1. A resetear: Es admirable la capacidad de resetear de los niños. Nosotros nos enfadamos por cualquier chorrada y nos podemos pasar horas (cuando no días) con el gesto torcido y sin intercambiar palabra. Ellos también se enfadan, por supuesto, pero unos minutos después se han olvidado del cabreo y pasan a otra cosa. Y te besan, y te sonríen, y te abrazan. Y aquí no ha pasado nada o si ha pasado ya no me acuerdo. Y no vale la pena acordarse, la verdad, porque si lo pensamos bien, la mayoría de las cosas que nos enervan a diario son tonterías que no merecen tanta importancia. Mucho menos estar de morros todo un día.
2. A disfrutar de las pequeñas cosas: La semana pasada os hablaba de los ‘momentos de inadvertida felicidad‘ y la verdad es que se trata un poco de eso, de apreciar esos pequeños gestos, instantes y miradas que nos regalan los días. En eso nuestros renacuajos son unos maestros de los que tenemos mucho que aprender. Porque sí, comerse un helado junto a las personas que quieres puede ser un instante mágico, aunque llegados a una edad nos pueda parecer un acto rutinario. Y bañarse, e ir al cine, y echarse unas carreras jugando al pilla-pilla. La magia está en todas partes.
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3. A emocionarnos: Es una de las cosas que más me fascinan de Maramoto. Me derrito viéndola sorprenderse, abrir la boca fascinada sin ser capaz de articular palabra, expandir los ojos como queriendo abarcar más y mas espacio con su mirada. El sábado, aprovechando el buen tiempo, nos fuimos a pasar el día a Rascafría. Allí, entre las montañas y la vegetación que todo lo pintaba de verde, Mara se lo pasó pipa metiendo sus pies en la fría agua de las presillas y chapoteando sin parar. Vivió ese instante (y todo el día) con tal emoción e intensidad que al llegar al coche, que sigue siendo territorio inhóspito, cayó rendida y entró en un feliz sueño del que no salió hasta la mañana siguiente. Bendita capacidad de emocionarse.
4. A mostrar nuestros sentimientos: A llorar a lágrima viva y con desconsuelo. Y a reírnos a carcajadas 10 minutos más tarde. Sin filtros. Con toda la pureza del mundo. Nuestros hijos nos dan cada día cursos intensivos de educación emocional. Nosotros ponemos nombres a los sentimientos, ellos los expresan sin necesidad de mencionarlos. Sobran las palabras y los apelativos cuando uno llora y sonríe con la pureza con que lo hace un niño.
5. A no rendirnos: Posiblemente lo que más admiro de la pequeña saltamontes. Ojalá el día de mañana mantenga esa fe que tiene en ella y en sus capacidades, ese espíritu irreductible e indomable que le hacen no rendirse nunca e intentarlo una y otra vez, ya sea para vestirse ella solita (“papá, yo puedo”) o para imitar a los niños más mayores del parque, a los que siempre se arrima, creo que para poner a prueba sus límites. Y cuando los alcanza, porque siempre existen unos límites, lo vuelve a intentar. Para superarlos y buscar unos nuevos. No hay nada imposible para quien sabe perseverar.
Seguro que se os ocurren mil y una cosas más de las que deberíamos aprender de nuestros peques, ¿verdad?
PD: Ya está a vuestra disposición el número 4 de Madresfera Magazine. 106 páginas de contenido con dossier central dedicado a la infertilidad, entrevista a Ferran Adrià, artículos sobre la figura de la matrona y la agitación por amamantamiento y recomendaciones de lecturas y pelis. Entre otras muchas cosas. La mamá jefa y un servidor hemos puesto todo el cariño del mundo en los textos. Esperamos que os guste tanto como a nosotros. Podéis leerlo pinchando aquí