien, y si no podía, no pasaba nada. Sí es verdad que al final del embarazo iba teniendo claro la idea de un parto lo más natural posible, respetado, con la mínima intervención, y aleccionaba a mi pareja para que, llegados los momentos de bajón durante el parto, me recordara por qué no quería la epidural
Mi primer parto: pedir la epidural a gritos pero ¡Oh! Sorpresa
Si creía que no iba identificar cúando estaría de parto, qué equivocada estaba. Mi primer parto comenzó con unas contracciones muy dolorosas, contracciones con dolores lumbares realmente insoportables - lo que se conoce como "parto de riñones"- y de hecho me ingresaron porque, a pesar de no haber iniciado la fase activa del parto, sin dilatación todavía, las contracciones eran rítmicas pero sobre todo muy dolorosas. En una de ellas, de la intensidad, vomité y me oriné, a la vez.
Sí, mi primer parto comenzó con un dolor que me pilló por sorpresa, pues me esperara que al principio fuera llevadero y fuera incrementando con el proceso del parto. El dolor de las contracciones hacía mella en mi decisión de no pedir epidural. Para colmo, el ginecólogo me había puesto un calmante, en teoría para descansar, pero la realidad es que lejos de aliviar, el dolor seguía siendo el mismo con el añadido de que yo estaba totalmente drogada, por lo que no podía más que estar acostada. Y al estar acostada, el dolor se multiplicaba.
Así que no llevaba ni dos centímetros dilatada y suplicaba por la epidural. El matrono me llevó a reconocerme a una sala para ver si había dilatado lo mínimo para poder llamar al anestesista, en ese momento rompí aguas a lo bestia - sí, como en las películas, como si hubiese volcado un barreño lleno de agua -, y ante mi persistencia accedió a trasladarme a la sala de dilatación y avisar al anestesista.
A pesar de todo, y mientras me ponía la vía y me facilitaba el consentimiento informado, me aconsejaba no ponerme la epidural porque decía que iba a parir mejor. Pero me daba igual, no estaba dispuesta a soportar ese dolor que no me dejaba ni respirar, pensando en el largo trabajo de parto que me quedaba por delante. Y la sorpresa fue que de repente sentí ganas de "empujar" - aunque en realidad lo que sentía eran ganas de cagar, para que nos vamos a andar con rodeos - y al hacerme un tacto comprobó que ya estaba dilatada de 7 centímetros, el parto se había disparado y no daba tiempo a que viniera el anestesista, pues estaba atendiendo a otras pacientes.
Lo siguiente fue el cambio de turno del personal sanitario, un nuevo matrono que me animó en primer lugar a ponerme en vertical para favorecer el parto, unos pujos sentada en el wc porque gracias al calmante no me mantenía en pie, y pensé que al fin y al cabo si se caga sentado será por algo, y un expulsivo que se precipitó estando allí sentada en el excusado.
Mi bebé nació casi sin darme cuenta en poco más de una hora desde esa explosiva rotura de aguas, en un parto natural, respetadísimo, que me hizo sentir la mujer más poderosa del mundo al poder dar vida por mi misma a esa criatura y sentir cómo mi cuerpo trabajaba para ello.
La consecuencia fue un desgarro leve que se saldó con un punto de sutura exterior, y a pesar de que me sentía como si me hubiera arrollado un tren de mercancías, la recuperación fue muy buena. No me olvido de que lo que me jorobó el posparto fueron las hemorroides, pero dudo que me hubiera librado de ellas con la epidural, a juzgar por otras experiencias.
Mi segundo parto: ya se lo que es "parir sin", gracias pero NO
La ventaja del segundo parto es haber pasado por el primero, ¡de algo tenía que servir, digo yo! por lo que te ayuda a tener una perspectiva más amplia a la hora de tomar la decisión de parir con epidural o no. Yo lo tenía meridianamente claro, NO quería epidural. Mi primera experiencia sin ella había sido positiva, si pude parir una vez sin epidural estaba segura de que en mi segundo parto podría hacerlo de nuevo, y sobre todo, no quería arriesgarme a que algo no saliera bien por hacer uso de ella.
En esta ocasión ingresé por rotura de bolsa, eso sí, fue una fisura leve que me hacía perder líquido poco a poco, por lo que cuando me dieron la habitación sobre las 11 de la mañana todavía no había señales de parto activo. Así que, rechazando "ayudas"- tira de prostaglandina, oxitocina sintética o cualquier maniobra realizada para provocar en desencadenamiento del parto - pasé todo el día con molestias, contracciones de dolor manejable, hasta que cerca de media noche la cosa empezó a evolucionar.
