Tienes una maravillosa Lechona que este año ya cumple sus 2 primaveras. Todo va aparentemente bien por la Morada (al menos, todo va dentro de sus parámetros lógicos…), y el calendario mantiene su particular idilio con el otoño, sus hojas cayendo una tras otra, como a golpe implacable de metrónomo.
Y de repente, ¡¡tacháááánnn!! Tu viejo colega, el Reloj Biológico, llama otra vez a la puerta: -“Hey man… ¡¡He vuelto!! (“Guiño guiño” con el ojo, “chicck chicck” con el dedito…)”- y te aplaude la cara de nuevo con un manotazo retador. Y la pregunta, que hasta ahora se había estado manteniendo a distancia, danzante en el aire como una mariposa más o menos cojonera, cae a plomo sobre la mesa con el mismo ruido ensordecedor que haría una biblia medieval de catedral, de esas de 500 kilos, de las gordacas
…-“¿Y AHORA QUÉ…? EL SEGUNDOOOO… ¿PARA CUÁNDO…?”-
Y es aquí, a lo loco, mano en la frente y ceño fruncido, cuando uno retoma aquel viejo juego que creía ya guardado: el CUIZZ de las BIG CUESTIONS.
El otro gran valor de otorgamos a esto de los blogs y el mundillo 2.0, aparte de contar la experiencia propia, es precisamente el de recabar información de los demás usuarios de la red, nuestros queridos vecinos virtuales en esto de las miserias y alegrías comunes y cotidianas.
Pues bien. Vaya por delante que seguro que es por mi escasa dedicación lectora, dentro de la gran abundancia de bitácoras de temática familiar que hay hoy en día… Vale. Pero dentro de todo lo que leo, me ha parecido encontrar un serio déficit de contenido respecto a este momento concreto: el momento en que una pareja se plantea ir a por el segundo lechón. (Y aquí me voy a permitir el lujo de incluir tercero, cuarto y de ahí en adelante, para gente amante de las grandes camadas…)
Sí que se leen cosas del proceso, con el embarazo, o de cuando ya lo tienes encima, arropado entre tus brazos; de lo duro que es, de lo maravilloso o dramático que resulta, según el caso… De lo que implica, de cómo lo llevan unos y otros; unas y otras. Y así un largo etcétera. Pero lo que es realmente sobre la FASE PREVIA, leer… leo poco.
Y no entiendo muy bien por qué. Porque a mí, a nosotros como pareja, llegados a esta fase en la que diría alguno …que se nos va a pasar el arroz, se me vienen a la mente MIL MOVIDAS. MIL DUDAS. MIL PREGUNTAS. MIL TEMORES. MIL PUÑALES A REPARTIR A PARTES IGUALES ENTRE LA CABEZA Y EL CORAZÓN, PARA LO QUE VA A SER LA GRAN REYERTA A CARA DE PERRO ENTRE LOS DOS.
¿Todo el mundo asume tan fácilmente lo que puede implicar tener otro crío…? ¿Nadie airea sus “pegas”, sus dudas, sobre la decisión en sí misma? Igual es que yo le doy muchas vueltas al coco, ya no lo sé… Pero es que a mí me martillean de cuando en cuando como una colleja de esas con efecto que repartían los profes rancios del viejo régimen, para devolverme a mi sitio.
Quieres otro crío, vale… Pero… ¿Realmente estaremos haciendo bien teniendo otro? ¿Es lo más adecuado? ¿Estamos haciendo lo correcto? Para nosotros, como pareja… Para el mundo. ¿Es este nuevo acto de amor una acción verdaderamente responsable? Se me podrían ocurrir 1000 razones para tenerlo, pero creo que igualmente se me podrían ocurrir otras tantas excusas para no tener más. ¿Simplemente vale CON QUERERLO ambos, y ya está? ¿No hay más que hablar…? ¿Así funciona la cosa…? ¿Arriesgamos nuestra más-o-menos estable felicidad actual y presumiblemente futura, por una apuesta de riesgo imprevisto? ¿Y SI LA CAGAMOS? ¿Y SI ESTAMOS COMETIENDO UN ERROR TENIENDO MÁS CRÍOS?
