¡OJO! se considera trastorno cuando estos comportamientos son frecuentes e intensos e interfieren en la vida cotidiana de los diferentes contextos.
Se suele diagnosticar al comienzo de la escuela primaria.
En su conducta se observa dificultades para escuchar instrucciones y seguirlas, se presentan dificultades para la realización de tareas y finalización, problemas de concentración, desorganización en las tareas y gran facilidad de distracción.
Además si el menor contempla hiperactividad, se observan conductas de inquietud e intranquilidad.
Para poder establecer pautas educativas y límites claros, es necesario una coordinación en la misma dirección por parte de los progenitores, médicos, profesores y todo profesional ligado al menor.
La esencia del establecimiento de límites se centra en:
Trasmitir mensajes verbales y no verbales que sean claros, concisos y al unísono.
Verificar que efectivamente lo que se intenta transmitir ha sido escuchado y comprendido.
Comenzar a dar el mensaje una vez que ambas partes se encuentran preparadas y en calma para darlo y recibirlo, previa explicación de cómo proceder.
Fomentar la motivación para que sean capaces de elegir la opción más correcta (colaboración y progreso), apoyar siempre aunque la opción elegida no sea la más adecuada y motivar a su cambio.
Actuar de forma correcta las personas que se encuentran a su alrededor para aprender de ellas, a través de la observación.
Relacionar claramente la consecuencia que le sigue a la situación o la conducta realizada, tanto si es positiva como negativa.
Límites en adolescentes
La etapa de la adolescencia en la vida de una persona está caracterizada por cambios a nivel físico, emocional, conductual, mental. En muchos casos es complejo para la persona y los que están a su alrededor.
Empiezan a tener contacto con el razonamiento adulto y a buscar una identidad. Teniendo en cuenta esto, es necesario un guía que permita a los menores discriminar, elegir y facilitar las decisiones que tomen acerca de los conflictos que se vayan presentando.
No se trata de hacer lucha de poder, hay que ayudarles a comportarse mejor, dejar que experimenten las diversas consecuencias, que aprendan de sus errores y sus logros y apoyarles a que continúen con su exploración del mundo y de ellos mismo.
Un elemento indispensable y esencial para pautar límites es la alianza que entre progenitores y menor en un nivel adaptativo, definir cada uno el rol dentro de la representación, de madre, padre e hijo/a, estableciendo las características de cada uno de los personajes y definir así el funcionamiento de autoridad.
Establecer límites cuando la situación lo demande y si es necesario. Tanto por defecto como por exceso puede dar lugar a obstaculizar el desarrollo normal del adolescente.
No estancarnos en los mismos límites una y otra vez, hay que adaptarlos teniendo en cuenta al menor y los matices que presenta la situación.
Hemos de tener en cuenta que los límites que se establecen para cada menor son creados para él y bajo unas determinadas circunstancias, si los queremos utilizar para un hijo que posteriormente entrará en esa etapa puede ocurrir que no nos funcione.
¡No te frustres, y piensa en cómo es el menor y reformula el límite que necesita!
Tras las consecuencias obtenidas discernir si se ha conseguido el objetivo. Si no es así, habrá que reformularlo de nuevo, para conseguir el comportamiento deseado.
PRÁCTICA:
¿Que intentamos conseguir? Objetivo (Cambiar la conducta de y/o fomentar…).
Definir el límite. Ante la Situación de…, Actúas como … (Comportamiento) Ocurrirá que… (consecuencias).
¿Se dan las condiciones apropiadas y es necesario? (características del menor, momento y si las circunstancias lo requieren).
Hacerle saber a nuestro hijo el límite y su funcionamiento, comprobar que lo entiende.
Ponerlo en práctica.
Bibliografía:
-Robert J. Mackenzie: “Poner limites” como educar a los niños responsables e independientes con límites claros.