Y aunque habitualmente lo asociamos a la vejiga, lo cierto es que se puede tener en cualquier parte de las vías urinarias, desde los riñones pasando por los conductos y la vejiga, hasta llegar a la uretra, el conducto que transporta la orina hasta el exterior del cuerpo.
Habitualmente las mujeres son más propensas a sufrir una infección urinaria que los hombres. Pero si esta infección se produce durante el embarazo, puede traer graves consecuencias para la madre y el hijo.
¿Qué provoca una infección de orina?
La higiene después de ir al baño es una causa habitual de cistitis, ya que el paso del papel higiénico en el ano y la vagina, favorece el transporte de los microorganismos intestinales a la vulva.
Otras de las causas que pueden causar una infección de orina en el embarazo son:
Antecedentes familiares con frecuentes infecciones de orina
Ser portadora de litiasis o piedras en los riñones
Padecer malformaciones uroginecológicas congénitas
Insuficiencia renal o diabetes
Infecciones genitales por hongos
Haber tenido más de un embarazo
En definitiva, la infección urinaria se debe a una invasión de microorganismos en el sistema urinario (uretra, vejiga y riñón), y suele ser una de las patologías más comunes en el embarazo. El 20% de las embarazadas presentará una infección de orina a lo largo de la gestación.
La mejor forma, por lo tanto, de no padecer infecciones urinarias es evitarlas y prevenirlas.
Beber líquido de manera abundante
No retener la orina e ir al baño siempre que se tengan ganas, aunque con el embarazo y por la presión del propio feto, esto ya es habitual.
Utiliza ropa interior de algodón y evita las prendas sintéticas y demasiado ajustadas.
Después de defecar, limpiarse siempre de delante hacia atrás.
Cambiarse el bañador para evitar ir con el traje baño mojado durante mucho tiempo.
Bebe un vaso de agua antes del acto sexual y orinar al finalizar.
Acudir al médico ante la aparición de los primeros síntomas.
Riesgos para el feto
La infección renal en el caso de las embarazadas puede ocasionar complicaciones que pueden aparecer tanto en el parto como en la propia gestación del feto.
La infección puede elevar el riesgo de tener un parto prematuro y contracciones prematuras, como también retrasar el crecimiento intrauterino, elevar el riesgo de que se rompan las membranas del útero y, aunque en casos muy excepcionales, podría causar la muerte fetal.
Por último, es habitual que con la infección, el bebé eleve el riesgo de nacer con bajo peso y con anemia.
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