Un ejemplo: ya has tenido tu primer lechón biológico; Perfecto. Ya has perpetuado tus genes, asegurado la continuidad de tu linaje, el desarrollo de una descendencia y la pervivencia de tu apellido; tu crío es monísimo, clavadito a ti y todas estas chorradas medievales, bla bla bla. La saga familiar continúa (como con Star Wars), y los suegros sacan pecho, vale… Ya tienes tu medallita. Pero además, quieres otro. Tal y como está el percal en el mundo… ¿No sería el momento perfecto PARA ADOPTAR…? Por ejemplo, digo yo…
Luego están las profundas cuestiones relativas a la pareja: ¿estaré, sin saberlo, con un segundo encargo, dando la puntilla a mi relación? Si solamente ya con uno, es duro y complejo, con sus conflictos y gaitas… ¿No sería otro lechón más, un suicidio de pareja? ¿Un clavo en la tapa del ataúd de la relación marital? Creo que la mayoría (realista) ya asumimos que 1+1, en este caso suele ser más que 2. Vale, igual estoy siendo un poco exagerado o radical. Pero, ¿no podría ser, al menos, una duda razonable...? ¿No es tan descabellado pensar que es una prueba más dura, una montaña todavía más grande y complicada de escalar que la que escalas con el primer hijo? No tengo estadísticas delante, ni tengo a un Marty McFly de dentro de 10 o 15 años que venga en un flamante DeLorean, y me avise y me asegure que todo sigue viento en popa en el hogar familiar.
¿Y qué hay del sexo? Por aquello de escribir sobre algo un poco caliente, digo, y elevar mis paupérrimos índices de audiencia… Mi experiencia con nuestra peque me ha escaldado un tanto… (Algún día quizás saque el tema…) Y solamente pensar en otra situación similar (que puede volver a darse, O NO; está claro…), pues no me hace la mayor de las ilusiones, ciertamente. Temo que, llegado el momento, tenga que hacerme un calendario de bolsillo con una foto de mi Churri en tanga picantón, para llevar en la cartera y en el bolsillo del pantalón, como único roce real a largo plazo. (Ya sabéis, lo de ingresar forzosamente en la Hermandad de Onanistas Solitarios Recalcitrantes como miembro honorífico, cuota pagada para los próximos cinco años, y toda esa mandanga…) Bueno, ya no hablo de sexo; hablo de simple roce humano mínimamente íntimo. Eso, pues me preocupa, oye.
¿Y el asunto económico? ¿Qué hay de la logística? ¿Cómo nos apañaremos con los gastos? ¿Habrá que cambiar de casa? ¿Nos tendremos que comprar un coche a la fuerza? (Con sinceridad… ¿Cuántos padres de dos, conocéis, que no tengan coche…?) ¿Cómo y dónde almacenaremos todo lo que necesitarán 2 niños durante años…? ¿Y cómo será vivir AGOTADO física y mentalmente durante años? Si ya con uno vas aprobando, raspado, raspado… (Y ojocuidao, que esta niña es de las buenas…) ¿Cómo aguantar el tipo así, sin querer tirarte por una ventana, o decir en casa aquello de -“…Churri, oye… Que me bajo un segundo al estanco a por tabaco…”- y que años después todavía te estén esperando?
¿Qué hay de otras posibles complicaciones…? De nuevo, jugamos contra las estadísticas; que, vale, tenemos las de ganar, pero… Ahí están. Y acojonan. A veces, las cosas chungas no solamente les pasan a otros. ¿Qué hay de posibles discapacidades, o enfermedades…? ¿Seremos capaces de afrontar un puerto de montaña de categoría especial como algo de eso? Los riesgos inherentes a un embarazo entrados en los 40, y todo eso. O sin hilar tan fino… Simplemente, que el primer crío te ha salido un bendito, un niño-trampa. Te flipas, y el segundo es el porculero de verdad. El que te aprieta hasta ahogarte. El que desata los infiernos. Vamos, el gran clásico. (Eso, o que te vengan cuatrillizos, también, claro…)
No lo sé… No lo sé… Podría seguir así hasta que el teclado echara fuego, y mi cerebro seguiría licuando preguntas en morado. Parece claro que la genética (y el corazón) nos predisponen, me temo (y usando un símil balompédico), a colárnosla de libre directo y por toda la escuadra, pasando el balón siempre por encima de la barrera y por muchos jugadores que pongamos en ella para cubrir esa falta. Por muchas preguntas que me haga; por mucho que me acojonen las posibilidades más oscuras; aunque no tenga
Sin embargo, y he aquí la cosa… Aunque uno asuma todo esto, me llama la atención lo poco visibles que veo estas incertidumbres en los demás, en el resto de bitácoras del mundillo 2.0 (y de paso, en el mundo de la calle…) Sé que no solamente es cosa mía y que seguramente me equivoco, como decía al principio… Pero sería al menos un pequeño consuelo agradable el saber que no soy el único chalado de amor fou de este planeta, con una mente ciertamente acojonada ante el vértigo de recoger el guante de ese maldito reto.
¿Y a ti también te asaltaron, o te asaltan, las dudas? ¿Fuiste capaz de sacarlas fuera…?