Si no somos capaces de poner límites les estamos convirtiendo en pequeños tiranos. Con el tiempo no sabrán manejar, algo tan habitual en los adolescentes y adultos, como es la frustración. Porque la vida no es perfecta no nos proporciona todo lo que deseamos.
Sabemos que no podemos pasar el tiempo que queremos con nuestros hijos y esto dificulta más aún ésta cuestión.
Con el comienzo de curso ¿No crees que es buen momento para implantar nuevos hábitos y límites?
Para ello, nos acompaña nuestra psicóloga de cabecera, Catalina Fuster. Gracias por atender con cariño, a Padres y Madres de Hoy.
¿Es cierto que hay una edad para poner límites a nuestros hijos, después ya es muy difícil?
El proceso educativo se desarrolla a lo largo de toda la vida, desde que una persona nace, empezamos a dar consignas y a establecer límites. Los padres y madres adoptan un determinado estilo educativo de entre los cuatro modelos más habituales: autoritario, negligente, democrático y permisivo. En base a ese estilo, empiezan a generar un modelo de relación con los hijos e hijas.
Es importante tener en cuenta que
los 3 primeros años de vida son
el período de referencia adecuado
para establecer hábitos y rutinas.
Estos límites y rutinas, se tendrán que mantener para que sirvan de referente como conducta adecuada y aceptada.
Asumir responsabilidades.
Generar empatía tanto hacia ellos/as.
Establecer empatía hacia los adultos.
En este período habremos sentado las bases que nos servirán más o menos para manejar la adolescencia.
Viajando te das cuenta que los niños y niñas españoles, a diferencia de otros países europeos, ¿parece que los límites están establecidos?
Seguramente no sea nada fácil responder a esta cuestión, ya que las generalizaciones son bastante incorrectas. Podemos decir que las diferencias culturales en el trato y en los estilos de relación pueden transmitirse desde que somos pequeños.
Existen datos que demuestran que, en líneas generales, en España gritamos más, lo cual influye en los modelos educativos.
También hay que tener en cuenta que los hábitos sociales y culturales de horarios son diferentes en nuestro país y eso también repercute en los más pequeños.
una cuestión diferencial es el papel protagonista de los niños en la familia.
se convierten en el centro de atención y acudimos a sus demandas inmediatamente.
Estos podrían ser algunos aspectos conductuales a mencionar, pero nos quedarían muchas cuestiones que sencillamente son diferentes entre unos países y otros sin que ello suponga un criterio determinante de mejor o peor.
¿Qué rol estamos tomando los padres erróneamente?
Una cuestión importante que atañe a algunas familias es la culpabilización especialmente por el cambio de rol social de la mujer.
El hecho de no poder dedicar más tiempo y atención, a veces, nos lleva a compensar de formas poco adecuadas.
Vivimos en un mundo con más opciones
y alternativas que también
pueden suponer peligros.
Existe cierta tendencia a sobreproteger a los hijos y genera consecuencias negativas en su desarrollo como falta de seguridad, de autoestima y de confianza en sí mismos.
A veces hacemos las cosas por ellos,
facilitándoles todos los recursos
y eso anula su propio potencial.
¿Cómo poner límites a niños de 2 a 6 años?
Los padres y madres tienen que procurar definir primero esos límites, pero no desde la perspectiva de sus necesidades de adultos, sino desde la perspectiva de las necesidades de los menores. Ejemplos del día a día:
Hay que saber de antemano que NO le vamos a permitir beber refrescos con cola a los 2-3 años (¿o sí?)
Si les vamos a dejar que se suban a ese columpio que hay en el parque donde solemos ir.
Acciones cotidianas que debemos decidir de antemano si serán un SI o un NO o estarán condicionadas a otras conductas claramente definidas.
Cuando la referencia es ambigua o inestable los menores sienten inseguridad y miedos.
Dejarles hacer algunas tareas que les hacen sentirse mayores.
Permitirles entrenar la responsabilidad.
No hacerles sentir culpables por si algo sale mal o una rabieta.
Esperar a que pasen el estrés y enfado para razonar los motivos de ese límite.
Están comenzando a reconocer y gestionar sus emociones.
Decir NO, aunque no se pueda explicar el porque es ese instante
Sería importante no gritarles.
Las rutinas generan seguridad en nuestros hijos
Las tareas hay que pedírselas de una en una, de forma clara y directa:
Recoge los juguetes y guárdalos en el baúl.
