Los resultados de un estudio médico publicado en Agosto de 2012 en el European Journal of Epidemiology, realizado a más de 7 mil niños, y coordinado por el equipo de la investigadora Doctora Lisa Smithers de la Universidad de Adelaide, localizada en el sur de Australia, en el cual se analizó la relación entre los hábitos alimentarios de los niños de seis meses, quince meses y dos años y su coeficiente intelectual a los ocho años de edad.
De acuerdo con dicho estudio, los niños alimentados con dietas saludables en edad temprana pueden tener un coeficiente intelectual ligeramente superior, mientras que aquellos con dietas de comida chatarra más pesadas pueden tener un coeficiente intelectual ligeramente reducido. En dicho estudio se comparó una amplia gama de patrones dietéticos, incluyendo alimentos preparados en casa de forma tradicional y contemporánea, alimentos preparados infantiles, la lactancia materna y "discrecional" así como el consumo de comida chatarra.
El objetivo principal de la investigación ha sido determinar el impacto de la dieta en el coeficiente intelectual ( IQ ) de los niños, a través del suministro de nutrientes aportados en la dieta para el desarrollo del tejido cerebral durante los primeros dos años de vida de los bebés.
De acuerdo con la opinión de la Doctora Smithers:
1- Se encontró que los niños de 8 años que fueron alimentados con leche materna hasta los seis meses y que tenían una dieta saludable regularmente que incluía alimentos como legumbres, quesos, frutas y hortalizas a los 15 y los 24 meses, tienen un IQ hasta dos puntos superior.
2.-Aquellos niños de 8 años que tenían una dieta regularmente con galletas, chocolate, caramelos, refrescos y patatas fritas en los dos primeros años de vida, tenían IQs hasta dos puntos menor.
3.-Se encontró algún impacto negativo en IQ de alimentos infantiles preparados en seis meses, pero algunas asociaciones positivas cuando se administra a los 24 meses.
La Dra. Smithers concluye que este estudio refuerza la necesidad de proporcionar a los niños con alimentos sanos en un momento crucial, formativo en sus vidas. Mientras que las diferencias en el IQ no son enormes, este estudio brinda algunas de las pruebas más solidas hasta la fecha con respecto a que los patrones dietéticos de seis a veinticuatro meses tienen un efecto pequeño pero significativo en IQ a ocho años de edad. Por lo que es importante que se considere el impacto a largo plazo de los alimentos que suministramos a nuestros hijos.
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