Ayer tuve la ocasión de disfrutar del bebé de unos grandes amigos. Se trata de un niño, además de guapísimo y risueño, muy buenecito y que no da nada de guerra. Ni siquiera cuando sufre de los típicos 'gasecitos' propios del primer año de vida. Y tampoco cuando tiene sueño o hambre. Ya sabéis, lo que suele conocerse como un 'angelito' en potencia.
Hablando con su mamá sobre lo difícil que es, cuando eres madre primeriza, adivinar qué siente el bebé, qué quiere decir cada gesto, cada lloro o carantoña, me di cuenta de que ella no sólo gozaba de un vínculo super fuerte con su hijo, en el que parecían entenderse de maravilla, sino que, muchas veces nos complicamos la vida tratando de ajustar la teoría de los libros, a situaciones cotidianas, cuando hay algo que va mucho más allá de cualquier guia de padres, y que es más sencillo e infalible: la intuición materna, el instinto.
Foto. Momaroo.
Al ser madre primeriza, me contaba cómo muchas veces observa a su bebe durante casi horas, y se atreve a adivinar lo que está pensando, sintiendo o incluso soñando. ¿Recordáis la historia de la mamá de Mila, que jugaba a averiguar con qué soñaba su bebé? Pues mi amiga no lo retrata en un papel, pero sí en su cabeza. Dice que cuando su bebé está dormidito, le ve gesticular. Poner cara de susto e incluso esbozar sonrisas más amplias que las que emite cuando está despierto. Todo esto me ha llevado a escribir el post de hoy y a lanzar una pregunta al aire ¿Observáis lo suficiente a vuestros bebés? ¡Se aprende muchísimo!