La consciencia plena es mucho más que un estado meditativo o de relajación que nos conduce a “ser más feliz”. Creo que los niños pueden enseñarnos mucho a los adultos sobre esto.
Observando a los niños he descubierto algo más. La mayoría de ellos, desde que nacen practican el mindfulness o consciencia plena: Abren sus ojos y contemplan el mundo, escuchan a sus padres hablar, observan tranquilamente desde su silla el paso de la gente en el parque, sienten hambre y lloran por ello, se siente solos y “hacen pucheros” para protestar. En todo están presentes.
Están conscienctes. Viven el momento. Para ellos es más fácil porque tienen pocos recuerdos del pasado y el futuro no les preocupa. Necesitan todos sus sentidos centrados en aprender. Necesitan todas sus energías. Las energías que les da la consciencia plena les hacen aprender un montón de cosas en un año: a comer, andar, pronunciar sus primeras palabras, reconocer multitud de objetos…
Si, eso es, La consciencia plena es una herramienta de aprendizaje, la energía de la consciencia plena facilita el aprendizaje. ¿Y en los adultos? También. Cuando estás atento al momento que vives, a la persona que escuchas, a la comida que preparas, obtienes muchos más datos, ves con más claridad todo lo que rodea la situación. Comprendes. Aprendes. Tomas mejor tus decisiones.