A eso de las 00:30 horas decidimos avisar a la matrona porque yo sentía que el parto ya estaba en marcha. Vino a la habitación, se presentó, me pidió permiso para realizarme un tacto, me informó de que había dilatado 2 cm y me preguntó si iba a querer epidural. Mi respuesta fue que en principio, y sabiendo lo que sabía, prefería no ponérmela, rechazando de plano también el ofrecimiento de ponerme un calmante, porque en ese aspecto mi experiencia sí había sido muy negativa en el anterior parto.
Aunque parecía que aún me quedaban unas horas por delante, pues la fase activa del parto estaba recién iniciada, parece que la naturaleza me ha regalado el don de parir rápido, así que no habría pasado ni media hora desde que me viera la matrona cuando me tuvieron que trasladar a dilatación porque las contracciones eran muy dolorosas y seguidas. Dada la rapidez, sospecharon que podía estar exagerando hasta que otra matrona me hizo un tacto y comprobó que estaba dilatada de 5 centímetros. Rompí la bolsa - sospecho que no fue una rotura espontánea sino producto del tacto - de nuevo la cosa comenzó a acelerarse y al igual que en el primer parto las contracciones eran muy, muy dolorosas.
Tenía claro que quería parir sin epidural, pero también que no tenía por qué hacerme la valiente. Y te voy a decir una cosa, en ese momento de debilidad, por aliviar el dolor vendes tu alma al diablo si hace falta. No pedí la epidural físicamente pero sí pregunté a la matrona si debería ponérmela, buscando un poco de apoyo, o seguramente, la palmadita en la espalda, el ánimo que me hacía falta para seguir adelante sin ella. Entonces escuché a la ginecóloga decir mientras leía el registro del monitor "uys, esto va volado" y no necesité saber más.
Eso sí, nada me quitaba intentar pasar el menos dolor posible, así que la matrona me trajo el óxido nitroso, uno de los métodos de analgesia alternativos a la epidural, y bueno, todavía no tengo claro que fuera efectivo, pero al menos me entretuvo. Gracias a la silla de partos hice un par de pujos muy efectivos, pasé rápidamente de la sala de dilatación a paritorio - me ofrecieron parir allí mismo pero yo sentía que necesitaba agarrarme a las asideras de la cama de paritorio - donde en un par de pujos más, acompañada de la matrona, siguiendo mi ritmo y sobre todo el de mi bebé, tuve un expulsivo maravilloso que se saldó con un pequeño desgarro en la zona superior de la vagina y que ni siquiera precisó de puntos.
Mi bebé nació con "tres circulares" - vueltas de cordón" - que la matrona desenredó a medida que avanzaba el expulsivo, sin consecuencias negativas. Ese hecho es el que me hace dudar si la epidural pudiera haber afectado de alguna manera en caso de habérmela puesta, ya que una de las desventajas que se conocen de ella es que puede retrasar la fase final del parto.
De nuevo tuve la sensación de vivir un parto maravilloso, un parto respetado, de sentir cómo mi bebé se abría paso a la vida a través de mi, y esa fuerza animal para mi es algo que merece la pena ser vivido. Y el parto, en comparación con el primero, fue más intenso, más concentrado, más corto -si cabe, porque ya el primero lo fue- pero más intenso.
Mi tercer parto. ¿Epi qué?
Huelga decir que si las dos primeras veces parí sin epidural, la tercera no iba a ser menos. Más que nada porque pensaba "a ver si con lo bien que he parido sin ella, la voy a cagar ahora". Y es que puestos a elegir, más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.
No, definitivamente no me planteé la epidural en mi tercer parto porque ya me conozco, conozco mi cuerpo y se cómo trabaja durante el parto. Evidentemente nada me aseguraba que la experiencia fuera igual que las anteriores pero puestas a pensar, me aferré a mis experiencias previas. Podían pasar muchas cosas, sí, pero lo más probable es que el parto fuera similar a los anteriores.
Y no estaba dispuesta a probar qué tal se paría con epidural, no fuera que me jugara una mala pasada, no tenía necesidad de ello. Aunque realmente tenía ganas de saberlo, de saber qué es parir sin dolor porque he escuchado a muchas madres decir que es maravilloso saltarte esa parte del parto, pero no me pareció el momento de hacer experimentos, y más pensando que ello pudiera afectar de alguna manera a mi bebé.
Pero claro, a pesar de todo el parto volvió a ser ultra doloroso, quizás el que más. Si el segundo me pareció que se concentraba todo en menos tiempo que el primero, el tercero ya fue la leche. Hubo un momento en el que no había descanso entre las contracciones, me golpeaban una tras otra sin dejarme ni respirar, así que oye, una es humana y de nuevo busqué la aquiescencia de la matrona para ponerme la epidural. Se que realmente no quería ponérmela, pero sí necesitaba escuchar las palabras mágicas de "tranquila que ya no te queda nada".
