Esto, que nos parece una obviedad, y a muchos, una exageración, cada vez cuenta con mayor base científica. La importancia del apego, de los primeros abrazos y caricias es mucho más relevante en el desarrollo del bebé, de lo que creemos. Hablamos desde que el niño yace en el vientre materno, en el que se le puede cantar, hablar, incluso, poner música para que se relaje, hasta que el vástago es todo un adolescente a punto de iniciar su camino hacia una vida autónoma.
Está visto cómo masajear, por ejemplo, también tiene efectos muy favorables en la vida física y emocional del bebé. Sus pequeños músculos empiezan a ser estimulados, y el responder a éstos, les ayuda a iniciarse en las relaciones humanas, recibiendo y proporcionando manifestaciones emotivas. Las caricias, el tocarse, y demostrarse afecto no sólo es una manifestación de amor opcional, es casi un deber, y constituye la base de una relación íntima, sólida, y que condicionará muy favorablemente el crecimiento feliz de vuestros hijos.
Y por ultimo termino con un dato interesante que me hizo reflexionar mucho. Recientemente, estuve en una clínica en la que visité a unos felices papás cuyo bebé aún está en la incubadora. Manuel, es prematuro, pero cada día demuestra ser un luchador nato y hace felices a sus papás, orgullosos, respondiendo a cada gesto y caricia con alegría. Mueve los bracitos y las piernas repetidamente en señal de 'gusto' cada vez que sus papás le tocan y le dan calor.
Es maravilloso observar y ser participe de esto. Te das cuenta de que, efectivamente, no hay nada como el calor de un hogar. Aunque ese hogar de momento, se haya creado en una incubadora. El hogar no es la casa donde el bebé vivirá, ¡son los brazos paternos y maternos!
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Foto.Ikanatassa.