Esta duras palabras, son la conclusión del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona, dirigido por Albert Esteve, que hizo público un informe sobre la evolución de la natalidad en el Estado en el que recoge unos datos demoledores, como que el 25% de las mujeres nacidas en 1975 no tendrán ningún hijo.
Será la generación más infecunda de todas las generaciones nacidas en España desde que se tienen datos. Y aunque la situación no es del todo nueva, desde el inicio de la crisis el número de nacimientos se ha reducido un 20%, y el año pasado fue el primero en que el número de defunciones superó al de partes, el informe aporta otro dato relevante. Y es que España encabeza el retraso de la maternidad en Europa. Entre 1985 y 2012 la edad de la primera maternidad de las mujeres se ha aplazado de los 26 a los 30 años y medio, la edad más alta entre los países europeos.
El resultado de todo ello es la existencia de una gran diferencia entre el número de hijos deseados y el número tenido. El estudio recoge que sólo un 2% de las mujeres no pueden tener hijos por razones biológicas, y este porcentaje incluso ha bajado gracias a las técnicas de reproducción asistida. Además, las que no desean tener hijos y mantienen esta decisión toda la vida son siempre menos del 5%. Por todo ello, el centro concluye que “los niveles de infecundidad actuales están asociados al retraso de la edad en la primera maternidad y las condiciones materiales y conyugales”.
Los investigadores de la UAB encuentran especialmente destacable que, por una parte, la sociedad debata sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones, la viabilidad de un sistema de salud universal, el aumento de la dependencia o la merma de la población en edad de trabajar, y por el otro no haya ninguna política orientada a hacer crecer la natalidad.
Así pues, para que el número de hijos ha caído de los 3,15 que se tenían en 1900 a 1,3 hijos actuales? El trabajo concluye que “el Estado se inhibe, o se reduce a la retórica pronatalista”, sin aplicar medidas que permitan mejorar la conciliación, el acceso a la vivienda, el poder adquisitivo o la duración de las jornadas laborales. También tiene que ver con las expectativas profesionales de los jóvenes. “Si a todo esto añadimos que el coste mayoritario de la reproducción recae sobre las mujeres, la infecundidad está servida”, remacha el texto.
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