Una vez tomada la decisión de expatriarnos, aparece la preocupación en los padres sobre cuál será la reacción de sus hijos y cómo acompañarlos. Son momentos de tensión para los adultos, por la cantidad de temas a resolver. Lo que menos esperan es sumar problemas, pero la contención de los hijos es aconsejable tenerla presente.
Cuando los hijos son aún pequeños, se suele pensar que ellos no están capacitados para decidir y que, si los padres están bien, ellos fluirán en el cambio. La realidad es que cualquier mudanza internacional produce un movimiento emocional en los adultos, quienes no siempre son conscientes de todo lo que se pone en juego con esta decisión. En algunos casos el deseo que todo salga bien y que fluya hace esconder algunas emociones. Pero la procesión va por dentro. Estudios realizados a lo largo de muchos años, y mi propia experiencia demuestran que los niños poseen una percepción inimaginable y que lo que más los perturba es no poder poner palabras a lo que sienten en el ambiente.
En los sistemas familiares, cuando los roles son fijos y algunas emociones se ocultan, aparece un “emergente” que es aquel miembro de la familia que expresa en forma desordenada lo que los demás no están pudiendo decir. (Malos humores, caprichos, falta de interés, cansancio etc.). Se convierte, entonces, en el “problemático “y, por ocuparse de él con una mirada excesiva, el resto del grupo deja de observar lo que a ellos también les está pasando.
Como padres, podemos acompañar este proceso que van viviendo nuestros hijos, observándolos e intentando comprender lo que les pasa. Pero antes debemos escucharnos a nosotros mismos. No siempre es fácil. A veces estos comportamientos confusos de los niños o adolescentes nos sacan de centro y la intolerancia y falta de paciencia hace que nos vayamos alejando más de ellos. El retraimiento se comienza a instalar y la preocupación nos persigue. Conocer el proceso de desarraigo, que todos los miembros de la familia van a atravesar, ayuda a que entre todos podamos ir buscando formas de ir sosteniéndonos entre nosotros. El sentirse acompañado y comprendido hará que la creatividad surja en el caos emocional que a veces nos invade, pero para eso es importante aprender a comunicarse sinceramente.
Sentir, que se está eligiendo algo en el cambio, ayuda a tomar responsabilidad. En los niños muy pequeños explicarles lo que va a suceder, mostrarles fotos o videos del nuevo destino, hacerles elegir lo que llevarán con ellos (juguetes, libros, elementos que les den seguridad), dedicarles un tiempo, en la agenda apretada de la mudanza, para hacer un programa, organizar despedidas en el jardín de infantes o con sus amigos del colegio, primos, abuelos, hacerles dibujar para que expresen lo que están sintiendo son algunas de las actividades que pueden ayudar a que el niño vaya transitando el proceso con seguridad. Permitirles momentos de desestabilidad, enojos, tristezas, y ayudarlos a que vayan buscando, ellos mismos, lo que necesitan para sentirse más estables les da paz.
También es importante que los padres tengan presente su propio proceso y hablen de las emociones que van sintiendo (tristeza por lo que dejan, entusiasmo por lo nuevo, enojo por los cambios culturales etc). Para un niño ver que sus padres sienten y expresan lo que les pasa los habilita a expresar sus propios sentimientos en confianza y se sienten protegidos. Pero por sobre todo ver que sus padres no se desesperan en ese tiempo de incertidumbre los hace sentir confiados para generar nuevas cosas.
En los primeros tiempos la compañía de sus padres en el tránsito de lo que van viviendo es fundamental. Esto requiere mucha presencia de los adultos, que a veces está sobrecargada con trámites, mudanza y su propio movimiento interno con el cambio. No son tiempos fáciles, pero al tener conciencia de todo esto, podremos elegir dónde poner las prioridades.
En el caso de los adolescentes, y pre adolescentes los cambios que sufrirán son muchos, sobre todo la pérdida de su red social que para ellos es fundamental en ese momento de la vida donde se está formando la identidad. Es un tiempo de despegue de sus padres, donde ellos se refugian en los grupos de amigos. Al llegar al nuevo destino deberán resocializarse. Llegan con muchas experiencias vividas en su pasado y no siempre los nuevos compañeros están dispuestos a escucharlos. No tienen vida compartida y esto hace que muchas veces se sientan muy solos y raros frente a los nuevos amigos.
Los cambios de hábitos, a los que deberán ir acomodándose, les tomarán tiempo. Muchas veces también el idioma se presenta como una barrera para comunicarse y los cambios culturales también llevan tiempo para ir incorporándose. Todo esto crea en los adolescentes o pre adolescentes una sensación de mucha inestabilidad. Y es ahí donde los padres pueden ocupar un lugar importante comprendiendo y acompañando este proceso desestabilizador. La culpa por lo que está sucediendo puede aparecer también en los adultos, sintiendo que son ellos los responsables de este malestar. Pero si comprendemos que todo esto es parte del proceso de desarraigo y que, de a poco irá pasando, la ansiedad puede disminuir. Exigirles estar bien, para calmar la culpa que puede generarse en los padres por la decisión tomada al ver a los hijos desequilibrados, solo agrava la situación y encapsula al adolescente en un momento difícil de su vida.
