Cuando hablo del termino política, tal vez parece que no tiene que ver con historias de una madre que cuenta sus experiencias, sus angustias y sus alegrías con respecto a la maravillosa labor que un día Dios me encomendó y que rápidamente entendí que sería para toda la vida.
Sin embargo la política tiene mucho que ver con mi vida y más con la vida de mi hijo, porque ha sido el gobierno de mi país, la que nos obligó a encerrarnos como si hubiésemos cometido algún delito, la que le quito a mi hijo la alegría de disfrutar un parque o un centro comercial los fines de semana, la que nos ha negado las oportunidades de crecer y desarrollarnos como familia dentro de nuestras fronteras, la que hoy nos ha forzado a tomar la alternativa de buscar nuevos horizontes, donde mi hijo tenga la oportunidad que su país le ha negado, y donde los desastres de esa política no nos alcance. Hoy lejos de mi Venezuela me siento más segura, es aquí donde he dejado de sentir miedo de salir a la calle y caminar libre, porque hace tiempo mis calles dejaron de ser mías y de los venezolanos, para pasar a las manos de la delincuencia y la maldad.
La política paso a formar parte de nuestras vidas, hasta el punto que hoy mi hijo de 11 años tiene una larga trayectoria política, porque día a día ha escuchado, sentido y vivido el miedo a este gobierno. En otros tiempos la Venezuela rica, solidaria y hermosa que hemos dejado atrás por miedo, recibió muchas familias provenientes de países en guerra que huyendo llegaban con el mismo miedo y buscando un mejor porvenir.
Hoy por primera vez en la historia a los venezolanos nos toca ser inmigrantes, quizá no por una guerra declarada, pero guerra al fin al cabo y con muy similares consecuencias. Una guerra indigna y cobarde de un grupo de traidores a la patria contra un pueblo noble. Y como en toda guerra algunos han sacado provecho mientras han podido, cual mercenarios, otros han protestado, aunque con el tiempo en el camino unos se han resignado, otros han muerto, otros hemos nos hemos ido, y también están los que siguen apoyando sin importar lo que ocurra, quizá porque no se sienten merecedores de otra vida.
No se trata solo de imponer un régimen sino de diezmar un pueblo desde todos los frentes posibles. Hemos sido sometidos a una guerra psicológica para doblegarnos y enredarnos en una espiral de violencia entre hermanos, han comprado conciencias y aliados cómplices, han armado grupos que más que delincuentes yo llamaría grupos exterminio que mantienen sitiada a la población, enfermedades que ya no existían en el país han reaparecido, y por último una crisis humanitaria donde todos los días hay escasez de algo más. Todo esto con el propósito de someter futuras generaciones, impidiendo su desarrollo progreso y libre pensamiento.
La generación de mi hijo no nació en democracia y día a día ha visto como la vida se hace inevitablemente más y más miserable, pero yo que si nací en democracia voy a velar porque el crezca en democracia y goce de las mismas oportunidades de progreso, aunque no pueda verlo en su país y su corazón quede dividido entre dos países.
Como pueblo nos ha tocado aprender de esta experiencia lamentable, entre otras cosas que las salidas fáciles hacen el camino más largo, que no esperemos una salida milagrosa o un super héroe que nos rescate sin antes luchar con nuestras propias armas utilizando con inteligencia las herramientas que están a nuestro alcance, que no se deben abandonar los caminos democráticos si queremos recuperar la democracia, sin importar las trampas que nos tiendan, porque es ese el talón de Aquiles de este gobierno sin escrúpulos que se ha valido de las bondades y debilidades de la democracia para permanecer en el poder por más tiempo del debido, haciendo daño a todo un pueblo y destruyendo todo a su paso, incluida la voluntad y esperanza de mucha gente.
Pero estoy segura que ese pueblo noble, solidario, tolerante, de paz, de fe, alegre y lleno de humor aún sigue ahí sin importar lo qué nos hayan quitado un grupo de desalmados que tarde o temprano tendrán que responder por sus actos.
Estamos tocando fondo como a veces ocurre en la vida, pero mi Venezuela se levantará renovada y volveremos a ser ese país de oportunidades, más organizado, más justo, más humano, más maduro que antes, el país que soñamos todos y hasta mejor de lo que podemos imaginar.
Nos espera una etapa de reconstrucción, de recobrar la esperanza, la fe y la confianza q nos han robado, y mientras tanto en la distancia sabemos el día en que partimos más no el día en que regresaremos, y quizá para algunos, ese día nunca llegue.