El presente siglo no sólo ha traído nuevos cambios tecnológicos que han modificado nuestro día a día, sino que nuevas “enfermedades” sociales han entrado en juego. El bullying es el término empleado para describir las situaciones de maltrato físico/psicológico que los jóvenes pueden tener en la escuela por parte de otros compañeros. El problema no es el hecho de que exista en sí, sino que hay muchos padres que aun piensan que eso es una cuestión muy lejana a ellos porque sus hijos no vienen con morados, arañazos o algo roto a casa. Sin embargo, es interesante destacar que este tipo de acoso no siempre es el que aparece en las televisiones a través de cámara oculta en la que un joven agrede como un animal a otro, o no sólo cuestiones físicas sino también verbales. Pero lo que es más preocupante todavía, no por su gravedad sino por la dificultad de percatarse de él, es el tipo de Bullying “social”. Este tiene un objetivo marcado desde sus inicios, y no es otro que el de aislar al joven del resto del grupo y compañeros.
No es sólo el agresor directo el principal protagonista de la agresión, sino los observadores también son parte del acto en su papel permisivo. Y aquí reside el principal problema de los padres y centros escolares, que dejan a estos que asisten al acto como si de una obra de teatro se tratara, y los jóvenes “pasivos” quedan fuera de las variables de análisis del plan escolar contra el maltrato. Muchos padres no ven como un problema que su hijo esté dentro de las agresiones porque él no es el agredido o porque “sólo” observa, no agrede. Las consecuencias de ser víctima de Bullying pueden llegar a límites que a simple vista parecerían utópicos.
La peculiaridad esencial del agresor (o agresores) es la de carencia de empatía, es decir, la capacidad para ponerse en el lugar del otro. Una de las razones por las que los padres están ciegos ante la agonía de su hijo durante meses es porque el bullying comienza con pequeños desplantes, muy sutiles, de los que ni el propio agredido se acuerda al llegar a casa, pero conforme transcurra el tiempo y el “malo” observe que su víctima carece de protección, la intensidad irá creciendo, creando un círculo vicioso de agresión, un proceso de victimización, que de no ponerle freno tendrá consecuencias que podrán marcar al joven su vida entera.
Muchos padres puede que culpen al centro escolar y no consideren la acción de los padres como detonante del maltrato. Pero aunque en ocasiones parezca difícil creerlo las escuelas son conscientes de la existencia del Bullying y, de denunciarlo en sus inicios, la relación agresor-víctima acaba difuminándose y quedando en el olvido como una anécdota.
Padres de hoy, ¿consideráis que el problema del maltrato escolar reside en la familia o viene del centro escolar? ¿Culpar a profesores o a padres?
Os pongo un par de vídeos que a mi juicio reflejan dos realidades dentro del acoso escolar. Por un lado, el papel de los observadores "pasivos" en el acoso y el papel mediador que podría tener, por otro, cómo sin agresión física puede dañar a un adolescente. Espero os gusten.
Un saludo.
M.Ángel Sevilla. Sociólogo y Periodista.
sevillamayol@yahoo.es