En la recta final de mi segundo embarazo, fisuré la bolsa de líquido amniótico. Estaba en la semana 39+2, y había pasado toda la tarde con contracciones. Pero hubo un momento clave en el que comenzaron a ser bastante intensas y dolorosas. Creo que fue ahí cuando fisuré la bolsa, aunque en ese momento no era consciente de ello.
La sensación que tenía era de pérdida de líquido constante e inoloro, como si fuese un gotero que va saliendo poco a poco. Y cada vez que iba al baño tenía que cambiarme de muda porque estaba completamente mojada.
Recuerdo que acudí 2 veces al hospital. En la primera revisión no le dieron importancia porque en la ecografía se apreciaba bastante líquido amniótico. Pero al día siguientes las perdidas aumentaron, tenía que cambiarme cada 30 minutos de ropa interior, y cuando hablé con mi ginecólogo le insistí de que tenía dudas de haber fisurado la bolsa. No muy convencido con la descripción, me derivó a urgencias para que me practicasen una prueba que es muy parecida a los test de embarazo, en la cual, mediante una tira reactiva pueden ver si hay líquido amniótico fuera de la bolsa.
Primero me realizaron una ecografía, y al igual que el día anterior, confirmaron la existencia de mucho líquido amniótico y que de haber fisura, lo normal sería que este, hubiese descendido en mayor cantidad.
Pero contra todo pronóstico, la prueba finalmente dio positiva, es decir, la bolsa estaba fisurada. En aquel momento la ginecóloga preguntó cuánto tiempo había trascurrido desde que empecé a notar las perdidas, y al decirle que llevaba más de 48 horas, me comunicó que iban a proceder al ingreso hospitalario para inducirme el parto de forma inmediata.
En principio no deben trascurrir más de 24 horas desde que se fisura o se rompe la bolsa, para inducir el parto. Y dada la situación en la que me encontraba, decidieron considerarlo un parto de riesgo.
Lo primero que hicieron antes de proceder con el ingreso, fue inyectarme antibiótico por posibles infecciones que hubiese podido contraer en las últimas 48 horas. Me explicaron que además, tendrían que suministrar antibiótico a la bebé nada más nacer y solicitar una analítica para saber si tenía alguna infección.
Finalmente todo salió bien y ambas nos encontrábamos en buen estado. Pero podría no haber sido así. Por ello se debe hacer hincapié cuando se tienen dudas. A veces, los sanitarios se rigen por una serie de patrones que no coinciden con nuestras descripciones. Entonces, es importante que escuchemos a nuestro cuerpo, que nos fijemos bien en todos los detalles y sensaciones que experimentamos porque al final, cada organismo es diferente, y a veces la excepción modifica la regla.
Actualmente, comercializan unos salva slip para detectar la perdida de líquido amniótico. Los podéis encontrar en algunas farmacias, pero desconozco su fiabilidad.
Con este artículo, espero haber podido aclarar algunas dudas. Aunque lo mejor en estos casos es acudir a un centro médico para que lo podáis confirmar cuanto antes.
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