Al ponerles límites a los niños les estamos enseñando a cumplir unas normas, un orden y un respeto siempre desde el afecto y la coherencia.
A los niños lo que más les gusta es estar jugando todo el día, pero en ocasiones no saben que también deben cumplir con sus obligaciones y es aquí, donde entran en juego los papis.
Los padres tenéis que aprender a tolerar algún llanto o que el peque diga que no quiere hacer algo, pero también debéis manteneros firmes a la hora de decirle a vuestro hijo lo que tiene que hacer, porque eso influirá positivamente en la educación del niño y en su desarrollo. El niño se dará cuenta de que cualquier limite que le pongan los padres es por su bien.
Los niños no quieren que les compremos un montón de cosas y se lo demos todo, lo que quieren es que estemos pendientes de ellos y que cuando haya una cosa que no deben hacer, que los papis no se lo permitan.
Es normal que a los papis les cueste decir que no, pero es necesario porque de no hacerlo no le estamos haciendo ningún favor al niño.
A la hora de decirle a vuestro hijo que debe hacer algo y "ahora", recoger los juguetes, irse a la cama... debéis tener en cuenta varias cosas:
Un límite bien especificado con frases cortas y órdenes precisas suele ser claro para un niño. "Habla bajito en una biblioteca"; "agarra mi mano para cruzar la calle" son algunos ejemplos.En muchos casos, podemos dar a nuestros hijos una oportunidad limitada para decidir como cumplir sus órdenes. La libertad de oportunidad hace que un niño sienta una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias. Por ejemplo: "Es la hora del baño. ¿Te quieres duchar o prefieres bañarte?". "Es la hora de vestirse. ¿Quieres elegir lo que te pondrás o lo hago yo?" Esta es una forma más fácil y rápida de dar dos opciones a un niño para que haga exactamente lo que queremos.
Cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Por ejemplo: "Vete a tu habitación ahora" o "¡Para!, los juguetes no son para tirar" son una muestra de ello. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro. Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no.
Los niños son más receptivos a hacer lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos, es mejor decir a un niño lo que debe hacer "habla bajito" antes de lo que no debe hacer "No grites".
Cuando decimos "quiero que te vayas a la cama ahora mismo", estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos. Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal. Por ejemplo: "Son las 8, hora de acostarse" y le enseñas el reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño y el reloj.
Cuando un niño entiende el motivo de una regla, se sentirá más animado a obedecerla. Por lo tanto, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño porqué tiene que obedecer.
Siempre que apliques un límite al comportamiento del niño, intenta indicar una alternativa aceptable. Sonará menos negativo y tu hijo se sentirá compensado. Por ejemplo les puedes decir: "ese es mi pintalabios y no es para jugar. Aquí tienes un lápiz y papel para pintar". Al ofrecerle alternativas, le estás enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables. Este es un camino de expresión más correcto.
Una regla puntual es esencial para una efectiva puesta en práctica del límite. Si una rutina la convertimos en flexible, por ejemplo un día el niño se acuesto a las 20.00, al día siguiente permitimos que se acueste a las 20.30 y al otro día a las 21.00, eso da lugar a una resistencia y se volverá imposible de cumplir. Aunque estés cansado o indispuesto, las rutinas deben ser efectivas cada día. Si das a tu hijo la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.
Deja claro a tus hijos que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va directamente hacia ellos. No muestres rechazo hacia los niños, es muy preferible decir "eso está mal hecho" a decir "eres malo". No aprobamos la conducta.
Los investigadores señalan que cuando los padres están muy enfadados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos con sus niños. Hay épocas en que necesitamos llevar con más calma la situación y contar hasta diez antes de reaccionar. Delante de un mal comportamiento, lo mejor es contar un minuto con calma, y después preguntar con tranquilidad, "¿que ha sucedido aquí?",o al menos, intentarlo.
Seguro que vuestros peques son unos santos, pero si algún día necesitáis ponerles límites, seguro que estos consejos os ayudan!