Cincuenta años son muchos años, y con ellos varias generaciones de niños a los que ha entretenido con sus canciones, muchos niños a los que ha ilusionado con su magia, muchos niños a los que ha emocionado con su cariño. Fue una película que enamoró a mi madre cuando era niña, que me enamoró a mi cuando era yo niña, y que hoy en día es de las películas favoritas de mis hijos, no pasa una semana sin que la veamos en familia.
Mary Poppins es entrañable, la niñera que todos hubiéramos querido tener, cuánto hemos cantado el Supercalifragilisticoespialidoso o "Con un poco de azúcar", cómo hemos bailado con los pingüinos, cuánto hemos aplaudido que Jane y Michael volaran la cometa con su padre, cuánto hemos llorado cuando Mary Poppins se iba sin despedirse, dejando a la familia Banks unida y feliz.
Sin embargo, y supongo que eso nos pasa a casi todas, desde que soy madre la veo de una manera diferente. Siempre se ha enfocado la película hacia la idea del padre rígido que quiere llevar una vida de decoro y educación, que solo piensa en el trabajo, delegando la educación de sus hijos en la niñera de turno, cuyos hijos anhelan que su padre les dedique un poco de su tiempo. Como leía hoy en un artículo, "unos niños criados por un padre ocupado y estricto encuentran en una niñera mágica su válvula de escape y la mejor forma de enseñanza para toda la familia". Desafortunado resumen ya que el padre impone, ordena, regaña pero no cría.
Lo curioso de esta historia es que nadie repare en el papel de la madre, y es lo que ha cambiado mi visión de la película desde que tengo hijos. Se culpabiliza al padre de delegar el papel de la educación de sus hijos en una niñera por su extrema dedicación a su trabajo. Pero, ¿y su madre?. La encantadora Winifred se nos presenta como una activista en pro de los derechos y libertades de la mujer, siempre enredada en sus manifestaciones y protestas, tanto que no tiene tiempo para dedicarse a sus hijos. O al menos, les dedica el mismo tiempo que su marido. Ninguno.
A ella tampoco se la ve llevándoles de paseo al parque, volando la cometa o cantándoles una nana antes de acostarse. Para eso ya está la niñera. Incluso cuando los niños se escapan del banco, se pierden, Bert los encuentra y los lleva de vuelta a casa, su madre, que tiene un acto importante con sus compañeras de batalla feminista, prefiere dejar a sus hijos con un desconocido, a falta de Mary Poppins (que está de día libre y acaba renunciando a él para bailar por los tejados de Londres con los niños y los deshollinadores) a renunciar a su actividad política para cuidar a sus hijos.
Pero esto es totalmente secundario en la película.
Y me llama poderosamente la atención este ninguneo hacia el papel de la madre como tal. No se si es porque es más tópico que sea el padre el que se desentienda de sus hijos y estos intenten siempre llamar su atención de todas las maneras posibles (un tópico que se repite hasta la saciedad en las películas de Disney y en la mayoría de películas infantiles en general), porque no quieren dar protagonismo a la madre como tal pero sí como mujer liberada y luchadora, con conciencia política (con el papel antagónico de mujer activista pro feminismo fuera de casa, esposa sumisa y obediente dentro de ella), o porque es un simple reflejo de la clase alta inglesa de la época, donde el papel de la crianza y la educación recaía en las niñeras internas. No lo entiendo.
No entiendo por qué esos niños no echan de menos a su madre, no reclaman su atención, al igual que hacen con su padre. Por qué nadie, ni los niños, ni la niñera, ni el policía, ni Bert, ni la propia Mary Poppins que tango juzga y alecciona al Sr. Baks, por qué nadie pide a esa madre que invierta más tiempo en sus hijos como le reclaman al padre. Supongo que será porque él mantiene la distancia sobre sus hijos para marcar su autoridad y a ella ciertamente se la ve una madre tierna y cariñosa que apacigua a su esposo y busca que les preste atención a los pequeños.
¿Será que estaba mal visto en aquella época que una madre de clase alta se dedicara amorsosa y entregadamente a sus hijos?. Pues es una pena, porque donde mejor suena una nada es en la voz de una madre (siento debilidad por la canción de las palomas que Mary Poppins les canta mientras se duermen).
Lo más triste de toda la historia es que los niñas no pidan la atención de su padre y su madre, sino que se conformen con una niñera buena, cariñosa, que los cuide y los quiera. Solo eso debe dar mucho qué pensar.
Así que, pese a que es una película que me sigue encantando y que disfruto mucho viéndola en compañía de mis hijos, me queda el regusto de pensar en esa madre que delega la crianza de sus hijos en una niñera, por maravillosa que sea. Y dicho sea de paso, maravillosa solo lo fue una, las demás, pues ya sabéis como eran, viejas, feas y más desagradables que una colonoscopia.
En el fondo pienso que Mary Poppins no es la niñera que quisiera para mi (ni para mis hijos, por buena que sea su mejor niñera soy yo, aunque no haga magia ni cante a duo con los pájaros, lo del bolso vamos a la par porque del mío también sale de todo jajaja), es la madre que me gustaría ser. Sobre todo porque tiene que ser un pasote recoger la habitanción con solo chasquear los dedos , ¿A que sí?.
Y porque al final, como toda historia feliz que se precie, no solo une a la familia sino que consigue que el Sr. Banks se quite la fachada de baquero distinguido y padre estricto, se relaje, disfrute de la vida y, sobre todo, de sus hijos, junto a la Sra. Banks sin banda ni puño en alto. Una preciosa estamapa de familia feliz.
A pesar de todo, gracias por este regalo de película por seguir ilusionando a los niños del mundo, generación tras generación. "Adiós Mary Poppins, vuelve pronto."