El mayor que va a hacer 5 años el mes que viene tiene 2 muñecos de apego por falta de uno. En casa se llaman ositos. En un principio tenía sólo uno pero como empecé a ver la dependencia que tenía decidí buscar otro igual por si lo perdía, que por cierto me costó un montón encontrarlo. Un día se dió cuenta de la existencia de ese otro osito y la cosa fue peor, teníamos que ir con los 2 ositos a todos sitios. Pobre de mí si se me ocurría dejarlo en casa o se me olvidaba en el coche, porque claro él iba a todos sitios con ellos pero de repente los soltaba y la mami pendiente todo el día de dónde estaban. A día de hoy con casi 5 años todavía los tiene pero sólo para dormir o cuando va en el coche (que no sé cuál será la razón de llevarlos en el coche, le gustará darles paseos).
Luego estaba el tema del chupete, que no sólo era imprescindible sino que sólo le gustaba un tipo de chupete. Esos que son como de goma, super feos y que se ponen pegajosos enseguida, que no tienen ni colores, ni muñequito bonito, ni nada de nada, pues esos.
Cuando empezó el cole afortunadamente su apego fue disminuyendo o más bien diría yo que empezó a sentir vergüenza. Salía de casa por la mañana con sus 2 ositos y su chupete puesto, nos montábamos en el coche y al llegar al aparcamiento del cole se los quitaba y los escondía para que no los viera nadie.
Estuve un tiempo, no recuerdo a que edad, intentando quitarle el chupete, pero nada, me daba penilla y se lo dejaba. Hasta que un día me llevé una muy agradable sorpresa, de repente sin ton ni son, le dio el chupete a su padre y le dijo que ya no era un bebé y no lo necesitaba. Alguna noche después lo pedía a media noche pero le recordaba que ya no lo tenía y ni lloraba ni nada. Me sorprendió muchísimo.
Ese comportamiento de mi hijo me hizo pensar que quizá hay momentos en los que es mejor dejarles a ellos a su ritmo y que maduren. La verdad me dio una buena lección.
Luego está mi otra fiera, que ahora tiene 3 años. Totalmente distinto. Son como la noche y el día. El también tiene su osito, sólo uno, eso sí, porque aunque tiene varios iguales, sólo le gusta el que está sucio, áspero y zarrapastroso. Un ascazo que da tocarlo que no veas. Es que para lavárselo es una odisea, primero que desprenderse de su osito el tiempo necesario para que esté en la lavadora es un mundo, además de que luego no le gusta porque no le huele a huevo pocho y además está suave en vez de estar áspero como la lija. Y claro cuando está durmiendo lo tiene ahí apresado como su mayor tesoro. Resumiendo que me enrollo, que le toca llorar y tenemos movida, así que a veces nos toca pasar un poco de vergüenza por como lo lleva de sucio, pero es lo que hay.
Con respecto al tema del chupete, se lo quité de forma radical. Se metió el chupete entero en la boca. Os podéis imaginar el susto que me llevé, creía que no era capaz de sacarlo. Era un chupete de tamaño normal y no tenía nada raro pero era muy blandito y no sé cómo lo haría para metérselo, el caso es que lo hizo. Después no fue para tanto lo llevó mejor de lo que me esperaba.
Desde luego cada niño es una historia distinta.
En septiembre empieza el cole, y va a llevar muy pero que muy mal no poder entrar con su osito.
Este año que ha ido a la guarde para que pasará sin mucho espectáculo de llanto y pataleo tenía que entrar con su osito. Bueno de la guarde hablaré otro día, porque mi hijo ha entrado llorando todo el año y ahí tengo mi espinita clavada.
Me gustaría que me hablarais de si vuestros hijos tienen estos objetos de apego y lo que pensáis de ello. No conozco muchos niños que los tengan, no sé muy bien porque los míos los tienen.
¿Me contáis si vuestros hijos los tienen y que pensáis al respecto?