9 años llevo ya intentando acostumbrarme que Julio y Agosto no significan verano; pero como siempre intentamos visitar Barcelona en esas fechas, han seguido marcando la mejor época del año. El verano ahora ha pasado a mezclarse con las navidades, con Enero y Febrero que en mi mente son meses grises y de mucho abrigo.
Más allá de tecnicismos en el nombre de los meses, el verano sigue siendo verano ¿o no?; el verano es época de relax ¿verdad?;
Otro tema, muy relevante para mi diserción de hoy: en Chile tienes 15 días de vacaciones, que me gasto cada vez que viajamos a Barcelona. No estoy yo para cruzar el Atlántico, jet lag y dos terremotos incluidos, como para ir menos de tres semanas! Así que en verano, cuando las terremoto tienen vacaciones escolares, la menda no tiene vacaciones. Y la verdad no las he apuntado a ningun campamento de verano. La una es muy pequeña, la otra no quería ir, y la verdad es que no son nada baratos. Así que la abuela de las criaturas hace malabarismos con sus nietas por las mañanas (lleva un mes y solo habla de irse a vivir al caribe) y yo estoy con ellas por las tardes.
Debería ser lo mismo que todo el año ¿o no? Pues no. Repasemos el concepto de verano que describía arriba: piscina (sí, descontando estas lluvias y días otoñales y que el agua es lo más parecido a bañarse en un glaciar), calor (5 días sí, 2 no…está siendo un poco descafeinado el verano); días muy muy muy muuuuy largos (pero que muy largos, y tan largos…este par ni en la oscuridad se duermen si no se ha puesto el sol), nada de madrugones (sí, sí, madrugones igual que todo el año, de lunes a domingo); devorar libros (libros? que es eso? suerte de la app de kindle en el teléfono sino no habría leído ni dos párrafos); escuchar música (¿en el trabajo cuenta?) y RELAX (de relax NADA de NADA)
A diferencia del resto del año, cuando llego de trabajar las niñas están relajadas, no cansadas. Se han despertado más tarde (cosa que hacen solamente de lunes a viernes), han desayunado sin prisas, han visto la tele, han pintado, etc… ¿qué pasa en cuánto llego yo? Después del primer minuto de alegría desbocada, llegan las preguntas “¿qué hacemos hoy? ¡donde vamos? ¿a quien vamos a invitar? ¿A quien vamos a visitar? ¿podemos ir a la piscina ahora?”
El tiempo que tardo en comer se les hace eterno, no dejan de venir a pedirme cualquier cosa que durante la mañana han hecho solas y ahora NECESITAN hacer conmigo. Y, por supuesto, a preguntarme la hora para ir a casa de quien sea, al tobogán, o a la piscina o donde sea. Llevamos así un mes, yo pensaba que mi agotamiento extremo sería cosa de las fechas navideñas. Pero va a ser que no. Mi inventiva se agota. Puedo decir que no tengo ni tiempo para pensar en actividades para hacer por las tardes. Menos escribir en el blog, que debería estar “cerrado por NO vacaciones”. Por no hablar de la cantidad de posts pendientes por leer que tengo guardados…
Por cierto, son las 23 de la noche, y este post lo escribo mientras terremoto mayor se acomoda conmigo en el sofá para que le lea los cuentos. Tengo una torre de 11 libros esperando en mis rodillas….. Por suerte hoy los leemos en el sofá y podré terminar el post, si los leemos en la cama seguro que me quedó dormida hasta mañana. Había olvidado esa sensación de que vives en un continuo de tiempo donde no diferencias qué día es, como cuando tienes un bebé recién nacido y apenas duermes. Me siento igual. Aunque duermo, pero siento que apenas me siento en el sofá, solo gracias a mi agenda sé que día es (la semana pasada era viernes y yo pensando que era miércoles…), tengo el tiempo justo de hacer listas de pendientes que solo se agrandan, y en cuanto demos la bienvenida a febrero ya empieza la cuenta atrás para los cumpleaños de las terremoto, y las compras previas para la vuelta al colegio.
Estoy poniendo a prueba la elasticidad de mi paciencia, recordando todo truco posible para no sucumbir después de una tarde de 8 horas sin sentir el silencio, sin siquiera tiempo para pensar. Quizá por eso aprendí un poco de Mindfulness en primavera, para poder vencer las vacaciones escolares! Ya hemos hecho de todo. Hemos ido infinitas veces a la piscina (por o decir todo los días que había almenos un rayo de sol), hemos desgastado el tobogán y columpio; hemos rodado por el césped; pintado con manos y dedos y pinceles y esponjas; nos hemos disfrazado no se cuántos días; también hemos pintado mandalas; hemos hecho abanicos y otras manualidades; hemos cocinado brownies con formas y magdalenas de colores; hemos construido torres; clases de piscina y además, hemos visitado varias amigas de las terremoto. He repasado todas las ideas de actividades que hemos hecho anteriormente, ya me da igual que fueran de invierno, de verano, o de las dos. Y, por lo menos un día a la semana, me hago la tonta y dejo que sean ellas las que inventen a qué jugar. Porque hace un tiempo aprendí que también deben aburrirse. Es cuando digo “hoy el plan es no hacer nada” que salen con los juegos menos pensados: gracias a eso hemos jugado a todos los juegos de mesa que tenemos.
¡Pero queda un mes!
Queda un mes de no parar, de trabajar 5 horas y jugar 8, de tener a las terremotos jugando y bailando hasta pasadas las 23 de la noche, y de intentar mantener los ojos abiertos para arrastrarme hasta el sofá a escribir un par de lineas antes de quedarme dormida viendo la tele. Ya tenía claro que con niños las vacaciones no son vacaciones, pero esto supera mis expectativas! Si no me he vuelto loca antes de que vuelvan al colegio, prometo contar cómo lo he conseguido! Lo mejor de todo, es que quizá después mire para atrás y piense que no era para tanto, o que sé que echaré de menos las vacaciones después…incoherencias de madre…pero ahora mismo siento que mi mente es incapaz de pensar (fuera del trabajo) y que, estos días, a eso de las 21 la cabeza deja de funcionarme…
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