Cómo poner límites a los niños (y no morir en el intento)
Es el gran dilema en todas las casas ¿Cómo poner límites a los niños y niñas sin estar en una batalla continua?
Pues bien, no va a ser fácil ya que requiere de tiempo (muchas veces difícil de conseguir con los ritmos frenéticos de vida que llevamos) y sobre todo, de muuuuuucha paciencia.
Siempre que queramos trabajar las normas y los límites con los pequeños, tendremos que plantearnos qué queremos conseguir y en qué orden vamos a insistir en ello.
Está claro que si marcamos objetivos muy ambiciosos o si queremos abarcar muchas cosas a la vez, nos vamos a ir desgastando y, al final, perderemos la energía y las ganas de seguir con ello. Así que, aunque nos parezca que no estamos avanzando, será mejor plantearse objetivos asequibles en los que podamos centrar nuestra atención y ser persistentes, sólo de esta manera, conseguiremos cambios reales porque todas sabemos que, aunque los adultos podemos ser cabezotas, los pequeños lo pueden ser mucho más.
Habréis notado que los niños, a partir del año y medio más o menos, intentan buscar donde están los límites. Es un proceso normal y, en el fondo, es natural que el individuo tenga la necesidad de saber hasta dónde puede llegar en las diferentes situaciones que se le presentan. Como parte de este proceso, los pequeños van a usar la técnica del tanteo, probando una y otra vez salirse con la suya y romper las reglas, y llevándonos a los adultos, al límite de nuestra paciencia.
¿Cómo responder a este tipo de conducta?
Pues bien, la respuesta a esta pregunta es: manteniendo la calma y usando el diálogo.
Siempre tenemos que explicar a los niños y niñas el porqué de las cosas; porqué no vamos a comprarles ese juguete, porqué tienen que comer la verdura, porqué no podemos estar un rato más en el parque Todas las decisiones que tomamos tienen una razón y, nuestros hijos, tienen que saberlo. Seguramente muchos de ellos intenten negociar para obtener algún beneficio y, si no pueden salirse con la suya, por lo menos ganar un poco de terreno a la decisión inicial. En este momento es fundamental que el adulto se mantenga firme y no ceda ante sus peticiones. Hay que hacerles entender que, en este caso, no hay alternativa y que sus intentos por hacernos cambiar de opinión, no van a surtir efecto.
Es muy importante, por lo tanto, tener claro de antemano si lo que vamos a pedir al niño o niña es una cuestión negociable o no y, en cualquiera de los dos casos, hacérselo saber. De esta manera el niño va a ser conocedor de cual es la situación y podrá actuar en consonancia. Y sobretodo, siempre que decidamos que lo que vamos a comunicar al pequeño será una decisión definitiva, es fundamental que no acabemos cediendo. Tenemos que cumplir y ser persistentes ya que, de otra manera, estaremos mandando a nuestros hijos mensajes contradictorios que no sabrán cómo interpretar.
Pero incluso siguiendo todas las “reglas”, puede pasar que nuestro hijo o hija tenga ganas de batallar y que, aunque le hayamos dejado claro que no vamos a cambiar de opinión, insista hasta el punto de tener una rabieta. En este punto es cuando, por más que nos cueste, tenemos que mantener la calma y no dejar que la situación nos sobrepase.
¿Qué hay que hacer ante una “rabieta”?
Sobre todo, hay que estar tranquilo y procurar ser comprensivo.
Todos sabemos lo frustrante que puede ser no conseguir algo que deseamos con fuerza e incluso en la vida adulta, nos puede costar aceptar que las cosas no han salido como queríamos y generar un cambio en nuestro estado de ánimo. Entonces, ¿por qué iba a ser diferente con los niños?
Los niños y niñas, sobre todo en las primeras edades, están aprendiendo a gestionar sus emociones y empezando a comprender por qué se sienten de determinada manera ante ciertas situaciones. Es trabajo de los adultos ayudarles en este proceso y acompañar estos sentimientos sin censurarlos.
No se trata de prohibir que se sientan mal si pasa algo con lo que no están de acuerdo, sino de ayudar al pequeño a reconducir ese sentimiento de manera que no acabe en una rabieta que ni siquiera él mismo pueda controlar.
Tendremos, por lo tanto, que acompañarlo y decirle que entendemos que se sienta frustrado pero a la vez, mantener nuestra postura con firmeza.
No es buena idea ceder terreno en este momento, así como tampoco lo es intentar compensar al niño con algún “premio” por hacer lo que le pedimos.
Simplemente usando el diálogo y evitando responder a sus provocaciones, el adulto tiene que ir gestionando la situación y hacerle ver que, aunque entiende por lo que está pasando, esa no es la manera de conseguir sus objetivos así que le invitaremos a que se calme y a dialogar y explicarnos lo que le pasa.
Conceptos básicos para establecer límites
Comunicación: informa al niño o niña de la situación y explícale el porqué de las cosas.
No te pongas objetivos muy complicados: empieza poco a poco, pidiendo al niño o niña pequeñas metas para favorecer que tenga éxito.
Firmeza: si tienes claro que tu decisión es definitiva, no cambies de opinión por más que tu hijo insista.
Huye de los chantajes: no recurras al chantaje para convencer al pequeño. Si consigue un premio con una conducta negativa, la va a usar siempre que pueda.
Mantén la calma: si te pones nervioso/a es fácil que la situación acabe en gritos y enfados así que intenta hablar tranquilamente y transmitir seguridad.
Refuerzo positivo: ante una actitud adecuada, hazle saber que lo ha hecho muy bien y que eso te hace sentir bien.
Refuerza los aprendizajes con cuentos: hay muchos cuentos que están pensados para trabajar este tipo de conductas con los más peques. Aprovecha estos recursos para reforzar tu postura. Si te interesa, haz clic en cuentos recomendados donde encontrarás una lista de estos.
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