Limpia la mesa dónde has jugado con plastilina.
Guarda el uniforme o la ropa del colegio en su sitio.
A los niños y niñas de entre 2 y 6 años las rutinas a la hora de: comer, dormir, ir al colegio, les proporcionan seguridad, confianza y un marco de referencia propio.
Los abuelos y abuelas de nuestros hijos sí pusieron límites y no les enseñó nadie.¿Qué ha cambiado tanto en nuestra cultura?
Bueno, en mi opinión, considero que ha habido de todo en todas las épocas: sobreprotección, exceso de consentimiento, favoritismos y límites relajados. Aunque sí es cierto que ahora estamos en un mundo más complejo a muchos niveles.
La influencia educativa que reciben provienen de muchos más ámbitos
y canales que antes.
Todo ha cambiado: la forma de comunicarnos, tecnología, el estilo de vida en las ciudades, forma de trabajar de los adultos. Seguramente el papel actual de las mujeres, han impulsado algunos cambios relevantes que influyen en la educación de los menores.
HA variado LA EDAD EN LA QUE SE DECIDE
LA PATERNIDAD Y LA MATERNIDAD,
EL NÚMERO DE HIJOS POR FAMILIA Y como les
atendemos EN LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA.
Estos cambios no significan que sean hacia peor necesariamente, pero se necesita hacer ajustes diferentes en las pautas de educación. Ha habido una etapa en la que se pretendía educar como antes porque que es lo que conocemos. Hemos incorporado características nuevas pero no siempre de forma coherente y sabiendo cómo manejarlas.
Cuándo son adolescentes y ya se nos ha ido de las manos, ¿qué podemos hacer?
Me gustaría dar un mensaje positivo respecto a la idea de “se nos han ido de las manos” y fomentar la creencia de que siempre podemos hacer algo. Sin pararnos en lo que consideraríamos “casos extremos”, en los que es mucho más difícil conseguir resultados satisfactorios.
A un hijo o a una hija no le podemos
dar por “perdido” en ningún caso.
Cuando una familia se ve envuelta en una situación de caos y descontrol no tiene que tener miedo de solicitar ayuda. A veces tememos que esto suponga tener que reconocer errores o asumir que se han hecho cosas mal. Las influencias actuales son muy amplias y no se puede responsabilizar únicamente a la familia cercana.
A veces los progenitores solo han aportado una pequeña parte, o ninguna,
a que esos adolescentes presenten problemas serios.
Así pues, buscar ayuda y asesoramiento siempre será un buen paso para intentar reconducir situaciones negativas.
Ayudar a conectar de nuevo desde el afecto y la comprensión que toda persona necesita, los adolescentes también.
Qué comportamientos habituales hacemos los padres y madres, sin darnos cuenta, ¿para empezar a perder terreno con nuestros hijos?
A veces les juzgamos de forma evidente, atribuyéndoles definiciones que son una carga negativa y un indicador de decepción.
Vamos poniendo etiquetas: eres un desastre, eres despistado, desordenada…
En la etapa de estudios, sucede muy a menudo, que los hijos e hijas parece que solo se miden por los resultados que obtienen. Esto puede dejar otras cualidades de la personalidad de nuestros hijos e hijas, totalmente fuera de juego ya que no las tomamos en cuenta.
También hay que vigilar las expectativas que se generan con cada niño y cada niña. Si no se cumplen, aparece la frustración y la sensación de decepción que puede poner distancia en las relaciones.
Los hijos e hijas son personas distintas
a nosotros, aunque tengamos la responsabilidad de educarles
No son marionetas que vayan a actuar a nuestro criterio y bajo nuestras instrucciones. Hay que aprender a respetarles para que también así aprendan a respetar lo que les rodea.
Qué nuestras hijas e hijos no entiendan la necesidad de “los límites”, ¿de quién es responsabilidad?
A edades tempranas esa responsabilidad es de la familia y de otros agentes educativos. Cuando es necesario que una persona entienda “un límite”, hay que buscar la mejor forma de explicarlo. Adecuando el mensaje a su etapa evolutiva, para que lo entienda perfectamente.
A veces no utilizamos el “lenguaje” o las “formas” adecuadas a la situación y edad de nuestro hijos e hijas.
Tenemos que seguir buscando las formas e insistir.
Creo que tener hijos e hijas es el entrenamiento más duro de la paciencia
o la perseverancia y eso nos puede hacer personas más completas.