29 de agosto de 2007
Era un día caluroso de verano. Habíamos estado juntas esa mañana. Pero aún así insistió en vernos por la tarde. Vendrían los cuatro a casa: la pareja, la niña y el bebé. Tenía ganas de que él conociera nuestro nuevo hogar. La verdad, no entendía su interés porque todavía no nos habían llegado los muebles. Pero era tal la insistencia que no sería yo quien lo impidiese. En parte me gustaba el plan. Era empezar a disfrutar de ella, ahora que por fin la tenía de nuevo a mi lado.
Y llegó la tarde y sonó el timbre. Y allí estaban los cuatro por primera vez juntos en mi nueva casa. Poco teníamos que enseñar, pero hicimos el recorrido a nuestro mini piso. Aquí el salón, ahora diáfano pero hemos comprado un sofá, y un aparador, y otro mueble... y la cocina, y la habitación del ordenador que algún día, si Dios quiere, será la del bebé, y los baños y nuestro dormitorio... Y cuando terminamos el tour, en mi dormitorio y sin ningún tipo de preparación lo soltó: tengo cáncer de mama. Y entonces me sentí más vacía que aquella habitación en la que solo había una cama. Tenía cáncer. Esa maldita enfermedad que crees que nunca te va a tocar a ti, a tu familia, a tus amigos, a tu entorno... pero que llega. Y me contó todo lo que iba a pasar: operación, quimio, radio... Y me lo contó tranquila, sosegada como quien lo cuenta de otro. Ella y su afán de escuchar, aconsejar y sosegar a todos. Y la tarde continuó como tal cosa. Ya no recuerdo si merendamos o no. Creo que estaba tan en shock que he olvidado lo que pasó después. Llegó el momento de marcharse. Había que acostar a la niña y el bebé, que no había cumplido los 15 días, tenía que comer. Nos despedimos y en cuanto cerré la puerta y sin mediar palabras, corrí a protegerme en los brazos del Santo que los tenía tendidos hacia mi para darme el consuelo que sabía que necesitaba. Y lloré abrazada a él intentando asimilar lo que estaba pasando mientras en mi cabeza retumbaba la maldita palabra: cáncer.
19 de octubre de 2015
Han pasado 8 años de aquello. Fue un mal sueño, una pesadilla. Pero ya pasó. Y ella ya está curada. Si curada. Ya no toma medicamentos. Bueno, algún que otro ibuprofeno cuando la noche es larga y la resaca también. Es feliz y yo con ella. Y de ella es de la que he aprendido a disfrutar de todo, de cada momento como si fuera el último, porque lo puede ser. Ella es un ejemplo de vida y de fortaleza. Una muestra viva de que el cáncer de mama se supera y queda como una dura prueba que te pone la vida para valorar lo bonito que es vivir.
Y este es mi pequeño homenaje para ellas, las que lograron batir a la bestia y mi ánimo, cariño y apoyo a las que están en plena batalla, una batalla dura de la que saldrán victoriosas con la espada de su valentía y el escudo de su gente.
¡¡FELIZ LUNES!!
(Día contra el cáncer de mama)