Y es que creo que sin besos sería imposible vivir. Junto con los abrazos, pocas cosas hay más reconfortantes en los malos momentos, cuando los problemas te sobrepasan y no sabes por donde tirar. Te dan un beso y un abrazo y te reinician.
Pablo es muy besucón, le gusta mucho que le den besos y, desde bien pequeño, ponía la cara para recibir los besos de los demás; pero es que ahora, que ha aprendido a darlos, no hacemos más que pedírselos a él…y no os creáis que le cuesta mucho darlos, al revés.
Él no da besos a todo el mundo, ni tiene porqué; pero sí da besos a sus amigos, a sus amigas, a sus seños, a sus terapeutas, a su chache, a nosotros. Es probable que antes nos haya dado un guantazo, nos haya apretado fuerte porque se ha puesto nervioso o nos haya dado un grito, pero sabe que un beso y un “perdona” arregla mucho de lo que hace.
También da besos de buenos días, de buenas noches, besos de alegría, besos cuando te ve triste, acompañado de un “no llores” o cuando te duele algo, junto con un “No pasa nada”.
Son besos que te ayudan a seguir cuando tienes un mal día, cuando ves que la administración no responde, cuando ves síntomas de Duchenne, cuando los medicis no te entienden, cuando has pasado el día regañando o cuando el mundo te pesa sin más.
Y es que nosotros somos muy besucones, porque aunque los besos no arreglen el problema, te arreglan a ti para afrontarlo.
Así que hoy Día Internacional del Beso y todos los días, besemos a los que queremos y aprendamos a pedir los besos que necesitamos.