No me enorgullece, pero tampoco me apena.
Aunque yo no quiera, asimilo que es parte de mi labor.
Y miren que pienso que pude ser tan mala,
como alguna vez -de niña, también-
pensé que era mi madre y mi padre.
Pero sólo soy "un poquito mala";
un poco "amarguis", porque en las noches
tengo "cara de seria"; porque a veces no digo ni pido
las cosas "por favor"; porque siempre digo
que hay qué hacer, interrumpiendo juegos
o momentos divertidos. Sí, soy una mamá mandona.
Pero sólo "un poquito mala"... dice ella.
Y yo le concedo razón, deseando que
esa fuera la única maldad
que mi hija
conociera en la vida.