Y así fue, no solo me tranquilizaron sus palabras sino que en un intento por aliviarme me trajo el óxido nitroso y la fit ball para sentarme en ella y rotar la cadera. No fueron ni un par de pujos los que me indicaron que ya mi bebé quería conocer el mundo exterior, de nuevo en contra del tiempo que en teoría me quedaba por delante, pero qué le vamos a hacer, soy rápida pariendo, y mi bebé nació tras un expulsivo a nuestro ritmo, tan limpio, tan bonito, sin desgarros, sin daños colaterales.
Así que de nuevo había tenido una experiencia maravillosa de parto natural sin epidural, respetadísimo, maravilloso. Tres de tres, o hack trick como dirían los futboleros, el caso es que tres partos sin epidural, tres partos increíbles, a cada cual mejor.
Antes de que preguntes... No, no habrá un cuarto, te lo aseguro. Ya viví todas las experiencias de embarazo, parto y crianza en mi vida, definitivamente no necesito más.
ENTONCES, ¿EPIDURAL SÍ O NO?
Supongo que piensas que esta pregunta es absurda después de todo lo que te he contado, pero como te decía antes, es algo que depende de muchos factores y de cómo afrontes el parto, yo poco más puedo que aportar mi experiencia, según la cual solo puedo decir que, para mi, sin duda mejor sin epidural.
Ahora, bien es cierto que yo no pudo comparar. Muchas madres han vivido varios partos y han comprobado las dos opciones por lo que pueden hacer una valoración más aproximada de si es mejor parir con epidural que sin ella, aunque hay que tener claro que no hay dos partos iguales, lo que salió bien en uno puede complicarse en otro y viceversa, por lo que las comparaciones también son relativas. Pero yo tengo tres experiencias con una sola opción, no se ni por asomo cómo se da a luz con epidural.
Puedo decir, eso sí, que si yo he parido sin epidural, cualquiera puede hacerlo porque no soy especial, no soporto el dolor mejor que nadie, no soy una campeona. Yo pasé mucho dolor, el dolor más grande de mi vida, un dolor insoportable, que quede claro. Pero también es cierto que para mi ese dolor merecía la pena porque hay otras situaciones que te hacen sufrir un dolor de querer arrancarte las entrañas, como el cólico nefrítico, para nada, para que el resultado por ejemplo sea expulsar una piedra.
El parto duele, pero el resultado final es maravilloso. Y ojo que yo maldije a mi marido, pedí la epidural a gritos, me arrepentí de haberme embarazado, juré no volver a parir en mi vida, incluso estaba dispuesta a dejarme rajar con tal de que el dolor acabara posesa cual niña del exorcista, y aún así, aún así, me alegro de haber parido "a pelo" y poder recordar cada una de las sensaciones vividas.
Entiendo que el miedo al dolor pueda bloquearte, pero en mi caso me ayudó pensar y saber que el dolor acaba con el expulsivo, y que cuanto mejor trabajara y más pusiera de mi parte, antes acabaría. Me ayudó saber que es un dolor fisiológico, no es un dolor por un golpe, ni por una inflamación, infección o enfermedad, que sabes cuándo empieza pero no cuándo acaba, y concentrarme en favorecer a mi cuerpo para trabajar activamente en el parto me ayudó a llevarlo mejor.
Así que en mi experiencia te puedo decir que EPIDURAL NO, pero porque no conozco otra opción, y porque he parido muy bien sin ella. Esto no quiero decir que esté en contra de la epidural, sino que mi experiencia sin ella ha sido muy positiva, y una vez conocida, fue la opción elegida en mis siguientes partos.
No quiero convencerte de que des a luz sin epidural, quiero ofrecerte mi punto de vista basado en mi experiencia para que te pueda servir de referencia a la hora de tomar la decisión de ponerte la epidural o no en tu parto. Lo que sí debes tener claro es que, elijas lo que elijas, que sea lo que tú quieras de verdad, y que te sientas plena y satisfecha con tu elección. En tu parto mandas tú.
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Te recuerdo que he sido nominada a los Premios Madresfera 2016 en la categoría "Embarazo y Crianza", y para mi sería un auténtico regalazo ser finalista, al igual que el año pasado. Si además resultara ganadora, sería el reconocimiento a mis 9 años de trayectoria con este blog con el que tanto he aprendido y disfrutado, compartiendo mi maternidad en este espacio que es una parte de mi vida tan importante.
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