Si las expatriaciones son múltiples, los niños y adolescentes pueden frenar la capacidad de arraigo, sintiéndose nómadas y evitando las relaciones por el miedo a volver a perder a quienes han sido importantes para ellos. Por eso es aconsejable poder ayudarlos a armar sus redes para seguir en comunicación, quizás organizar visitas de algún amigo al nuevo destino y promover encuentros con su red social en el caso de viajar al país de origen en algún momento. De esta forma podrán ir descubriendo los beneficios que esta experiencia les irá dando: apertura de mente, un mayor conocimiento del mundo y las culturas, un intercambio que enriquece, una capacidad mayor de tolerancia etc. Apoyar esto les da seguridad y despierta la curiosidad por lo nuevo haciéndolos más flexibles, resilientes y empáticos.
La escolarización ocupa un lugar fundamental en los niños y adolescentes. Por lo tanto, es importante tratar de encontrar un colegio que acompañe a estos niños extranjeros y que sea tolerante en este proceso de arraigo. Ya sea público, privado, local o internacional, religioso o laico, interiorizarse de los beneficios de cada uno ayudará a que la elección sea lo más cerca posible a las necesidades de cada niño. Muchos expatriados eligen colegios internacionales con el fin de unificar el idioma en el caso de futuros múltiples traslados y también para sentirse en un medio multicultural que comprende lo que ellos mismos están viviendo. Pero esto también tiene sus contras, ya que la movilidad de los compañeros será constante. Este ir y venir social puede provocar mucho malestar.
A veces las empresas se hacen cargo de estos gastos escolares, pero otras veces no y los padres se ven obligados a buscar una escuela pública que no siempre es tan comprensiva con los niños. La escolarización a distancia puede facilitar el regreso y la reinserción escolar de los niños en la repatriación.
También será necesario que los padres aprendan cuál es el sistema educativo, metodologías, de disciplina etc. para ayudar al niño a ir comprendiendo todos estos nuevos códigos. A veces los adultos se inquietan por estas diferencias poniendo énfasis en lo que están perdiendo y no en lo que están ganando. En esos momentos es importante soltar las expectativas y entregarse al descubrimiento de lo que aparece con asombro. La expatriación abre puertas. Solo es necesario sacar la llave para que se pueda abrir.
Por último, mantener hábitos de la propia cultura, de la alimentación de origen, costumbres familiares etc. también colaborará a que los niños y adolescentes no se sientan tan distintos al volver de visita a su país de origen o en la repatriación.
PREGUNTAR, PREGUNTAR Y PREGUNTAR. ESCUCHAR, ESCUCHAR Y ESCUCHAR
Algo que me gustaría reflexionar en este momento es el poder que tiene la escucha activa y amorosa en la dinámica familiar. Los adultos, muchas veces, creemos saber lo que nuestros hijos necesitan. Esto se crea en nuestra mente, quizás basado en nuestra propia experiencia y necesidad y creemos adivinar como el mejor mago, sus deseos.
El arte de preguntar nos abre a un mundo impensado y, al interpelado, le da la oportunidad de mirarse, explorarse y tomar decisiones sobre qué lugar quiere ocupar en su vida.
Las preguntan asustan porque sus respuestas pueden estar dentro de lo que no queremos escuchar, en un momento donde el consenso es fundamental.
Pero si aprendemos que, dar lugar a lo que cada uno está sintiendo, pensando y necesitando, es solo poner todos estos elementos sobre la mesa para lograr una buena negociación, podremos bajar el stress de todos.
Soy Mária Berardi, argentina de nacimiento y elección pero también con el alma internacionalizada, después de vivir 6 años en Paris. Nos fuimos expatriados por trabajo de mi marido en una empresa francesa. Esos años fueron de una inmensa riqueza para mí y fue a partir de ahí, que me empecé a dedicar a acompañar emocionalmente a familias que se expatriaban. Soy counselor y coach ontológica y, por mi propia experiencia de vida personal y profesional, es que estoy convencida que una buena preparación ayuda a la adaptación de cada uno de los miembros de la familia, ayudándose mutuamente a encontrar dentro de cada uno las respuestas y recursos necesarios para hacer, de esta, una importante etapa de aprendizaje y crecimiento personal.
Puedes ponerte en contacto con ella en su página web Mária Berardi o a través de su página de Facebook Maria Berardi Expats.