Con algo tan simple como unas tiras de washi tape dibujé una ciudad con sus carreteras, cruces, rotondas y aparcamientos y el experimento ha sido un éxito. Ya lo hicimos antes en el parque con la tiza, pero dejar estas marcas de forma permanente en el suelo le ha vuelto loco a mi hijo. El poco más de metro cuadrado que ocupa la nueva ciudad está dando muchísimo de sí y ya nunca se ve vacía. Yo intento construirle colegios y hospitales, pero mi pequeño está en la fase de hacer volar todo por los aires y generar espectaculares choques de autobuses contra trenes.
Monté las carreteras hace tres días y no sé si aguantarán mucho más el desgaste de tanto accidente ferroviario (y del aspirador, claro), pero el juego nos ha salido muy barato.
Otro clásico: comprar y vender. En casa lo teníamos un poco olvidado, porque al final tirábamos de nuestra cocina para jugar a restaurantes (yo siempre soy una exigente clienta), así que ideé estos helados de goma eva para jugar al heladero. Y mi hijo se ha vuelto otra vez loco: me los vende por colores y sabores, en euskera y castellano, los chupamos, mordemos y los volvemos a comprar. Así pasamos ahora las tardes, haciendo sonar el timbre del nostálgico camión de los helados.
Es una manualidad facilísima, solo hay que cortar dos trozos de goma eva que encajen y pegarles un palito de madera de polo en medio. Para adornarlo un poco he puesto otro trozo de goma eva encima, haciendo el efecto de que el helado se derrite. Y, aunque tenía mis dudas, se pega perfectamente con pegamento tipo Loctite de pincel. ¿Prefieres uno de limón, fresa o manzana?
El tercero es un juego para casas con jardines o casas de pueblo en fines de semana. ¿Quién no ha jugado a carreras de caracoles? Yo no hasta hace unos días, cuando me puse a ello con mi hijo y mis primos pequeños y me sorprendí de lo divertidísimo que es. La dificultad del juego radica obviamente en buscar a los caracoles más rápidos, que pese a lo que mis primos de siete años creían, no eran los más grandes, sino los pequeños. El dicho del más vale maña que fuerza también se aplica a este juego
La pista de carreras la hicimos con cinta aislante que tenía mi padre en su rincón de bricolaje. Para que los caracoles no se salieran de su espacio, tuvimos que echar mano de mucha lechuga para motivarles y alguna que otra pequeña trampa. Al final, los devolvimos a su casa y aproveché el momento para explicar a mi hijo que a los caracoles no les gusta jugar a chocar con trenes, como él seguía empeñado.
¿Os gustan estos juegos? ¿Os animáis a hacerlos en casa?
La entrada Tres juegos de siempre para casa aparece primero en Y, además, mamá.